Desde Madrid
No hubo partido. Todo lo que se habló antes, todo lo
que se especuló sobre la relación entre los hinchas del equipo catalán y el
monarca Felipe VI, o que el Sevilla siempre estuvo a punto de ganarle tantas
veces en los últimos tiempos quedó sumergido en la nada cuando la pelota
comenzó a rodar en el reluciente estadio Wanda Metropolitano.
El 5-0 es elocuente, pero vale la pena decir que al
margen de la exhibición brindada por gran parte de los jugadores del Barcelona,
campeón de la Copa del Rey por cuarto año consecutivo y el que más la ganó en
la historia, el equipo de Ernesto Valverde ha jugado uno de los tres o cuatro
mejores partidos de la temporada, muy lejos del que hace un mes lo tuvo
sufriendo en el estadio Sánchez Pizjuán de los andaluces y si no aparecía ese
día la magia de Lionel Messi, con dos goles sobre la hora, habría perdido el
invicto.
El Barcelona viene de un duro golpe como fue la
sorpresiva eliminación de la Champions League en cuartos de final a manos de la
Roma con una ventaja de 4-1 en la ida, pero en cuanto a la dimensión local,
está a punto de alcanzar un respetable doblete, invicto en la Liga, campeón con
goleada en la Copa.
El partido del Wanda Metropolitano ante un digno
Sevilla, que dio la cara hasta el 2-0 que lo hundió y con un 3-0 en contra ya
en el descanso (números duros para una realidad que durante los últimos años
fue distinta y no tan amplia) pone muchas cosas en su lugar: espanta las
versiones de alguna dolencia de Messi porque si algo le duele, con que juegue
así el Mundial no es inconveniente, deja lugar a la ovación final a Andrés
Iniesta, con gol incluido, reemplazado para los aplausos y reverencias de todo
el estadio porque se va al fútbol chino, y por si fuera poco, deja en claro el
nivelo de Gerard Piqué, Sergio Busquets y la tremenda vigencia goleadora del
uruguayo Luis Suárez.
Luego, sí, viene el folklore, que cómo saludaron los
jugadores del Barcelona al Rey en el palco (con la mala suerte del monarca de
que desde que asumió, siempre justo los azulgranas fueron campeones), que si se
silbó el himno (cosa que fue verdad, y de manera estruendosa) desde la tribuna
catalana o un operativo policial muy inflado.
Lo concreto es que si el Barcelona juega así, como
esta noche en el Wanda Metropolitano, poco queda para los demás. Messi, con su
gol y sus dos asistencias, se dio el lujo de llegar a los 31 tantos al Sevilla
en su carrera, e Iniesta cierra su carrera levantando una nueva Copa como
capitán, que corresponde a su título 31 (4 Champions, 8 ligas, 6 Copas, 3
Mundiales de Clubes y 3 Supercopas de Europa) con el Barcelona.
No habrá sido el año del Triplete, pero Doblete
tampoco está nada mal, claro que si el Real Madrid llega a ganar la Champions,
estos títulos pueden llegar a quedar en un segundo plano.
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