Algunos comparan el juego de sus equipos con el rock
pesado. Otros, destacan lo vertiginoso de los movimientos de sus ejecutantes,
la energía que tienen, el carácter para sobreponerse a todo. Pero él mismo,
muchas veces desaliñado, prefiere desterrar todo tipo de adjetivaciones y se
hace llamar “The Normal One”, todo lo contrario de José Mourinho (“The Special
One”), el controvertido entrenador que atraviesa horas bajas justamente en su
tradicional rival inglés, el Manchester United.
Jürgen Klopp, de él se trata, vuelve a hacer
historia, ahora con el Liverpool. Sin títulos de Premier League desde la
temporada 1989/90, al menos ahora recuperó el protagonismo con un dignísimo
tercer lugar, mientras que en la Champions League que alzó por última vez allá
por 2005 en una remontada histórica ante el Milan, aparece ahora con enormes
expectativas de llegar a la final de Kiev si logra pasar en semis ante la Cenicienta del torneo, la Roma, que
viene de eliminar al Barcelona.
Pero el alemán nacido en Stuttgart hace casi 51 años
(16/6/1967) no se inmuta. Agradece los
cumplidos de la prensa –que días pasados le recordó que el equipo ya marcó 300
goles desde su llegada- y las banderas en la tradicional “The Kop”, en la
tribuna de Anfield, que con banderas le manifiesta que “confiamos en Klopp”
desde los primeros días de su llegada en el verano de 2015, pero al mismo
tiempo él responde que “tenemos un equipo entretenido como hace mucho que no se
veía en el Liverpool, pero tenemos que ganar algo”.
En el Liverpool intuyen que después de muchos años,
están en presencia de uno de esos entrenadores históricos que marcaron el
camino, como la leyenda de Bill Shankly (1959-1974), su sucesor Bob Paisley
(1974-1983, el de más títulos ganados en la historia del club), y el español
Rafa Benítez (ganador de la última Champions.
La historia de Klopp en el fútbol comenzó como jugador en el Mainz 05 entre 1989 y 2001. No parecía que pudiera trascender con su juego –él mismo se autodefine en esta etapa sosteniendo que “como jugador tenía la habilidad de uno de quinta división y el cerebro de uno de primera división. El resultado fue un futbolista de segunda división”- pero su apego por el club generó que, a punto de descender de la Segunda a la Tercera alemana, fuera convocado como director técnico después de que el club echara a cinco en un año, por los malos resultados y las desastrosas perspectivas futuras.
Con él, el Mainz no sólo no bajó a Tercera, sino que
en 2003/04 conseguía un inesperado ascenso a la Bundesliga y apenas dos años
más tarde, una histórica clasificación para la Europa League en la que pasó
algunas fases hasta ser eliminado por el Sevilla, luego campeón del torneo. Tal
vez este esfuerzo hizo que todo se descompensara porque en la temporada 2007/08
volvió a descender a Segunda y en ese momento dejó su cargo.
Tras 18 años en el club, le tocaba dejar el Mainz
por primera vez. Su imagen ya estaba en alza y era un entrenador reconocido en
Alemania cuando el Hamburgo necesitaba un recambio, pero fue vetado por su
imagen desaliñada, y el gran beneficiario de la situación fue el Borussia
Dormund, a donde fue a parar Klopp con su barba descuidada y su gorra de
beisbol, donde marcaría una etapa gloriosa de siete temporadas.
Claro que del Mainz no sólo se llevaría el
reconocimiento, sino también a su principal colaborador, su socio perfecto para
trabajar, Zeljko Buvac, a quien conoció en 1992, en tiempos en los que todavía
ambos no habían debutado en la Primera división.
Buvac es “The Brain”, como lo llama Klopp. Metódico,
es el cerebro de todo, el que se esconde de las cámaras de TV, el de los
brillantes informes sobre cómo juegan los rivales y el obsesivo de las
tácticas. Sólo así se entiende que siempre con más bajos presupuestos que el
Bayern Munich y otros poderosos de la Bundesliga, el Borussia Dortmund haya
conseguido posicionarse siempre entre los dos mejores.
