sábado, 28 de abril de 2018

Iniesta anuncia que se va del Barça y el sueño empieza a terminar (Jornada)



                                                 
                                                       Desde Barcelona



Andrés Iniesta, humano al fin, se seca las lágrimas. Está a punto de quebrarse varias veces, pero hay dos que son las más nítidas: cuando se refiere a La Masía, el lugar en el que se hizo hombre, además de crack, y cuando menciona a sus padres y su hermana, y recuerda el día que lo llevaron en coche desde Fuentealbilla para quedarse ya en la capital catalana, con apenas 12 años de edad.

Iniesta va a comunicar lo que ya todos los futboleros del mundo saben pero ni siquiera eso logra mitigar la emoción. Estamos a un costado, pegados a la puerta de la sala de Prensa de la ciudad deportiva del Fútbol Club Barcelona Joan Gamper, a metros de Iniesta, y en el ambiente, repleto como nunca (Xavi Alegría, uno de los miembros del departamento de Prensa, nos hace un cálculo de doscientas personas, casi un récord histórico), no se escucha ni el bolido de una mosca, tal como hubiera querido papá Campanelli, en la comida familiar de los domingos en los años 70.

Màs allà de que el propio Iniesta considera su salida como “natural” por el inexorable paso del tiempo, esto huele al final de una época, algo así como “The dream is over”, que aparece cantando John Lennon en una pequeña barca a poco de la separaciòn de los míticos The Beatles, cuando decía que ya no creía en Kennedy, ni en Zimmerman, y ni siquiera en los Beatles. Sólo creìa en él, bah, en Yoko (Ono) y en él (luego corregía), para citar la frase más dura: “The dream is over”, el sueño terminó, “¿qué puedo decir?”


Se parece mucho esto de Iniesta para quienes amamos profundamente el fùtbol bien jugado, de pelota al piso, sin correr demasiado porque, como decìa otro sìmbolo del barcelonismo, el fallecido holandés Johan Cruyff, el fútbol “es un deporte de vagos” en el sentido de que correr demasiado tampoco sirve. Es pausa, es mentir con elegancia (el amague), es pasar la pelota en el momento justo. En otras palabras, lo que por tantos años hizo Iniesta en el Barcelona.

No se le pudo preguntar a Iniesta quién considera que es su sucesor ahora en el Barcelona porque podría haber sido, quizá, una pregunta hiriente. Sencillamente porque no lo hay. Acaso él mismo haya sido el sucesor de un jugador que pasó con demasiada poca gloria por el Barcelona y no por casualidad fue uno de sus espejos y  es uno de sus amigos en el mundo de la pelota, Juan Román Riquelme, a quien conoció cuando el ex Boca Juniors vistiò de azulgrana en 2002 e Iniesta estaba con un pie en la Primera, cuando el DT era Louis Van Gaal.

Aún así, Iniesta podría ser una mezcla de Riquelme y Ricardo Bochini, por la elegancia del primero y los ojos en la espalda del segundo, sin necesidad de matarse corriendo pero con la exquisita técnica que derivó en el apodo de “Cerebro”. Es decir, no del peón, no del esfuerzo sino fruto del talento, de la creatividad.

No es casual que Iniesta sea el único jugador aplaudido en todos los estadios españoles (acaso no en el nuevo San Mamés, pero eso tiene una explicación política) a partir de su juego, carácter pero especialmente por haber convertido el gol más importante de la historia del fútbol de su país en la final del Mundial 2010 ante Holanda, en Sudàfrica.

Lo concreto es que con la salida de Iniesta, sumada a la de Xavi Hernández hace tres años, y con 32 tìtulos a cuestas (en verdad, 31 pero contamos la actual Liga porque cae de Perogrullo), el Barcelona empieza a quedarse huérfano de aquel fútbol que nos maravilló y que impuso un estilo mundial.

Lo dice el propio Iniesta, con los ojos húmedos, mirando desde la mesa y con el micrófono en mano: “conmigo se va una parte de cada uno de ustedes, que me ayudó a ser mejor”. Nuevamente nos retrotrae a la película “Imagine” y lo que dos simples chicas de Liverpool dijeron cuando las entrevistaron aquel fatídico 8 de diciembre de 1980, cuando fue asesinado John y lloraban a mares. “Es que nos criamos con él, con los Beatles, escuchando sus canciones”. Tan sencillo como eso.

Nosotros disfrutamos y gozamos con aquel Barcelona que fue pergeñando Frank Rikjaard, y que terminó de moldear Josep Guardiola y perfeccionó Tito Vilanova, hasta que falleció muy joven. Y de a poco eso empieza a terminar. Aunque siempre nos quede Lionel Messi, ahora líder futbolístico y capitán desde la temporada que viene.
“The dream is over”, el sueño terminó, ¿qué podemos decir? Fuimos “La Morsa”, con el aquel Barcelona, y ahora somos nosotros. Que el genio de Messi, la elegancia de Sergio Busquets, la prestancia de Gerard Piqué, y un vestuario unido tengan la fuerza de imponerse a los 4-4-2 que no dejan nada, aunque ya no estén Xavi ni Iniesta.

Con los años, se recordará cuando en 2012, la terna para el Balón de Oro al mejor jugador del mundo del año la compusieron Messi, Iniesta y Xavi. ¿Hace falta agregar algo? Nada, sólo agradecer tantos momentos felices, que al fin y al cabo, de eso se trata.

Como siempre dijo Eduardo Galeano, somos eternos mendigos del buen fútbol e Iniesta siempre fue muy generoso. 

Gracias, Cerebro, por tanto.




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