Desde Barcelona
Andrés Iniesta, humano al fin, se seca
las lágrimas. Está a punto de quebrarse varias veces, pero hay dos que son las
más nítidas: cuando se refiere a La Masía, el lugar en el que se hizo hombre,
además de crack, y cuando menciona a sus padres y su hermana, y recuerda el día
que lo llevaron en coche desde Fuentealbilla para quedarse ya en la capital
catalana, con apenas 12 años de edad.
Iniesta va a comunicar lo que ya todos
los futboleros del mundo saben pero ni siquiera eso logra mitigar la emoción.
Estamos a un costado, pegados a la puerta de la sala de Prensa de la ciudad
deportiva del Fútbol Club Barcelona Joan Gamper, a metros de Iniesta, y en el ambiente,
repleto como nunca (Xavi Alegría, uno de los miembros del departamento de
Prensa, nos hace un cálculo de doscientas personas, casi un récord histórico),
no se escucha ni el bolido de una mosca, tal como hubiera querido papá
Campanelli, en la comida familiar de los domingos en los años 70.
Màs allà de que el propio Iniesta
considera su salida como “natural” por el inexorable paso del tiempo, esto
huele al final de una época, algo así como “The dream is over”, que aparece
cantando John Lennon en una pequeña barca a poco de la separaciòn de los míticos
The Beatles, cuando decía que ya no creía en Kennedy, ni en Zimmerman, y ni
siquiera en los Beatles. Sólo creìa en él, bah, en Yoko (Ono) y en él (luego corregía),
para citar la frase más dura: “The dream is over”, el sueño terminó, “¿qué
puedo decir?”
Se parece mucho esto de Iniesta para
quienes amamos profundamente el fùtbol bien jugado, de pelota al piso, sin
correr demasiado porque, como decìa otro sìmbolo del barcelonismo, el fallecido
holandés Johan Cruyff, el fútbol “es un deporte de vagos” en el sentido de que
correr demasiado tampoco sirve. Es pausa, es mentir con elegancia (el amague),
es pasar la pelota en el momento justo. En otras palabras, lo que por tantos
años hizo Iniesta en el Barcelona.
No se le pudo preguntar a Iniesta quién
considera que es su sucesor ahora en el Barcelona porque podría haber sido,
quizá, una pregunta hiriente. Sencillamente porque no lo hay. Acaso él mismo
haya sido el sucesor de un jugador que pasó con demasiada poca gloria por el
Barcelona y no por casualidad fue uno de sus espejos y es uno de sus amigos en el mundo de la
pelota, Juan Román Riquelme, a quien conoció cuando el ex Boca Juniors vistiò
de azulgrana en 2002 e Iniesta estaba con un pie en la Primera, cuando el DT
era Louis Van Gaal.
Aún así, Iniesta podría ser una mezcla
de Riquelme y Ricardo Bochini, por la elegancia del primero y los ojos en la
espalda del segundo, sin necesidad de matarse corriendo pero con la exquisita
técnica que derivó en el apodo de “Cerebro”. Es decir, no del peón, no del
esfuerzo sino fruto del talento, de la creatividad.
No es casual que Iniesta sea el único
jugador aplaudido en todos los estadios españoles (acaso no en el nuevo San
Mamés, pero eso tiene una explicación política) a partir de su juego, carácter
pero especialmente por haber convertido el gol más importante de la historia
del fútbol de su país en la final del Mundial 2010 ante Holanda, en Sudàfrica.
Lo concreto es que con la salida de
Iniesta, sumada a la de Xavi Hernández hace tres años, y con 32 tìtulos a
cuestas (en verdad, 31 pero contamos la actual Liga porque cae de Perogrullo),
el Barcelona empieza a quedarse huérfano de aquel fútbol que nos maravilló y
que impuso un estilo mundial.
Lo dice el propio Iniesta, con los ojos
húmedos, mirando desde la mesa y con el micrófono en mano: “conmigo se va una
parte de cada uno de ustedes, que me ayudó a ser mejor”. Nuevamente nos
retrotrae a la película “Imagine” y lo que dos simples chicas de Liverpool
dijeron cuando las entrevistaron aquel fatídico 8 de diciembre de 1980, cuando
fue asesinado John y lloraban a mares. “Es que nos criamos con él, con los
Beatles, escuchando sus canciones”. Tan sencillo como eso.
Nosotros disfrutamos y gozamos con aquel
Barcelona que fue pergeñando Frank Rikjaard, y que terminó de moldear Josep
Guardiola y perfeccionó Tito Vilanova, hasta que falleció muy joven. Y de a
poco eso empieza a terminar. Aunque siempre nos quede Lionel Messi, ahora líder
futbolístico y capitán desde la temporada que viene.
“The dream is over”, el sueño terminó,
¿qué podemos decir? Fuimos “La Morsa”, con el aquel Barcelona, y ahora somos
nosotros. Que el genio de Messi, la elegancia de Sergio Busquets, la prestancia
de Gerard Piqué, y un vestuario unido tengan la fuerza de imponerse a los 4-4-2
que no dejan nada, aunque ya no estén Xavi ni Iniesta.
Con los años, se recordará cuando en
2012, la terna para el Balón de Oro al mejor jugador del mundo del año la
compusieron Messi, Iniesta y Xavi. ¿Hace falta agregar algo? Nada, sólo
agradecer tantos momentos felices, que al fin y al cabo, de eso se trata.
Como siempre dijo Eduardo Galeano, somos
eternos mendigos del buen fútbol e Iniesta siempre fue muy generoso.
Gracias,
Cerebro, por tanto.
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