Con total merecimiento, luego de ganar
inobjetablemente también al Málaga en La Rosaleda 0-2 y desde el primer minuto
de juego, el Real Madrid se consagró campeón de Liga luego de cinco años y con
sólo tres títulos en una década de escasa cosecha.
El equipo blanco fue líder durante casi toda la
competencia de treinta y ocho jornadas, lo cual habla de su regularidad, pero
también, como ya hemos señalado en esta columna al principio de la temporada,
quedó claro que esta vez, el Real Madrid iba a por este título, justamente por
lo que en estos años le ha costado conseguirlo, y porque en el contexto
internacional ya había conseguido muchos laureles y ahora mismo está por jugar
la tercera final de Champions League en cuatro años.
Tras la cómoda victoria ante el Málaga y luego de
haber sido levantado en andas por sus jugadores en los festejos dentro del
campo de juego, un muy sereno Zinedine Zidane, entrenador del equipo, manifestó
que ser campeón de Liga “es serlo en un torneo en el que lo importante es el
día a día, el de la regularidad, y entonces aunque pasas por algunos malos
momentos, como es lógico en un año tan largo, significa que has sido el mejor
de todos”.
Rescatamos lo de la serenidad de Zidane porque
creemos que ha sido fundamental y una gran revelación por parte del francés,
quien en verdad es la primera temporada completa que se encuentra a cargo de un
equipo de estrellas, que ha tenido que reemplazar en la 2015/2016 a Rafa
Benítez tras un mal comienzo, y que sin embargo no se ha desesperado, mantuvo
siempre motivados a sus jugadores, supo rotarlos sin muchos inconvenientes (más
allá de alguna queja puntual de James Rodríguez por falta de chances, que
posiblemente lo hagan emigrar) y en especial, ha logrado que dieran lo mejor de
sí con bastante armonía en el vestuario.
Esta serenidad de Zidane es importante para señalar
que no siempre es necesario gritar y gesticular al borde del campo de juego,
sino saber gestionar un vestuario con muchos egos, con tantos jugadores con
deseos de jugar y de saltar al campo y más aún en un Real Madrid repleto de
cracks del mejor nivel mundial.
En cuanto a la plantilla, hubo puntos muy altos del
Real Madrid, en especial tres de sus cuatro defensores. Sergio Ramos, por su
carácter, su presencia y sus goles decisivos de cabeza en los minutos finales,
pero también sus dos laterales, Dani Carvajal y Marcelo, que han hecho una
temporada excepcional transformándose en dos atacantes profundos y clausurando
sus bandas en muchos casos, ante sus rivales.
Zidane también encontró en Casemiro a un mediocentro
justo para apoyar en la marca a la defensa, teniendo en cuenta que la
construcción de juego comienza desde Luka Modric pasando por un gran Toni
Kroos, quien ya desde la temporada pasada y con el ingreso de Casemiro, se
liberó para acercarse más a los atacantes en la creación.
Y no hace falta comentar mucho sobre el trío
atacante, la famosa BBC (Bale, Benzema y Cristiano Ronaldo), de un gran
poderío, si bien Bale tuvo lesiones importantes que le quitaron muchos minutos,
pero otro de los factores fundamentales de esta temporada, acaso el mayor, para
diferenciarse de su principal competidor, el Barcelona, pasó por el banquillo.
Si hubo una diferencia entre el Real Madrid y el
Barcelona en esta temporada estuvo en dos factores claves: la posibilidad de
los blancos de poder contar siempre con reemplazos del mismo nivel, o muy
cercano, a los titulares, y que los azulgranas no pudieron tener esta misma
posibilidad, y no precisamente por un hecho puramente económico sino por las
políticas de fichajes de cada uno.
Un ejemplo de ello son los laterales. Si Carvajal o
Marcelo han ganado partidos por sus bandas, el Barcelona nunca consiguió
reemplazar a Daniel Alves. No acertó con Douglas en su momento, tampoco con
Aleix Vidal, y había dejado ir a Adriano y a Montoya, para tener que improvisar
allí a Sergi Roberto, y hasta en algunas oportunidades a Javier Mascherano o
tirar de tres centrales para cubrir ese hueco. Demasiada diferencia entre los
dos.
El otro factor es el de los entrenadores. Si
sostuvimos que Zidane manejó de manera sencilla un vestuario complicado y a su
vez mantuvo el esquema táctico que le arrojó muy buenos resultados en la
temporada pasada, Luis Enrique, quien dejará el cargo tras la final de la Copa
del Rey de la próxima semana, no ha podido mantener la misma regularidad y este
Barcelona pasó a ser un equipo demasiado vertical, muy dependiente de su
tridente sudamericano con Lionel Messi, Luis Suárez y Neymar, pero no ha podido
contar en muchos partidos con el mejor Andrés Iniesta, y hay varios jugadores
que tuvieron muchos altibajos, pero el punto más flaco estuvo precisamente por
los la banda derecha, ya sea por ausencia de un lateral puro, como por la
irregularidad en Iván Rakitic.
Entonces, si bien en el tramo final el Barcelona
pudo acercarse más que todo gracias a un clásico ganado en la última jugada en
el Bernabeu, que no sólo le dio tres puntos sino el average en caso de empate
en puntos al final del campeonato, siempre dio la sensación de que los blancos
sortearon mucho mejor la mayoría de sus compromisos que su competidor y hasta
consiguieron marcar en todos, un hecho histórico que no deja de ser otra
muestra de su enorme poderío, al punto tal de que va por una segunda Champions
consecutiva, algo que ningún equipo europeo ha conseguido de momento.
Párrafo aparte para la temporada del Atlético
Madrid, que si bien no pudo mantenerse en la lucha por el título, sí ratificó
su condición de tercer equipo de la Liga desde hace un lustro, lo cual tiene un
enorme mérito, y en especial, ahora con la ratificación de que su entrenador
Diego Simeone, fundamental en el crecimiento de estos años, continuará en sus
funciones ya cuando en la próxima temporada deba jugar como local fuera del
Vicente Calderón.
También hay que destacar la temporada del Sevilla
con la dirección técnica del argentino Jorge Sampaoli, que ahora se marcha a la
selección de su país. Los andaluces, que no han podido conseguir títulos, se
han podido colar en la cima de la tabla pero sostenidos por esquemas dúctiles y
osados, ofreciendo, especialmente en la primera rueda, muy buenos espectáculos.
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