El fútbol
argentino se desayunó con la noticia de que Mauricio Macri fue designado por el
presidente de la FIFA Gianni Infantino para presidir la Fundación de la
entidad, creada en 2018 para ayudar a la promoción del deporte en el mundo y
favorecer a las entidades que necesitan un impulso para su desarrollo, algo que
sorprende porque si hay algo en lo que el ex mandatario argentino falló, fue
precisamente en eso y hasta podría decirse que ocurrió todo lo contrario: los
clubes de barrio o con funciones sociales, al mejor estilo de la gran película
“Luna de Avellaneda” sufrieron casi un acoso estatal entre 2015 y 2019 y muchos
de ellos bucean en las profundidades para encontrar soluciones y no
desaparecer.
Pero la
designación de Macri en esta Fundación, que lo tendrá por muchos momentos
alejado de la Argentina para alegría de sus copartidarios del PRO, que tratan
de encontrar un nuevo liderazgo en la oposición para intentar el día de mañana
el regreso al poder, no debe leerse en clave formal, es decir, que haya sido
contratado con precisión para la actividad que se indica formalmente desde la
FIFA.
Más allá de la
devolución de atenciones (lo que ya refirieron muchos medios sobre que Macri le
abrió la puerta del G-20 a Infantino, cosa que de todos modos, alguien como el
presidente de la FIFA podía lograr por sus propios medios sin el ex presidente
argentino), lo que el mandatario de la FIFA busca con alguien considerado
exitoso en el plano futbolístico por los éxitos de Boca en su gestión (aunque
en opinión de quien esto escribe se debe en un enorme porcentaje a Carlos
Bianchi y no precisamente al dirigente), es ir equiparando el poder perdido en
manos de los poderosos clubes europeos que cada vez más hacen y deshacen a su
antojo, por una parte por haber ganado posiciones desde hace un lustro, y por
otro, por la propia situación de la economía mundial.
En efecto, desde
la muerte de Julio Grondona (julio de 2014) y la salida del poder de Joseph
Blatter (mayo de 2015) –números dos y uno hasta entonces- la FIFA fue
abandonando de a poco aquellas banderas defendidas a rajatabla por aquellos
dirigentes salientes acerca de que el fútbol tiene un alto grado de pasión
(selecciones nacionales) y no todo pasa por los intereses de los poderosos
(clubes europeos).
Esto que se
indica en el párrafo anterior no significa que esos dirigentes mencionados no
hayan estado altamente vinculados a episodios de corrupción, como bien indican
en FIFA-Gate o el escándalo de las coimas con Michel Platini, el entonces
suspendido presidente de la UEFA.
Lo que se
intenta decir es que al mismo tiempo que estos dirigentes protagonizaban
episodios de corrupción, también fueron defensores de otra mirada desde lo
filosófico-deportivo. Blatter llegó a decir que “yo administro pasiones”, lo
cual parece una contradicción pero no lo es. “administración” es todo lo
contrario a “pasión”, y sin embargo, en el fútbol mundial conviven los clubes
con las selecciones nacionales y los jugadores de élite deben desdoblarse entre
ambos equipos, y lo que los anteriores dirigentes trataban era de que los
poderes económicos de los clubes europeos (a donde confluyen casi todas las
estrellas por razones de dinero y figuración) no se tragaran el otro “gran
negocio” pero basado en la pasión, que es el de las selecciones.
Con Infantino,
que vino a transmitir una idea de renovación de la FIFA que terminó siendo
light porque no quedaba otra (siendo que él era el único dirigente del mundo
“occidental” en condiciones de asumir porque los sudamericanos estaban todos
involucrados en el FIFA-Gate y los europeos, en sus propios asuntos internos de
corrupción, y él era la única salida antes de perder el poder en manos de los
jeques, en 2016), aquel intento anterior de equilibrio de poderes “clubes
europeos” vs “selecciones nacionales” se fue perdiendo, y la ECA (la Asociación
de Clubes Europeos) fue ganando terreno, al punto de arrodillar a la propia
UEFA, que con Platini había seguido los lineamientos de Blatter y Grondona
hasta donde pudo.
