martes, 24 de abril de 2018

Iniesta, elogio de la lentitud (Jornada)



                                   
                                                   Desde Madrid,



En los próximos días, Andrés Iniesta oficializará su despedida del Barcelona, club en el que se inició en la reconocida Masía, donde se forman jugadores de excelencia desde hace décadas.

Por si faltaba una, el pasado sábado a la noche, en el moderno estadio Wanda Metropolitano, hubo otra demostración de lo que significa Iniesta para los amantes del fútbol en España: sobre el final de la dura goleada del Barcelona al Sevilla por la definición de la Copa del Rey, salió reemplazado y la ovación llegó desde todos los sectores, incluso por los seguidores del equipo andaluz, que se pusieron de pie.

Es que Iniesta tiene dos goles fundamentales en su extensa y gloriosa carrera: el más importante de su vida, sin dudas, es el que le hizo en la final del Mundial 2010 a Holanda, que significó hasta ahora el único título de la historia de esos certámenes para España. Pero no sólo fue bonito el gol, sino que el “cerebro” lo festejó quitándose la camiseta de “La Roja” para mostrar al mundo la de su amigo fallecido, el jugador Dani Jarque.

No es solamente un hermoso detalle, que en el mejor momento de tu carrera te acuerdes de tu amigo, sino que ese amigo era jugador del Espanyol…el rival catalán del Barcelona, el equipo de Iniesta, quien, recién años más tarde se supo, estuvo deprimido por meses y al borde de colgar los botines por no poder superar la muerte de su amigo.

Hay otro gol fundamental para Iniesta y es el que convirtió sobre la hora ante el Chelsea en Stamford Bridge, cuando ya parecía que se escapaba la chance de llegar a la final de la Champions League de 2009, y su providencial remate de media distancia, colocó al Barcelona otra vez en la instancia decisiva, en la que acabaría ganando “La Orejona” por tercera vez en su historia y ante el Manchester United.

Sin embargo, y aunque pueda sonar muy tentador describir al manchego de Albacete por estos dos goles, Iniesta es mucho más que eso. Es un jugador de mucha clase, al punto de que el diario deportivo “Marca”, de Madrid, que si de algo no se lo puede tildar es de barcelonista, lo definió esta semana como “el jugador más importante de la historia del fútbol español” y es posible que lo sea.

Y no se trata de señalar cuestiones de títulos porque junto con Lionel Messi comparten la obtención de 31 con el Barcelona que en pocos días serán 32 cuando hagan doblete en esta temporada y además de la Copa del Rey se lleven la Liga.

Se trata de elogiar a un jugador que hizo de parar la pelota, de pensar, de ubicarse y de manejar los partidos, su prioridad. Iniesta es sinónimo de fútbol de calidad y no por nada creció admirando a Juan Román Riquelme, de aquellos primeros años en los que el argentino recaló en el Barcelona justo cuando nuestro personaje asomaba con cara de purrete al mundo del fútbol profesional.

Iniesta es lo que podríamos definir como un diez clásico, de manejar la pelota, los tiempos, los pases, y aunque hoy ya tiene más dificultades para correr los noventa minutos, no lo necesita. Porque fue aprendiendo que en el fútbol lo importante no es correr, sino que corra la pelota.

Si hubo algo injusto con Iniesta, cuyo futuro está en el fútbol chino, a donde además hará otros negocios con sus viñedos, fue que no ganara nunca un Balón de Oro, aunque la culpa la tiene más su compañero Messi que malos juicios de la FIFA o la France Football. Optó a este premio como nunca en 2010 tras ganar el Mundial con España, pero tyuvo que compartir cartel de final con Messi y con otro compañero suyo del Barcelona, Xavi Hernández.

Aplaudido en todas las canchas, Iniesta se va del Barcelona y del fútbol español como lo que es, un caballero. De excelente comportamiento, deja una marca que será difícil de igualar porque además de la exquisitez, también trajo títulos.

Pero lo más importante son todas las imágenes y los recuerdos de tantas jugadas sensacionales en una cancha. Como para recordarlo eternamente y estar agradecidos por tanto fútbol, por tanto gran espectáculo.

En tiempos de crecientes medidores de velocidad de desplazamiento de jugadores, de entrenadores que mueven fichitas y con esquemas de pizarrón que pocos entienden, bien vale una pausa, una pelota contra el piso, una gambeta, un toque preciso.

Todo eso lo reunió Iniesta, el “cerebro”. Inolvidable.



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