Cuando ambos
decidieron colgar los botines, rápidamente el bosnio se sumó al cuerpo técnico
de su amigo y casi hermano, porque son inseparables. "Buvac
es su gemelo, los dos ven el fútbol exactamente de la misma manera", llegó
a decir el centrocampista turco Nuri Sahin, jugador destacado del equipo que acabó siendo
fichado por el Real Madrid.
Como ya le había ocurrido antes en el
Mainz, Klopp se encontró con un club devastado, en la decimotercera colocación
cuando era dirigido por Thomas Doll pero que fue reconducido para acabar sexto
en esa temporada y quinto en la siguiente para dar la gran sorpresa en 2010/11
y coronarse campeón de la Bundesliga después de nueve años sin conseguirlo.
Repetiría en 2011/12 en una durísima batalla con el poderoso Bayern Munich de
Jupp Heynckes (el mismo que regresó tras la marcha de Josep Guardiola hace dos
años), al que también le arrebató la Pokal (Copa Alemana) al vencerlo 5-2 en la
final.
Esa tremenda lucha de poder con los
bávaros, algo poco común hasta pocos años antes, lo desgastó mucho hasta
convertirlo casi en un militante “anti-Bayern”, con alguna durísima discusión
detrás de la línea de cal con el manager rival Matías Sammer (ex símbolo del
Borussia Dortmund como jugador en los años noventa).
La venganza del Bayern no se haría
esperar, porque en la temporada siguiente, 2012/13, le ganaría nada menos que
la final de la Champions League, aunque para llegar a la definición europea, el
Borussia Dortmund había dejado en el camino nada menos que al Real Madrid,
mostrándose ya al mejor nivel continental, y comenzaría la temporada 2013/14
ganándole la Supercopa alemana otra vez al Bayern y nada menos que en el debut
oficial de Guardiola como director técnico, por 4-2.
Ya se anunciaba la extensión de su
contrato hasta 2018 aunque al mismo tiempo, su rival también lo debilitaría
llevándose de a poco a sus estrellas como Mario Götze primero, Robert
Lewandowski después y Matt Hummels ya más tarde. Sumado a esto, las lesiones de
jugadores clave como Illkay Gundogan y Marco Reus, dejarían al equipo en
posición de descenso en 2014/15 y por primera vez, Klopp debió ser ratificado
por la dirigencia hasta que al final de temporada dejó su banco en el Signal Iduna Park, con un séptimo lugar en la
Bundesliga y perdiendo la Copa Alemana.
Se cerraba un ciclo brillante que dejaba sus secuelas. Ya como director técnico del Liverpool, tras un partido de su equipo le comentaron algo al oído mientras hablaba con la prensa y de repente, largó una carcajada. Le preguntaron a qué se debía, tan fuera de contexto, y dijo con sorna “perdió el Bayern contra el Mainz”. "El Bayern opera como la industria en China. Observa lo que todo el mundo está haciendo, lo copia y luego invierte dinero y contrata diferentes personas para poder superar el original", manifestó en una oportunidad Klopp sobre el método del gigante bávaro.
Otro de los factores de su éxito en el Borussia Dortmund es el llamado Footbonaut, una máquina que se hizo famosa cuando el equipo goleó 4-1 al Real Madrid por la Champions dándole una paliza táctica.
El dispositivo ejercita el control y la velocidad para entregar un pase
o disparar al arco. Cada uno de los jugadores ingresan a la caja negra que está
instalada en el complejo de entrenamiento en Brackel y se paran en el centro
para someterse a una sesión en el moderno instrumento.
Los robots dentro de la máquina lanzan, de a una, pelotas desde los ocho
disparadores ubicados en los cuatros costados. Cada balón es anunciado por un
sonido que le avisa al futbolista desde dónde salen. Esa pelota va a una
velocidad, regulada previamente, entre los 60 y los 120 kilómetros por hora. La
tarea del jugador es controlarla en uno o dos toques, como máximo, y colocarla
en uno de los 64 cuadrantes, el que es anunciado mediante una luz de color.
