domingo, 29 de abril de 2018

Al Barcelona sólo le faltó la Champions en un año bisagra (Yahoo)





Justo ante el Deportivo, en La Coruña, y en la noche en la que se coronó campeón de Liga española por séptima vez en los últimos diez años, el entrenador Ernesto Valverde optó por una alineación inicial con dos volantes de equilibrio, Lionel Messi y Philipe Coutinho por delante de ellos, y Osmane Dembélé y Luis Suárez en el ataque.

Más allá de que seguramente la cantidad de momentos especiales vividos por Andrés Iniesta desde que éste comunicó que al terminar la temporada saldrá del equipo habrá generado que Valverde haya decidido un equipo inicial sin el “cerebro” de Fuentealbilla, lo cierto es que el once que saltó al campo en La Coruña para ganar la Liga se puede llegar a parecer demasiado al que comenzará como titular la temporada que viene.

De esta manera, además de una nueva gran producción de Messi, autor de tres goles que lo catapultan a los 32 en 33 partidos y como Botín de Oro de Europa a sólo cuatro partidos para el final de temporada, y del título de Liga que se suma al de la Copa del Rey conseguido una semana antes, es claro que la salida de Iniesta opera como una bisagra en el esquema y el andamiaje del Barcelona después de una década y media.

Es que Iniesta, en todos estos años, fue el encargado de uno de los elementos más difíciles del fútbol y en especial, en estos tiempos en los que se mide la velocidad de cada jugador y hasta cada jugador utiliza un medidor por debajo de su indumentaria, como si los kilómetros recorridos fuera lo importante. Nos referimos a la pausa, a poder parar unos segundos el balón para poder pensar cómo filtrarlo hacia adelante con la mayor precisión posible.

Si Iniesta fue el gran socio de Messi y no un competidor, es porque lo suyo fue la creatividad, el talento, la pausa, el pase preciso, la administración del juego del equipo, mientras que Messi fue la genialidad, la culminación, la claridad en los últimos metros del campo, pero fue Iniesta el encargado de facilitarle la tarea alcanzándole el balón lo más cerca que se pudo de la portería adversaria.

A partir de ahora, entonces, ya sin  Iniesta, ya con Messi definitivamente capitán del equipo, habrá que comprobar cómo se las arreglará el Barcelona para que el argentino no tenga que bajar muchos metros para hacerse del balón y volver a escalar posiciones en campo rival hasta poder marcar él mismo o habilitar a un compañero, y ese es el gran acertijo del equipo a partir de ahora, ya sin un jugador específico que se encargue de pensar el juego, a menos que estemos en las puertas de una de esas decisiones tácticas a futuro que nos puedan conmover, como sería por ejemplo que Valverde optara por que Messi juegue de Iniesta y Philipe Coutinho lo haga de Messi para la temporada 2018-19.

Si esto no ocurriese, lo más probable entonces es que nos encontremos con un sistema táctico muy parecido al de este pasado fin de semana en La Coruña, con un mediocampo con una línea de dos volantes de equilibro, como Sergio Busquets por el medio, e Iván Rakitic un poco más adelantado, con Messi y Coutinho de medias puntas, y con Osmane Dembélé y Luis Suárez como puntas.

Con este esquema táctico, el Barcelona colocaría a cuatro jugadores en función neta de ataque, a lo que podría sumarse el lateral Jordi Alba por la izquierda, pero el equipo –como se vio ante el Deportivo- ya no ofrece las mismas garantías en su andar, no apuesta ya a los lujos y a la estética como idea central, sino ya mucho más a la efectividad a partir de grandes ejecutantes centrados en eso, en marcar goles por encima de otras pretensiones pasadas.

Es decir que la salida de Iniesta es el definitivo corto de un tiempo de pausas y de pensamiento, de juego horizontal en lo conceptual para pasar a otro completamente vertical, con enorme capacidad de gol, pero salvo que ingrese Paulinho para ayudar en el medio, con más vértigo en el tránsito de un campo a otro, con la confianza en que el poder de gol a favor terminará inclinando la balanza a favor.

¿Fue una buena temporada para el Barcelona la que está terminando y en la que sólo queda un partido de trascendencia y está más ligado al honor que a los puntos, como es el Clásico ante el Real Madrid en el Camp Nou?

Depende de cómo se la evalúe. Desde lo que es conseguir un Doblete (Liga y Copa) sin dudas lo ha sido. Pero la dolorosa eliminación de la Champions ante la Roma, deja una espina clavada y la idea de que se pudo llegar más lejos, claro que sin planteos tan conservadores como el de la capital italiana, con más aciertos en el momento de decidir cambios, y con un recambio mayor, en calidad, al que tienen ahora los azulgranas en el banquillo.

Por lo demás, el Barcelona no sólo es un justo campeón de Liga porque ha sido el equipo más regular y el invicto en 34 partidos es una de las pruebas más elocuentes, sino que prácticamente no tuvo rivales porque el Real Madrid renunció demasiado pronto al título y el Atlético Madrid no pudo mantenerle el ritmo.

Entre los festejos de sus aficionados, sin embargo, el Barcelona se pregunta si para las próximas temporadas será posible agradar tanto con su juego como lo fue en el pasado, o si estamos en presencia de uno de esos cambios hacia otra dimensión de su juego.
Sólo el tiempo se encargará de darnos la respuesta.


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