Partamos de una
base: la Supercopa de España, con el nuevo formato de cuatro equipos adaptado a
estos tiempos en los que los negocios importan más que lo deportivo, al punto
que nada importó que se jugara en Arabia Saudita, donde la mujer es ninguneada
al máximo, la pudieron ganar el Atlético Madrid o el Barcelona, y la terminó
obteniendo el Real Madrid, que acaso ni debió jugarla.
Pero una cosa no
quita la otra. Si sugerimos que la pudo ganar el Atlético Madrid es porque en
la final ante su rival de ciudad, en un derby trasladado a Arabia Saudita,
estuvo muy cerca, luego de un partido muy parejo que terminó empatado 0-0 en los
noventa minutos y luego en el alargue de treinta y que bien pudo definir cerca
del final, cuando Álvaro Morata se iba solo para enfrentar a Thibaut Courtois,
y fue frenado desde atrás con una violenta infracción del volante uruguayo
Federico Valverde, bien expulsado. El tiro libre, no tuvo consecuencias y en
los penales, se impusieron los blancos.
Si sostenemos
que pudo ganar el título el Barcelona es porque perdió 3-2 ante el Atlético
Madrid en una semifinal que pudo estar ganando hasta 4-1 pero el VAR le anuló
dos goles por milímetros (entre ellos, una auténtica joya de Lionel Messi),
pero los rojiblancos aprovecharon el quedo de los veinte minutos finales para
sacar provecho de sus graves errores defensivos.
El Real Madrid,
al cabo campeón de esta edición de la Supercopa de España, entró al torneo con
fórceps y mucho más por la motivación del marketing y lo que el club representa
en el mundo (tanto que en la final era local y una inmensa mayoría de
espectadores árabes silbaban o abucheaban al Atlético cada vez que tomaba
posesión de la pelota), que por lo deportivo. Porque si de las cuatro plazas
dos eran para el Barcelona (campeón de Liga) y el Valencia (campeón de la Copa
del Rey), quedaba claro que una tercera era para el Atlético (subcampeón de Liga),
pero la cuarta pudo haber sido para el Betis, con mejor diferencia de gol que
el Real Madrid como semifinalista de la Copa, pero se prefirió que participara
el tercero de la Liga, que fueron los blancos.
Pese a todo, la
Supercopa de España marca un Real Madrid en franco ascenso. Cuando ya pocos
creían que en su segunda etapa como entrenador, Zinedine Zidane pudiera
recuperar un plantel desgastado, que olía a fin de ciclo, cada vez resulta más
evidente que los blancos van a más y que si ajustan los detalles, llegarán en
el pico de su rendimiento a fines de febrero para los dos duros compromisos
ante el Manchester City de Josep Guardiola por los octavos de final de la
Champions League, que deberán definir en Inglaterra.
El Real Madrid
dio la ventaja de jugar sin su goleador y referente del ataque, Karim Benzema,
como tampoco llevó a Arabia Saudita a Gareth Bale ni a su fichaje “galáctico”,
Eden Hazard. No obstante, el equipo ya tiene un andar muy sólido, acomodados ya
al medio el brasileño Casemiro y el ascendente Valverde, cada vez con mayor despliegue, sumada la
comprobada categoría de su base, tricampeona de Europa (y hasta en algunos
casos, tetracampeones continentales).
En el caso del
Atlético, ganar esta copa habría disimulado un hecho fundamental, y es que
ahora tiene un poderío económico e institucional que antes no había conseguido,
y con un plantel cada vez más rico, menos se entiende que su entrenador, Diego
Simeone, fundamental para el ciclo exitoso desde 2011, siga insistiendo con
planteos conservadores en vez de lanzar un poco más a sus jugadores. Sus
cambios en la final no resultan entendibles y lo único que hizo fue tirar al
equipo hacia atrás, y generar en su rival la posibilidad de buscar más la
victoria, cuando el partido estaba equilibrado. No es la primera vez que
ocurre: ya en la pasada Champions, en Turín ante la Juventus, la escasa
vocación ofensiva del banco derivó en una catastrófica y temprana eliminación.
Lo del Barcelona
es completamente diferente. Tiene entre catorce y quince jugadores de gran
nivel, al mejor jugador del mundo en su plantel capaz de la jugada más
maravillosa y de levantar cualquier partido con su sabiduría, pero todo equipo
necesita una guía, una idea, un norte, y los azulgranas no lo tienen desde hace
rato. Este juego actual poco y nada tiene que ver con aquel preciosista de los
tiempos de Josep Guardiola y Tito Vilanova y sus jugadores hacen lo que pueden,
mal distribuídos en el campo de juego y mal explotado su talento.
Aún así,
pudieron haber goleado al Atlético en semifinales con setenta minutos de muy
buenos pasajes de fútbol, pero entre el VAR y sus errores defensivos,
terminaron cediendo un partido que lo tenían a favor.
No todo son
resultados y el funcionamiento del equipo, en general, desde hace rato que no ofrece
garantías y la comisión directiva debió tomar medidas de cambio de entrenador
para suplir a Ernesto Valverde desde hace por lo menos un año y medio, pero el
vestuario lo apoya y eso complicó las cosas. Pero cuesta creer que el mismo
plantel que se dejó remontar un 4-1 y un 3-0 como local en dos Champions
seguidas, pueda torcer el rumbo y conquistar Europa esta vez. Si queda una
opción es porque Messi sigue en el equipo, pero nada más que por eso.
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