En una sesión de entrenamiento
programada a una velocidad media, cada futbolista puede recibir 200 balones en
menos de 10 minutos. “Estamos convencidos de que, al menos, el Footbonaut
mejora la técnica, pero también beneficia la visión periférica. No hay razón
para que un jugador no pueda traducir las acciones practicadas en este entorno
en el campo de juego real”, explicaba Sven Mislintat, jefe de veedores de
Dortmund.
Este invento había costado 1,3 millones
de dólares (aunque dependiendo del software puede llegar hasta los 3,5) y su
factótum fue el berlinés Cristian Gütler, quien estudió piano, guitarra y
trabajó en la industria cinematográfica y mostró su creación al mundo
futbolístico en una feria que se realizó en Berlín y para lo que Klopp recorrió
los 494 kilómetros desde Dortmund.
Tras un descanso veraniego, en 2015 “Kloppo”
(como también se lo conoce) firmó contrato con el Liverpool, que no paró de
crecer desde entonces, aunque el DT nunca se dejó llevar por los elogios. La
prestigiosa revista inglesa “Four Four Two” llegó a decir que ningún equipo
llegó a ser como éste en los últimos años.
Desde la aparición de un gran lateral como Trent Alexander-Arnold, que llegó a bailar a algunos punteros rivales por la derecha, un volante como Jordan Henderson cuya característica hace recordar a veces al español Xabi Alonso, uno de los grandes extranjeros de los últimos años, hasta algunos cracks como el senegalés Sadio Mané, que organiza las jugadas, y el egipcio Mohamed Salah (25 años, costó 40 millones de euros y lleva 40 goles en las temporada, posible Balón de Oro) las termina.
Atrás, el puntal es el marcador central holandés Virgil Van Dijk (el Liverpool pagó 79 millones de euros al Southampton), y arriba, un nueve como el brasileño Roberto Firmino que aguanta y genera espacios para Mané y Salah y a veces define, aunque los “Reds” también basan su juego en un claro sistema táctico, personalidad, y como locales, el tremendo ambiente de su estadio en Anfield Road.
“¿Qué podés comenzar primero? No podés tener éxito sin jugar un buen fútbol. No podés ser el mejor equipo del mundo ni tener los mejores jugadores. Sí podés jugar al fútbol defensivo. Pero no somos ni uno ni otro, así que tenemos que encontrar nuestro camino. Eso es lo que hacemos, paso a paso", suele decir Klopp ante su afición en Inglaterra, en lo que lo define como entrenador.
"He visto muchos partidos en mi vida y han habido algunos
que han sido muy aburridos, hasta el punto que me he quedado dormido. Han sido
tan aburridos que me pregunto por qué se enfrentan y hacen eso frente a 60.000
y 80.000 personas.
Eso no está bien. Es por eso que lo que
nosotros queremos es disfrutar de nuestro
propio juego. Si los aficionados buscan emociones y todo lo que puedes darle
es un fútbol de ajedrez, lo más seguro es que uno de los dos cambien de
equipo", dijo alguna vez.
La pasión, la energía, la convicción y al mismo tiempo un criterio realista, le han permitido escalar casi hasta la cima. Tal vez pocas cosas lo retraten mejor que lo ocurrido al terminar el primer tiempo en el estadio Etihad, cuando tras haber vencido 3-0 en la ida al Manchester City, su equipo se fue al vestuario 1-0 abajo, con un gol mal anulado a los locales y la sensación de que la remontada era posible.
Entonces Klopp entró con su buzo arrugado, los anteojos grasientos, la barba mal afeitada y los pelos revueltos. Acarició uno por uno a todos sus jugadores y con voz serena, les dijo: “El City ha sido el mejor equipo de Europa esta temporada así que si nos queremos clasificar a semis debemos estar compactos y ganar todos los balones divididos y al recuperarlos, debemos jugar bien cada pelota porque si la perdemos, será difícil recuperarla otra vez”. El discurso surtió efecto porque el segundo tiempo ya no fue igual y el Liverpool acabó ganando 2-1 y se clasificó a las semifinales de la Champions League.
