martes, 3 de abril de 2018

Que Messi no se resfríe y que funcione la TV por cable de Sampaoli (Jornada)




Cuando usted, lector, recorra estas líneas, hoy, faltarán apenas setenta y cuatro días para el debut de la selección argentina en el Mundial de Rusia. Y la sensación generalizada es que nuevamente, la improvisación volvió a ganarle por goleada a la planificación, y que, como el alumno que ya no llega a estudiar todo el contenido para el examen, se presentará con un par de bolillas aprendidas y el resto, confiado en su talento para resolver cuestiones sobra la marcha.

El fútbol argentino parece no acertar ni cuando se da cuenta de que algo no funciona. Póngase, por favor, amigo lector, en el lugar de Sergio Agüero. Piense por un instante en que viene su director técnico, Alejandro Sabella, y le dice que lo ve como extremo izquierdo, para aprovechar como “nueve” a Gonzalo Higuaín. Pero que terminado el Mundial de Brasil 2014 llega ahora Gerardo “Tata” Martino y le dice a usted que no lo ve más en la punta sino como “nueve” y que va a pelear el puesto con el propio “Pipita”, y hasta con Carlos Tévez. 

Y cuando usted se va acomodando a la idea, llega, de repente, Edgardo Bauza, y le dice que no, que no lo ve como “nueve” sino más bien detrás del nueve, que usará Lucas Pratto o en su defecto, Lucas Alario. Le costó entenderlo y cuando finalmente lo aceptó, resulta que llega Jorge Sampaoli, que le dice que lo ve…como nueve otra vez. ¡Y todo en cuatro años!

Piense usted ahora en una selección como Alemania, a la que se su actual director técnico, Joachim Löw, llegó como ayudante de campo de Jürgen Klinsmann en marzo de 2004, y que asumió como principal en julio de 2006, es decir, hace exactamente doce años (sí, leyó bien, doce), y que no fue despedido, ni cuestionado, cuando obtuvo el tercer lugar en el Mundial como local, o cuando fue eliminado por España en las semifinales de Sudáfrica 2010, y eso que le tocó dirigir a una selección que perdía siempre en las instancias decisivas (finalista en 2002, tercero en 2006 y 2010, finalista de la Eurocopa 2008).

Pero la selección argentina, en cambios debe enfrentarse a todo. Ya no sólo a los cambios permanentes de entrenadores, sino a los sistemas tácticos, a no tener una línea definida de juego, y sumado a todo eso, a los caprichos, en algunos casos insólitos, de quienes toman decisiones. Si César Luis Menotti dejó afuera del Mundial 1978 a un “inexperto” Diego Maradona que se cansó de meter goles en el torneo local siguiente, Carlos Bilardo llegó a explicar antes de Italia 1990 que no podía convocar a Ramón Díaz porque el diez le había bajado el pulgar, y si en 1998 no estuvo Fernando Redondo fue porque no quiso cortarse el pelo como Daniel Passarella le había exigido, como en 2002 Marcelo Bielsa se dio el lujo de no contar con Juan Román Riquelme, así como en Alemania 2006 no estuvo Juan Verón, enfrentado a Juan Pablo Sorín, y Lionel Messi no entró en el decisivo partido ante los alemanes de cuartos de final, o Carlos Tévez no tuvo oportunidades en 2014 porque según Sabella “el grupo ya estaba cerrado”.

Con todo ese bagaje, pretender que ahora las cosas vayan a estar mejor, suena a quimera. Si todo lo relatado anteriormente ocurrió con una AFA manejada de taquito muchas veces hasta acostado en una cama de Zurich por Julio Grondona, imagínense ahora sin alguien que aglutine ese poder, con Claudio Chiqui Tapia moviendo la batuta, pero sin llegada ni a la FIFA ni a la Conmebol y con la Superliga metiéndose desde otro edificio.

Además, desde los tiempos de Maradona que ningún jugador concentró jamás tanto poder y hasta rebalsó al semidiós argentino como en el caso de Messi. Ni Bilardo llegó a decir en aquellos tiempos que la selección no es suya como ahora se atreve a decir Sampaoli del supercrack del Barcelona, que ya no es un pibe y no se queda escuchando música en los auriculares sentadito en el banco de suplentes, sino que tiene voz y voto.

Y bastó entonces que Paulo Dybala, con su pureza, afirmara en una conferencia de prensa que pensó que total era lejos y del otro lado del Océano Atlántico que no se sentía cómodo jugando al lado de Messi, en un Barcelona-Juventus por la Champions League pasada para que el DT argentino, más messista que Messi, lo quitara de cualquier posibilidad mundialista, aunque sea ídolo en el club italiano, aunque defina los partidos importantes, y aunque muestre toda su clase en cada oportunidad.

Parece que pese a todo, Sampaoli cuenta con toda la tecnología posible, pero cuando juega la Juventus, la TV por cable o satelital no funciona demasiado bien desde que Dybala dijo lo que dijo.

A su vez, la amistad con el crack es uno de los pocos justificantes por los que este Javier Mascherano, el que eligió irse a jugar a una liga muy menor como la china, no sólo permanezca en el equipo argentino y hasta aspire a la titularidad y como volante central, cuando Sampaoli lo tenía originalmente como una especie de líbero para una línea de tres. Pero pasado el tiempo y ablandado el DT, las cosas “volvieron a la normalidad” y se le comunicó a quien toma las decisiones que ahora será “cinco” y ya no más “dos”. El entrenador, entonces, tomó debida nota, y a misa. No se hable más.

Mauro Icardi, si bien no tuvo fortuna en sus escasas presentaciones con la casaca albiceleste, llamativamente presentó un documento del Inter para no participar de la gira de noviembre pasado por Rusia cuando en la primera convocatoria, lesionado, viajó igual a Australia. ¿Qué sucedió en el medio? ¿Por qué una defensa tan enfática de Higuaín cuando ningún otro jugador la recibe?

Y por si todo esto fuera poco, aparece ahora Ezequiel Garay, misteriosamente marginado de los ciclos de Martino, Bauza y Sampaoli, afirmando en una entrevista radial que jamás se negó a participar y que, simplemente, nunca más fue convocado, luego de haber estado presente en los siete partidos del Mundial pasado, final ante Alemania incluida.

Entonces, hay resultados coherentes, como el 1-6 del pasado martes en Madrid ante un equipo español que lleva 14 años con el mismo estilo, tras el humo que se vendió cuando cuatro días antes se le ganó 2-0 a una Italia en absoluta transición, como DT y hasta presidente de la Federacalcio provisorios.

Mientras el fútbol argentino siga auto engañándose, lo más probable es que pese a tener un súper crack y tres o cuatro grandes jugadores (Agüero, Nicolás Otamendi, Paulo Dybala, entre ellos) y con el resto que acompaña como puede, llegue al Mundial de Rusia como ese alumno que se la juega todo a que la inspiración llegue en el momento justo.

Piense, amigo lector, en todo esto. Trate de tenerlo presente para cuando acabe la participación argentina en el Mundial que viene y le llegue desde algunos medios el discurso de que Messi pudo haber hecho “un poco más”.

Lo más increíble es que pese a todo, en algún lugar, albergamos aún la esperanza de ganar la tercera Copa del Mundo. Porque el fútbol argentino es capaz de todo. Ya lo probó mil veces.

Que Messi no se resfríe. Y que le arreglen la TV por cable a Sampaoli.

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