Por esta razón
es que Infantino ahora, ya desbordado por la expansión cada vez mayor de los
poderosos clubes europeos, intenta equilibrar con sudamericanos. No es
casualidad que hace pocas semanas hayan estado en Zurich, y juntos, los
presidentes de River (Rodolfo D’Onofrio) y Boca (Daniel Angelici, aún en
funciones), y reunidos con Florentino Pérez, el titular del Real Madrid.
Un ejemplo claro
de lo que viene ocurriendo lo vive en carne propia la selección argentina, que
en cada “fecha FIFA” de partidos internacionales, se las debe arreglar para
jugar amistosos ante equipos sudamericanos, africanos, asiáticos o
norteamericanos ante la cerrazón de Europa, que a través de la UEFA y por
presión de la ECA, se inventó un nuevo torneo al margen de la Eurocopa, la Liga
Europea de Naciones, con la particular intención de cerrar a sus jugadores del
“Virus FIFA”, es decir, aquellos partidos molestos de entresemana que acaban
con los futbolistas de los equipos poderosos desgastados físicamente, o
lesionados, en partidos de poca monta para sus intereses (o sea, que se juegan
con la “pasión” de las camisetas ajenas).
Lo que Infantino quiere es abrir el juego y que haya, en todo caso, una Liga Mundial que involucre a todos, y hasta agrandar el Mundial de Clubes (logro ya conseguido, aunque con enormes reticencias de los europeos, para 2021 en China), que se juega en detrimento de la Copa de las Confederaciones, es decir, no casualmente otro torneo de selecciones de todo el mundo dado de baja para dar lugar a uno de clubes.
Lo que Infantino quiere es abrir el juego y que haya, en todo caso, una Liga Mundial que involucre a todos, y hasta agrandar el Mundial de Clubes (logro ya conseguido, aunque con enormes reticencias de los europeos, para 2021 en China), que se juega en detrimento de la Copa de las Confederaciones, es decir, no casualmente otro torneo de selecciones de todo el mundo dado de baja para dar lugar a uno de clubes.
No sería de
extrañar, incluso, que en su interior, Macri piense esta llegada a la FIFA
apenas como puntapié inicial, dado que la función que cumplirá tiene mucho de
diplomático y no tanto de acción social (reservado para gente con mayor
criterio técnico dentro de la entidad), con lo cual, en su mente podría estar
la idea de lanzarse más adelante a la presidencia de la FIFA, al cabo, un
ámbito que es más familiar y de mayor dominio para él que presidir un país,
cuando todos sabemos los resultados de su gestión en ambos casos.
Más allá de
Macri y de su conveniencia o no de alcanzar este puesto en la FIFA (que creemos
altamente inconveniente aunque no sólo fue convocado para eso), la reacción de
la AFA vuelve a repetir un sinsentido que ya parece característico, con un
comunicado que no reúne las mínimas condiciones de inteligencia y diplomacia
que el caso requiere, además de advenedizo.
La AFA se opone
a la designación de Macri al declararla “preocupante”, cuando el cargo que el
ex presidente tendrá es discrecional, esto significa que Infantino puede
designar a quien sea si considera que reúne los requisitos (aunque todos
creamos que no), y por lo tanto, la entidad argentina no tiene por qué ser
consultada desde lo institucional porque, además, si bien Macri es argentino,
no es hoy un dirigente de fútbol.
Pero además, la
AFA no es consultada por otras razones: 1) Institucionalmente, la relación de
la FIFA es con las Confederaciones, es decir, con las entidades en segundo
grado, como en este caso debería ser la Conmebol, de la que la AFA es parte, 2)
Parece que la AFA no recuerda que su presidente, Claudio Tapia, fue separado de
su cargo de representante de la Conmebol ante la FIFA luego de una fogosa carta
que la entidad argentina le enviara en 2019 a la Conmebol quejándose del
arbitraje en el partido semifinal de Copa América entre Brasil y Argentina en
Belo Horizonte y exigió la dimisión del presidente del Comité Arbitral, Wilson
Seneme, de estrecha relación con los dos titulares de la Comisión Arbitral de la
FIFA, el italiano Pierluiggi Collina y el suizo Massimo Busacca.