Además, esta victoria ante el Manchester City de Guardiola fue la tercera en menos de cuatro meses de 2018, porque ya le había ganado 3-0 en la ida y 4-3 por la Premier League en enero pasado, y de las siete derrotas de la temporada de los de Pep, tres fueron ante los de Klopp. : “La Champions no es la perfección, sino carácter, actitud y resultados. Los jugadores del City son humanos. Por suerte no hay un equipo perfecto en el mundo”, afirmó después del partido, y algo de razón tiene: en sus enfrentamientos con Guardiola en toda su carrera, de los 14 partidos, ganó 8, empató 1 y perdió 5.
Muchas veces la imagen personal de
Klopp puede aparecer distorsionada. Por ejemplo, cuando por TV se lo ve abrazar
a sus jugadores cuando los reemplaza durante un partido. Sin embargo,
establece una gran distancia con sus dirigidos, No
suele mantener relación con sus jugadores, y le gusta mucho la disciplina.
Quiere transmitir pasión y sentimiento, pero prefiere regresar a casa con su
mujer, Ullia Sandrock, escritora de literatura infantil, y su hijo Marc.
No se le conocen amigos en el fútbol salvo uno, el
también alemán y DT del Huddersfield –una de las sensaciones tras haber
ascendido de segunda a la Premier League en forma angustiosa y por penales ante
el Reading-, David Wagner, hijo de militar estadounidense que fue testigo en su
casamiento y es padrino de su hijo.
Wagner, quien reconoce a Klopp como
maestro –fueron compañeros en el Mainz como futbolistas entre 1991 y 1995- era
su hombre de confianza en las divisiones inferiores del Borussia Dortmund, y al
ascender a la Premier League después de 45 años (exactamente su edad) decidió
llevarse a sus jugadores a una isla desierta en Suecia por cuatro días, y les
quitó los teléfonos e internet. El objetivo era que los
futbolistas, muchos de ellos de nacionalidades diferentes, comenzaran a unirse
y se necesitaran los unos a los otros. No había electricidad, ni baños ni
camas.
Vivían en carpas y los futbolistas tenían que buscarse la vida y,
con ello, necesitaban a sus compañeros para sobrevivir en esos días. Solo les
acompañaban tres guías. "¿Cómo podemos hacer que los jugadores se
unan muy rápidamente?", se preguntó Wagner. Él tuvo esa respuesta. "Cuanto
mejor conozcas a tu compañero fuera del campo, más podrás trabajar con él en
situaciones incómodas", explicó.
Algo que Klopp trata de no comentar demasiado es que se
graduó en Ciencias Deportivas en la Universidad de Frankfurt, con
especialización en "caminar". “Me
gustaba como persona, ya que era de mente abierta. Siempre fue un placer
conversar con él”, recuerda el profesor Klaus Bös, quien considera que lo que más le pudo ayudar en su carrera como
técnico fue “su capacidad de absorber elementos del aprendizaje y de la
enseñanza. Aprendió a organizarse. Teníamos un departamento muy grande,
con nueve profesores, y él era capaz de tomar ideas de cada uno de ellos".
Verlo de cerca a Klopp, impresiona
con su 1,93 de estatura.. Es mucho más alto de lo que se ve por la TV. Es
compacto, macizo, y estrecha la mano con firmeza, casi con dureza. Muestra sus
ganas de hablar de fútbol, es curioso o al menos, sabe fingir muy bien. No hay
cosa que no le guste del fútbol. Incluso el contacto con los medios. Es muy
optimista y positivo y no tiene problemas con ellos y las entrevistas suelen
durar mucho más de lo acordado.
Usa habitualmente metáforas y un nivel
alto de vocabulario en alemán e inglés y sabe llegar al jugador y transmitir su
mensaje en diferentes versiones. No se cansa muy rápido por simple que a veces
parezca. Acaso todas estas sean también parte de la explicación del éxito de
uno de los entrenadores del momento.