Desde Madrid,
En los próximos días, Andrés Iniesta oficializará su
despedida del Barcelona, club en el que se inició en la reconocida Masía, donde
se forman jugadores de excelencia desde hace décadas.
Por si faltaba una, el pasado sábado a la noche, en
el moderno estadio Wanda Metropolitano, hubo otra demostración de lo que
significa Iniesta para los amantes del fútbol en España: sobre el final de la
dura goleada del Barcelona al Sevilla por la definición de la Copa del Rey,
salió reemplazado y la ovación llegó desde todos los sectores, incluso por los
seguidores del equipo andaluz, que se pusieron de pie.
Es que Iniesta tiene dos goles fundamentales en su
extensa y gloriosa carrera: el más importante de su vida, sin dudas, es el que
le hizo en la final del Mundial 2010 a Holanda, que significó hasta ahora el
único título de la historia de esos certámenes para España. Pero no sólo fue
bonito el gol, sino que el “cerebro” lo festejó quitándose la camiseta de “La
Roja” para mostrar al mundo la de su amigo fallecido, el jugador Dani Jarque.
No es solamente un hermoso detalle, que en el mejor
momento de tu carrera te acuerdes de tu amigo, sino que ese amigo era jugador
del Espanyol…el rival catalán del Barcelona, el equipo de Iniesta, quien,
recién años más tarde se supo, estuvo deprimido por meses y al borde de colgar
los botines por no poder superar la muerte de su amigo.
Hay otro gol fundamental para Iniesta y es el que
convirtió sobre la hora ante el Chelsea en Stamford Bridge, cuando ya parecía
que se escapaba la chance de llegar a la final de la Champions League de 2009,
y su providencial remate de media distancia, colocó al Barcelona otra vez en la
instancia decisiva, en la que acabaría ganando “La Orejona” por tercera vez en
su historia y ante el Manchester United.
Sin embargo, y aunque pueda sonar muy tentador
describir al manchego de Albacete por estos dos goles, Iniesta es mucho más que
eso. Es un jugador de mucha clase, al punto de que el diario deportivo “Marca”,
de Madrid, que si de algo no se lo puede tildar es de barcelonista, lo definió
esta semana como “el jugador más importante de la historia del fútbol español”
y es posible que lo sea.
Y no se trata de señalar cuestiones de títulos
porque junto con Lionel Messi comparten la obtención de 31 con el Barcelona que
en pocos días serán 32 cuando hagan doblete en esta temporada y además de la
Copa del Rey se lleven la Liga.
Se trata de elogiar a un jugador que hizo de parar
la pelota, de pensar, de ubicarse y de manejar los partidos, su prioridad.
Iniesta es sinónimo de fútbol de calidad y no por nada creció admirando a Juan
Román Riquelme, de aquellos primeros años en los que el argentino recaló en el
Barcelona justo cuando nuestro personaje asomaba con cara de purrete al mundo
del fútbol profesional.
Iniesta es lo que podríamos definir como un diez
clásico, de manejar la pelota, los tiempos, los pases, y aunque hoy ya tiene
más dificultades para correr los noventa minutos, no lo necesita. Porque fue aprendiendo
que en el fútbol lo importante no es correr, sino que corra la pelota.
Si hubo algo injusto con Iniesta, cuyo futuro está
en el fútbol chino, a donde además hará otros negocios con sus viñedos, fue que
no ganara nunca un Balón de Oro, aunque la culpa la tiene más su compañero
Messi que malos juicios de la FIFA o la France Football. Optó a este premio
como nunca en 2010 tras ganar el Mundial con España, pero tyuvo que compartir
cartel de final con Messi y con otro compañero suyo del Barcelona, Xavi
Hernández.
Aplaudido en todas las canchas, Iniesta se va del
Barcelona y del fútbol español como lo que es, un caballero. De excelente
comportamiento, deja una marca que será difícil de igualar porque además de la
exquisitez, también trajo títulos.
Pero lo más importante son todas las imágenes y los
recuerdos de tantas jugadas sensacionales en una cancha. Como para recordarlo
eternamente y estar agradecidos por tanto fútbol, por tanto gran espectáculo.
En tiempos de crecientes medidores de velocidad de
desplazamiento de jugadores, de entrenadores que mueven fichitas y con esquemas
de pizarrón que pocos entienden, bien vale una pausa, una pelota contra el
piso, una gambeta, un toque preciso.
Todo eso lo reunió Iniesta, el “cerebro”.
Inolvidable.
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