Justo ante el Deportivo, en La Coruña, y en la noche
en la que se coronó campeón de Liga española por séptima vez en los últimos
diez años, el entrenador Ernesto Valverde optó por una alineación inicial con
dos volantes de equilibrio, Lionel Messi y Philipe Coutinho por delante de
ellos, y Osmane Dembélé y Luis Suárez en el ataque.
Más allá de que seguramente la cantidad de momentos
especiales vividos por Andrés Iniesta desde que éste comunicó que al terminar
la temporada saldrá del equipo habrá generado que Valverde haya decidido un
equipo inicial sin el “cerebro” de Fuentealbilla, lo cierto es que el once que
saltó al campo en La Coruña para ganar la Liga se puede llegar a parecer
demasiado al que comenzará como titular la temporada que viene.
De esta manera, además de una nueva gran producción
de Messi, autor de tres goles que lo catapultan a los 32 en 33 partidos y como
Botín de Oro de Europa a sólo cuatro partidos para el final de temporada, y del
título de Liga que se suma al de la Copa del Rey conseguido una semana antes,
es claro que la salida de Iniesta opera como una bisagra en el esquema y el
andamiaje del Barcelona después de una década y media.
Es que Iniesta, en todos estos años, fue el
encargado de uno de los elementos más difíciles del fútbol y en especial, en
estos tiempos en los que se mide la velocidad de cada jugador y hasta cada
jugador utiliza un medidor por debajo de su indumentaria, como si los
kilómetros recorridos fuera lo importante. Nos referimos a la pausa, a poder
parar unos segundos el balón para poder pensar cómo filtrarlo hacia adelante
con la mayor precisión posible.
Si Iniesta fue el gran socio de Messi y no un
competidor, es porque lo suyo fue la creatividad, el talento, la pausa, el pase
preciso, la administración del juego del equipo, mientras que Messi fue la
genialidad, la culminación, la claridad en los últimos metros del campo, pero
fue Iniesta el encargado de facilitarle la tarea alcanzándole el balón lo más
cerca que se pudo de la portería adversaria.
A partir de ahora, entonces, ya sin Iniesta, ya con Messi definitivamente capitán
del equipo, habrá que comprobar cómo se las arreglará el Barcelona para que el
argentino no tenga que bajar muchos metros para hacerse del balón y volver a
escalar posiciones en campo rival hasta poder marcar él mismo o habilitar a un
compañero, y ese es el gran acertijo del equipo a partir de ahora, ya sin un
jugador específico que se encargue de pensar el juego, a menos que estemos en
las puertas de una de esas decisiones tácticas a futuro que nos puedan
conmover, como sería por ejemplo que Valverde optara por que Messi juegue de
Iniesta y Philipe Coutinho lo haga de Messi para la temporada 2018-19.
Si esto no ocurriese, lo más probable entonces es
que nos encontremos con un sistema táctico muy parecido al de este pasado fin
de semana en La Coruña, con un mediocampo con una línea de dos volantes de
equilibro, como Sergio Busquets por el medio, e Iván Rakitic un poco más
adelantado, con Messi y Coutinho de medias puntas, y con Osmane Dembélé y Luis
Suárez como puntas.
Con este esquema táctico, el Barcelona colocaría a
cuatro jugadores en función neta de ataque, a lo que podría sumarse el lateral
Jordi Alba por la izquierda, pero el equipo –como se vio ante el Deportivo- ya
no ofrece las mismas garantías en su andar, no apuesta ya a los lujos y a la
estética como idea central, sino ya mucho más a la efectividad a partir de
grandes ejecutantes centrados en eso, en marcar goles por encima de otras
pretensiones pasadas.
Es decir que la salida de Iniesta es el definitivo
corto de un tiempo de pausas y de pensamiento, de juego horizontal en lo
conceptual para pasar a otro completamente vertical, con enorme capacidad de
gol, pero salvo que ingrese Paulinho para ayudar en el medio, con más vértigo
en el tránsito de un campo a otro, con la confianza en que el poder de gol a
favor terminará inclinando la balanza a favor.
¿Fue una buena temporada para el Barcelona la que
está terminando y en la que sólo queda un partido de trascendencia y está más
ligado al honor que a los puntos, como es el Clásico ante el Real Madrid en el
Camp Nou?
Depende de cómo se la evalúe. Desde lo que es
conseguir un Doblete (Liga y Copa) sin dudas lo ha sido. Pero la dolorosa
eliminación de la Champions ante la Roma, deja una espina clavada y la idea de
que se pudo llegar más lejos, claro que sin planteos tan conservadores como el
de la capital italiana, con más aciertos en el momento de decidir cambios, y
con un recambio mayor, en calidad, al que tienen ahora los azulgranas en el banquillo.
Por lo demás, el Barcelona no sólo es un justo
campeón de Liga porque ha sido el equipo más regular y el invicto en 34
partidos es una de las pruebas más elocuentes, sino que prácticamente no tuvo
rivales porque el Real Madrid renunció demasiado pronto al título y el Atlético
Madrid no pudo mantenerle el ritmo.
Entre los festejos de sus aficionados, sin embargo,
el Barcelona se pregunta si para las próximas temporadas será posible agradar
tanto con su juego como lo fue en el pasado, o si estamos en presencia de uno
de esos cambios hacia otra dimensión de su juego.
Sólo el tiempo se encargará de darnos la respuesta.
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