No sólo envió la
AFA esa carta incendiaria, a sabiendas de que la respuesta negativa sería
obvia, sino que el último día de la Copa América intentó otra jugada que se
pareció mucho a un tiro en el pie: mediante prensa amiga hizo circular el plena
final entre Brasil y Perú en el estadio Maracaná, el bolo de que sería invitada
en pocos días por la UEFA para participar en la próxima Eurocopa de mitad de
2020, y dejando entrever que de esta forma, podría abandonar la “hostil”
Conmebol. Un disparate en toda regla. La respuesta de la UEFA, al rato, a quien
esto escribe, fue rotunda: “lo que nosotros le dijimos a la AFA es que en la
Eurocopa estaba invitada a observar los partidos en el palco, junto a nosotros,
pero ni se nos ocurre que la selección argentina pudiera participar del
torneo”.
Así las cosas,
que Tapia, su suegro Hugo Moyano, sindicalista de peso, opositor acérrimo de
Macri y presidente de Independiente o el nuevo presidente de Boca, Jorge Amor
Ameal, reclamen que la AFA no haya sido consultada para la decisión de nombrar
a Macri en la FIFA no tiene ningún asidero. Menos aún cuando al regreso de la
Copa América de Brasil, Tapia concurrió a una de las tantas reuniones de la
Conmebol en su sede de Luque en 2019, y se le comunicó que había perdido todo
el respaldo para seguir siendo el representante de la Conmebol ante la FIFA,
cargo por el que rogó en forma permanente a Infantino, y por el que cortejó al
presidente de la FIFA especialmente durante todo el Mundial de Rusia,
arrancándole una promesa de que si aparecía un hueco, le harían un lugar.
Ese lugar, para
suerte de Tapia y del fútbol argentino, llegó demasiado pronto. El
representante de la Conmebol ante la FIFA era el presidente de la Asociación
Uruguaya (AUF), Wilmar Valdez, quien debió salir del cargo por causas de
corrupción interna y entonces debió ceder su cargo internacional. Era una
posibilidad única: tras casi 5 años lejos de los primeros lugares en Zurich,
Tapia regresaba en reemplazo de Valdez y sin embargo, perdió el cargo en un año
y otra vez ahora lo retomó el nuevo presidente de la AUF, el economista Ignacio
Alonso, que, tal como “Chiqui”, asumió luego de una intervención light de FIFA
y Conmebol en la entidad oriental.
Si Tapia o
Moyano no tienen derecho al pataleo sobre lo que FIFA decida, y menos la AFA
luego del patético 38-38 de diciembre de 2015, tampoco parece que le
corresponda al presidente de River, Rodolfo D’Onofrio, quien ahora se queja del
gobierno de Macri pero quien llegó a aparecer, sonriente, entregándole una
camiseta de River con su apellido a la ex presidenta del FMI, Christine
Lagarde, y mucho menos Marcelo Tinelli, ahora virulento con sus tweets pero
quien llegó a visitar al ex presidente y a aparecer riéndose junto a él y
haciendo juntos muecas ante un espejo deformado cuando las cosas le iban mejor
al ahora presidente de la Fundación de la FIFA.
Muchos de los
que, de todos modos, están en camino a fundir sus clubes, los que vulneran
permanentemente los reglamentos, los que piden cambiar cada vez que pueden las
fechas y los horarios de los partidos, los que acomodan el calendario para
jugar en altas temperaturas de verano y descansar en invierno para vender
jugadores, los que no tienen idea de cómo aprovechar una economía que exporta
en euros y vive en pesos, todos esos que nunca hablaron en cuatro años y
firmaron un contrato para la conformación de la Superliga para acercarse a que
los clubes pudieran ser sociedades anónimas y que la AFA perdiera parte de su
poder, ahora sí se quejan de que alguien que hizo lo que ellos, a gran escala,
pueda llegar más arriba. El muerto que se queja del degollado.
Al cabo, unos
están donde no deben y los otros critican con impunidad. El fútbol argentino,
cada vez cae más en ridículo. Ya se lo dijo varias veces Julio Grondona a este
periodista: “ya me van a extrañar cuando muera”. Parecía imposible y sin
embargo, lo que vino fue peor.
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