lunes, 13 de enero de 2020

El incesante crecimiento del Real Madrid, fin de ciclo en el Barcelona y un Atlético Madrid demasiado conservador (Jornada)




Partamos de una base: la Supercopa de España, con el nuevo formato de cuatro equipos adaptado a estos tiempos en los que los negocios importan más que lo deportivo, al punto que nada importó que se jugara en Arabia Saudita, donde la mujer es ninguneada al máximo, la pudieron ganar el Atlético Madrid o el Barcelona, y la terminó obteniendo el Real Madrid, que acaso ni debió jugarla.

Pero una cosa no quita la otra. Si sugerimos que la pudo ganar el Atlético Madrid es porque en la final ante su rival de ciudad, en un derby trasladado a Arabia Saudita, estuvo muy cerca, luego de un partido muy parejo que terminó empatado 0-0 en los noventa minutos y luego en el alargue de treinta y que bien pudo definir cerca del final, cuando Álvaro Morata se iba solo para enfrentar a Thibaut Courtois, y fue frenado desde atrás con una violenta infracción del volante uruguayo Federico Valverde, bien expulsado. El tiro libre, no tuvo consecuencias y en los penales, se impusieron los blancos.

Si sostenemos que pudo ganar el título el Barcelona es porque perdió 3-2 ante el Atlético Madrid en una semifinal que pudo estar ganando hasta 4-1 pero el VAR le anuló dos goles por milímetros (entre ellos, una auténtica joya de Lionel Messi), pero los rojiblancos aprovecharon el quedo de los veinte minutos finales para sacar provecho de sus graves errores defensivos.

El Real Madrid, al cabo campeón de esta edición de la Supercopa de España, entró al torneo con fórceps y mucho más por la motivación del marketing y lo que el club representa en el mundo (tanto que en la final era local y una inmensa mayoría de espectadores árabes silbaban o abucheaban al Atlético cada vez que tomaba posesión de la pelota), que por lo deportivo. Porque si de las cuatro plazas dos eran para el Barcelona (campeón de Liga) y el Valencia (campeón de la Copa del Rey), quedaba claro que una tercera era para el Atlético (subcampeón de Liga), pero la cuarta pudo haber sido para el Betis, con mejor diferencia de gol que el Real Madrid como semifinalista de la Copa, pero se prefirió que participara el tercero de la Liga, que fueron los blancos.

Pese a todo, la Supercopa de España marca un Real Madrid en franco ascenso. Cuando ya pocos creían que en su segunda etapa como entrenador, Zinedine Zidane pudiera recuperar un plantel desgastado, que olía a fin de ciclo, cada vez resulta más evidente que los blancos van a más y que si ajustan los detalles, llegarán en el pico de su rendimiento a fines de febrero para los dos duros compromisos ante el Manchester City de Josep Guardiola por los octavos de final de la Champions League, que deberán definir en Inglaterra.

El Real Madrid dio la ventaja de jugar sin su goleador y referente del ataque, Karim Benzema, como tampoco llevó a Arabia Saudita a Gareth Bale ni a su fichaje “galáctico”, Eden Hazard. No obstante, el equipo ya tiene un andar muy sólido, acomodados ya al medio el brasileño Casemiro y el ascendente Valverde, cada  vez con mayor despliegue, sumada la comprobada categoría de su base, tricampeona de Europa (y hasta en algunos casos, tetracampeones continentales).

En el caso del Atlético, ganar esta copa habría disimulado un hecho fundamental, y es que ahora tiene un poderío económico e institucional que antes no había conseguido, y con un plantel cada vez más rico, menos se entiende que su entrenador, Diego Simeone, fundamental para el ciclo exitoso desde 2011, siga insistiendo con planteos conservadores en vez de lanzar un poco más a sus jugadores. Sus cambios en la final no resultan entendibles y lo único que hizo fue tirar al equipo hacia atrás, y generar en su rival la posibilidad de buscar más la victoria, cuando el partido estaba equilibrado. No es la primera vez que ocurre: ya en la pasada Champions, en Turín ante la Juventus, la escasa vocación ofensiva del banco derivó en una catastrófica y temprana eliminación.

Lo del Barcelona es completamente diferente. Tiene entre catorce y quince jugadores de gran nivel, al mejor jugador del mundo en su plantel capaz de la jugada más maravillosa y de levantar cualquier partido con su sabiduría, pero todo equipo necesita una guía, una idea, un norte, y los azulgranas no lo tienen desde hace rato. Este juego actual poco y nada tiene que ver con aquel preciosista de los tiempos de Josep Guardiola y Tito Vilanova y sus jugadores hacen lo que pueden, mal distribuídos en el campo de juego y mal explotado su talento.

Aún así, pudieron haber goleado al Atlético en semifinales con setenta minutos de muy buenos pasajes de fútbol, pero entre el VAR y sus errores defensivos, terminaron cediendo un partido que lo tenían a favor.

No todo son resultados y el funcionamiento del equipo, en general, desde hace rato que no ofrece garantías y la comisión directiva debió tomar medidas de cambio de entrenador para suplir a Ernesto Valverde desde hace por lo menos un año y medio, pero el vestuario lo apoya y eso complicó las cosas. Pero cuesta creer que el mismo plantel que se dejó remontar un 4-1 y un 3-0 como local en dos Champions seguidas, pueda torcer el rumbo y conquistar Europa esta vez. Si queda una opción es porque Messi sigue en el equipo, pero nada más que por eso.

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