lunes, 16 de abril de 2018

A 40 años de su muerte, Panzeri sigue teniendo razón (Jornada)




Dante Panzeri falleció un 14 de abril de 1978, hace cuarenta años. Por muy poco, un mes y medio, no llegó a presenciar (y acaso ser su mayor fiscal) lo que ocurrió durante el Mundial de ese año en la Argentina, del que fue uno de sus más duros críticos, aunque mucho más ligado al malgasto de los fondos estatales que por lo que podría haberlo sido poco tiempo más tarde, por haberlo utilizado políticamente para tapar el baño de sangre que la dictadura cívico eclesiástico militar generó en la Argentina.

La figura de un periodista como Panzeri (un tipo que se reconocía de derechas, pero honesto, serio y profundo) se agranda en este tiempo, cuatro décadas más tarde, cuando somos testigos de este “periodismo” deportivo que pone más el acento en que ahora Lionel Messi llegará al Mundial de Rusia sin competencia por haber quedado eliminado de la Champions League con el Barcelona, o que no se atreve a cuestionar al “ídolo” Guillermo Barros Schelotto en las conferencias de prensa en la que el DT les señala que  “preguntan mal”, o que coloca stickers con publicidad de jeans, cinturones y zapatos en los grabadores para que se vean cuando los poncha la cámara de TV.

Panzeri fue todo lo contrario que lo que por lo general (con escasas y honrosas excepciones)  solemos encontrar cada día en la Argentina. Acaso exageradamente, para hacer notar su enorme distancia con los protagonistas (a los que siempre trataba de “usted”), solía dar golpes en la mesa, cual fiscal con un martillo, para dar a conocer su posición, y hasta le llegó a gritar a algún comisario en su propia dependencia, como después de un recordado clásico entre Independiente y Boca en Avellaneda, por razones de seguridad.

Sus libros son obras maestras de análisis de la realidad futbolística al punto de haber sido sociólogo sin haberlo sido en la formalidad, aunque él mismo haya sostenido que todo lo que proponía no servía “para nada”.

Desde “Burguesía y gangsterismo en el deporte”, donde desmenuza los negocios crecientes y lo que cabía esperar en el futuro en el deporte argentino, hasta “Fútbol, dinámica de lo impensado”, donde da por tierra con todo el verso del “trabajo de la semana” que sirve para justificar puestos laborales de directores técnicos temerosos e insertos en un sistema de negocios que comenzó a crecer y desarrollarse desde el Mundial de Suecia en 1958, Panzeri dejó su marca con opiniones certeras y comprometidas, y tan respetadas como temidas.

Fue uno de los pocos (acaso el único) que advirtió que tras 24 años de aislamiento mundialista, la selección argentina, pese a que para muchos era “la mejor del mundo” aunque no se tuviera posibilidad de cotejarlo, fracasaría en Suecia cuando pudo observar in situ los amistosos previos, y quien pregonó “La Nuestra” como estilo de juego, aún enfrentándose al creciente modelo resultadista. Tanto, que para él, aquel Estudiantes múltiple campeón de los años sesenta fue “El de La Plata, no el de (Osvaldo) Zubeldía”, y cuando todos (entre ellos, el dictador Juan Carlos Onganía) festejaron esos títulos de América y el mundo, Panzeri nos señaló el cinismo de la base “filosófica” de aquellas conquistas mitificadas por gran parte de la prensa y el establishment.

Cuando se acercaba el Mundial 78, un Panzeri que no encontraba quién lo contratara entre las empresas mediáticas (en 1962 había abandonado la redacción de El Gráfico un domingo en el que no aceptó que el director editorial le sugiriera que debía mencionar la presencia de Álvaro Alsogaray en el palco del Monumental en el Superclásico, y renunció como director periodístico luego de haber puesto en la tapa a ciclistas y deportistas de variadas disciplinas), resultó un crítico feroz de la organización y del contraalmirante Carlos Alberto Lacoste, el hombre fuerte del Ente Autárquico Mundial 78 (EAM 78).

Panzeri llegó a concurrir a una cena en la casa de Lacoste con una enorme cantidad de carpetas para demostrarle que se malgastarían fondos innecesariamente cuando el país (ya sumergido en una feroz dictadura que desapareció a miles de compatriotas) no estaba en condiciones para hacerlo, y aunque todo siguió su curso, ya la esposa del marino terminó convencida de lo que decía apasionadamente el periodista en esa mesa.

Hoy, Panzeri, un auténtico referente de aquellos apasionados jóvenes que fuimos a principios de los años ochenta, cuando se iniciaba la última etapa de democracia en la Argentina, parece lejanísimo, pero acaso un faro para los que aún creemos que tenía razón, pero también hay malezas para despejar y descubrir a los verdaderos sostenedores de sus ideas, entre tantos que se escudan en su nombre, no siempre siendo coherentes entre sus acciones y sus palabras. No es fácil el camino, pero vale la pena seguirlo.

En este sentido, sentimos orgullo por haber sido prologados en uno de nuestros libros nada menos que por el fallecido José María Suárez “Walter Clos”, uno de los integrantes de aquella maravillosa sección “Pelota” de la recordada revista “Humor”,  maestro de periodistas y docente escolar.

En tiempos sin ironías ni doble sentido, de gritos ante las cámaras, de frases grandilocuentes, de rumores sin confirmar, de intereses y de jugadores instalados, de representantes mediáticos, de apuestas clandestinas y de pases permanentes con bolsillos que se quedan con vueltos,  el legado de Panzeri cobra aún más vigencia que nunca, como cuando señalaba que el deporte no debería pertenecer al ámbito de la Acción Social sino al de la Educación, “porque no es resultado, sino formación”. Y no le hacen caso.

Si Panzeri viviera, seguramente se la pasaría dando golpes en la mesa, pero al menos tendríamos un camino marcado con “Hacha y Tiza”, como se llamó uno de sus recordados programas de TV.

Cuarenta años después de su muerte, Panzeri sigue vivo en algunos de nosotros.  Y es un faro que nos alumbra.

No hay comentarios: