- ¿Cómo llega
Diego Maradona a su vida?
- Yo era el
kinesiólogo de Deportivo Mandiyú cuando justo llegó Diego Maradona llegó en
1995 como director técnico del equipo, y fue un vínculo muy estrecho porque
nosotros vivíamos prácticamente concentrados en un hotel que quedaba en un
pueblo de Corrientes que se llama Empedrado, el Hotel Panambí. Era un hotel
interesante porque estaba aislado, en un borde, haciendo ladera con un río,
entonces era un lugar espectacular. En ese lugar teníamos un predio muy
importante para entrenarnos.
- ¿Usted es
correntino?
- No, yo soy
chaqueño, pero estudié kinesiología en Corrientes y entonces, por esas cosas de
la vida, me quedé en esta ciudad, trabajé allí y un día. Por esas cosas que
pasan en la vida, aparece Maradona, y cuando yo no era alguien ligado al
fútbol, porque yo en mi vida me vinculaba al fútbol pero jamás había ido a una
cancha, por ejemplo. Y con Maradona trabamos una amistad muy linda, muy
cercana, porque a los dos nos gustaba pescar y como el patio del hotel daba al
río, entonces yo me levantaba temprano a la mañana e iba a pescar, y a veces lo
despertaba a él y nos quedábamos toda la mañana tomando mate y pescando hasta que se levantaba el resto del plantel.
- ¿Ese vínculo
siguió cuando Maradona se fue de Deportivo Mandiyú?
- Sí, porque
luego él me llevó a Racing, cuando fue DT allí, en ese mismo año. Cuando él se
fue de Mandiyú me dijo “quiero que si arreglo con otro equipo vengas a trabajar
conmigo” y yo pensé que más que nada era un cumplido por esta relación que
teníamos, pero ni bien firmó contrato con Racing me llamó, vine a Buenos Aires
y arreglé, y acá es cuando yo escucho muchas veces a la gente que dice de
Maradona “no me importa lo que hiciste con tu vida pero sí lo que hiciste con
la mía”. Lo mío tiene cierto pragmatismo que va más allá de la frase porque a
mí literalmente me cambió la vida. El contrato que me hizo firmar en Racing
hizo que yo pudiera vivir de una manera diferente, seguir estudiando osteopatía
y progresar económicamente cuando yo no tenía ese tipo de posibilidades en
Corrientes.
- ¿Usted
entonces era osteópata en Mandiyú?
- No, yo allí
era kinesiólogo. Yo estudié kinesiología en Corrientes y luego, en Buenos
Aires, pude hacer ya la especialidad de osteopatía.
- ¿Y cuando
Maradona dejó de ser el DT de Racing siguió siendo su paciente particular?
- Así es. Yo en
Racing era el kinesiólogo del plantel y paralelamente lo trataba a él, teníamos
un trato diario. En esa época yo había comenzado a trabajar con acupuntura y él
reaccionaba muy bien a las agujas, y recuerdo que cualquier lesión que él
tenía, usaba las agujas y lo resolvía de manera rápida con él. Es otra de las
cosas que yo considero de Maradona. Era un tipo muy especial porque todo lo que
podías hacer en él, independientemente de lo bueno o malo que seas como
profesional, daba un resultado espectacular, porque él tenía, no sé, algo, una
energía especial.
- ¿Me da un
ejemplo?
- Íbamos a
pescar, él encarnada con un palo y él sacaba el pescado más grande. Tenía una
suerte extraordinaria este tipo, era una cosa maravillosa.
- ¿Una suerte
especial, como tocado por la varita mágica?
- No, a ver…hay
cosas que yo las vinculo con la suerte y cosas que las vinculo con su biología
propia. Cuando hablo del tratamiento de una lesión, lo único que había que hacer con su cuerpo
era estimularlo un poco, corregirlo un poco, pero después él tenía una
capacidad de auto curación que era extraordinaria.
- Esto que dice
usted ahora. ¿puede tener alguna relación con esas recuperaciones milagrosas
que Maradona tuvo tantas veces en su vida?
- Yo creo que
sí. Él estaba dotado biológicamente de cierta capacidad que no la tienen todos,
y lo digo con la experiencia de treinta años tratando pacientes de todas partes
del mundo porque trabajo con futbolistas en todas partes, me llaman mucho de
Grecia o Italia. Pero Diego era un caso raro, poco común por la capacidad de
respuesta de su cuerpo. Su respuesta biológica era muy superior a la que yo
encontraba diariamente.
- ¿Me puede dar
un ejemplo?
- Me acuerdo de
un caso, que me quedó muy grabado. Él tenía que venir a Buenos Aires a jugar un
partido con Marcelo Tinelli por la TV y
se había hecho un desgarro de gemelo, y ese desgarro suele no dejarte pisar. Él
me decía “yo tengo que jugar” y yo le decía “mirá, es difícil jugar. ¿Cómo
hacés para jugar con un desgarro de gemelo? Es incompatible con el paso,
directamente”. Y él me dice “¿Y si me hacés un vendaje?” Y yo me reía y le
decía “¿Pero querés que te deje como una momia? ¿Qué vendaje te puedo hacer?” Y
él me decía “Dale, dale que yo me la rebusco”. Bueno, yo le hice unas cosas
rarísimas, unos vendajes con unas telas blancas que usaba para limitar los
movimientos del tobillo y al final, tenía vendado desde el tobillo a la
rodilla, eso era como un yeso y en el talón le había puesto un suplemento de
goma eva, que era un pedazo de ojota que había encontrado, o una chinela. No
sabía qué hacer. Y él caminaba en puntas de pie. Y vino a Buenos Aires y jugó. Después de un
rato yo me decía “no puede ser que este tipo esté jugando”. Y después de un rato
lo veía correr, saltar…¡y jugaba en un pie! Él resolvía las cosas de una manera
diferente.
- A usted le
tocó compartir ese tiempo de Deportivo Mandiyú cuando Maradona era el director
técnico pero aún era un jugador en actividad que estaba suspendido. ¿Cómo
llevaba él esa situación?
- Yo creo que el
título de técnico, en este caso, tratándose de una personalidad como la de
Maradona, era diferente porque no es que él conocía de fútbol sino que él era
el fútbol. ¿Qué persona en el mundo podía tener más autoridad que Diego? Y mire
que yo he escuchado hablar en mi vida a muchos técnicos en los vestuarios desde
hace treinta años, pero Diego a veces transmitía conceptos que tenían un dejo
muy inteligente pero que era muy difícil llevarlos adelante. Si viene Maradona
a decirle algo a un jugador con respecto al juego, uno potencia su capacidad
automáticamente, pero no sé si lo vas a poder desarrollar de la manera en que
te lo pide. Nosotros éramos Mandiyú, no éramos el Barcelona. Eran muy buenos
jugadores pero por ahí no se ajustaban a los requerimientos del DT y Diego, en
ese sentido, interactuaba mucho con Carlos Fren, su ayudante de campo. Después,
se necesita mucho tiempo para amalgamar un equipo, y fue poco tiempo. Pero le
puedo asegurar que lo que se transmitía generaba en cada jugador una potencia
increíble.
- ¿Después se
siguieron viendo?
- Mucho menos,
porque después él interrumpió su contrato con Racing y se fue ya como jugador a
Boca, y yo seguí en Racing y ahí se nos bifurcó la historia. Nos saludamos en
las canchas pero ya no tuvimos una relación estrecha. Nos cruzamos en par de
veces de manera fortuita. Una vez nos cruzamos en El Vaticano.
- Qué lugar para
encontrarse…
- Yo estaba en
una audiencia con el Papa Francisco, fui a saludarlo y me entero de que iba a
estar Diego. Quise acercarme a él pero era imposible por la valla que había
cerca de él, entonces renuncié, pero cuando se empezó a calmar la gente y cada
uno empezó a tomar ubicación, lo sentaron a él en la primera fila, frente al
Papa, entonces toda la gente pasaba en fila india para saludar al Papa y allí,
en un momento, me tocó enfrentarme con Diego a dos metros de distancia y recién
ahí nos vimos, y Diego me hizo un gesto así como “¿qué estás haciendo acá? Vos
tenés que estar preso en Corrientes, no acá” y nos reímos. Teníamos un amigo en
común, Fernando Signorini (ex preparador físico personal de Maradona y de la
selección argentina), y con él planeábamos cosas que quedaron solamente en un
mundo utópico de cosas que uno quería hacer incluyendo a Diego en cosas ligadas
al fútbol.
- ¿Y cómo era la
vida de Maradona a los 35 años, cuando lo trataste?
- Yo creo que
viví la mejor etapa de Diego porque era un tipo sumamente cariñoso y afectivo.
Le encantaba la franela, la reunión y el chiste en la mesa, y estar en un
almuerzo con Diego era una fiesta porque tenía tantas anécdotas, vivió tantos
años este muchacho…es una mentira cuando dicen que vivió poco…¡nooo! Nosotros
vivimos poco, él vivió demasiado y se gastó. Él tenía un alto sentido del
humor, siempre predispuesto a la aventura, a hacerte pasar un buen momento y
nadie defendía tanto como Diego a las personas que estaban a su lado. Yo estoy
melancólico, nostálgico por su muerte pero fundamentalmente, muy agradecido
porque de la forma en que él defendió mi contrato cuando yo llegué a Racing,
nunca nadie lo habría hecho. Si no fuera por él, yo jamás habría estado en
Racing. Fue demasiado generoso conmigo.
- Tendrá muchas
anécdotas con él.
. Tengo para
hacer dulce de anécdotas. Por ejemplo, las mañanas de pesca en el río Paraná.
El restaurante del hotel tenía una pared de vidrio donde se podía ver el río
serpenteando. Nosotros íbamos a pescar ahí abajo y yo me quedaba a pescar hasta
la hora de la comida, que era cuando subía y entonces los muchachos de Mandiyú
desde las mesas me veían subir y me cargaban “ahí viene el pescador, ¿qué
pescaste hoy?” y me hacían todo tipo de bromas. Pero un día, me dijo Diego
“mañana, cuando estén todos sentados, andá y comprá el pescado más grande que
veas por ahí en la pescadería. Salimos una noche con la camioneta, compramos un
dorado gigante, que era un yacaré, y yo con mi cañita que daba para una
mojarra, no para un dorado. Escondimos el pescado en el matorral, cerca del
agua, y al otro día, cuando estaban
todos sentados, veían que yo traía un pescado enorme y todos se reían, y
Maradona les decía “hablen ahora, digan que este no sabe pescar”. Tenía esas
cosas.
- Me imagino lo
que era verlo en los entrenamientos, cómo le pegaba a la pelota…
- En la época de
Mandiyú, lo acompañaba su padre, Chitoro, y estaban también su suegro, Coco
Villafañe y su hermano Lalo. Hacíamos asados los viernes, cuando terminábamos
de entrenar. El asado lo hacía Don Diego padre. Nosotros teníamos al paraguayo
Guido Alvarenga, un número diez muy habilidoso, y recuerdo que antes del asado,
una vez, Guido se puso a hacer jueguito con una naranja, y para Maradona, fue
como mojarle la oreja y se vino al humo (risas), se le puso a la par y le dijo
“vamos a hacerla más difícil” y se trajo una cebolla, y le pegaba de tal manera
que Guido siguió con la naranja porque no le podía seguir el ritmo. Increíble
lo que hizo con esa cebolla. En esa época estaba en el arco Sergio Goycochea, y
en los entrenamientos, para pelotearlo, Diego ponía las pelotas en una hilera
en la mitad de la cancha, Goycochea venía caminando desde la mitad de la cancha
al borde del área y Diego le colgaba las pelotas por arriba, y de las veinte.
Diecinueve iban al arco, con una precisión increíble.
- Esos
entrenamientos deben haber sido especiales…
- Sí, y pasaba
cada cosa…
- Cuente…
- Una vez, en
pleno entrenamiento, levanto la vista y a lo lejos veo a un muchacho alto,
espigado, de melena rubia al estilo Eber Ludueña, unos 45 años, con pantalones
cortos y medias que luego comprobé que eran de vestir, y botines al estilo
Sacachispas, que me hacía señas permanentes para que me acercara. Primero pensé
que no podía ser pero me inquietó saber quién era. Se me presentó como “El
Pacha Manavella” y me dijo que venía desde Laboulaye, Córdoba, donde jugaba en
el equipo de allá, que quería que Maradona le tomara una prueba, que estaba
durmiendo en el coche (un Fiat 147 desvencijado), y que había llegado
especialmente. Le prometí que haría lo posible. Se lo comenté a Diego, que
primero me miró mal, me preguntó qué podíamos hacer…al final, le dijimos que
viniera, él le dijo a Diego cuánto lo amaba, lo abrazó, y Maradona le dijo que
le pateara un penal a Goycochea, que miraba sin entender. El tipo se acomodó,
puso la pelota en el punto del penal, y para tomar carrera se fue hasta la
mitad de la cancha, ante la mirada incrédula de todos. Vino caminando desde
ahí, y cuando le pegó, su pie mordió el pasto y la pelota serpenteó, hizo un
camino rarísimo pero se le terminó metiendo a Goyco y el tipo saltaba de la
alegría, del festejo. Pero nos lo queríamos sacar de encima, aunque me dio pena
y por días dormía en mi consultorio, hasta que mi ex mujer, que de día atendía
allí, un día se dio cuenta.
- Qué locura. ¿Y
lo volvió a ver?
- Un día ya en
Racing, entre una multitud, pero no alcancé a hablar con él.
- Y en Racing, ¿cómo
fue la experiencia?
- Mandiyú era un
equipo chico, pero muy organizado. Yo tenía mi consultorio todo pintadito,
perfecto. En Racing había una gran desorganización. Eran los tiempos de Juan
Destéfano. Recuerdo que yo le dije a Diego que había mucho dinero en jugadores
pero lo demás no funcionaba, y él me bancó a muerte para hacer toda la parte
edilicia para el consultorio nuevo. Yo pedí camilla, aparatos y a partir de ahí
comenzó a cambiar aunque después nosotros nos fuimos. En esa época, el arquero
suplente era el doctor Alejandro Lanari, y luego de que nos fuimos de Racing,
hicimos un consultorio juntos y abrimos un centro de rehabilitación deportiva
en Ciudad Jardín, en El Palomar y nos fue muy bien porque él es una persona muy
ligada al fútbol y conoce el detalle de las lesiones con precisión.
- Qué era lo que
más trataba o lo que más le solía doler a Maradona?
- Lo que más
recuerdo haber tratado de él era su columna, porque le dolía siempre la
columna, en la zona lumbo-sacra, y por eso le hacía acupuntura, y era de lo que más se quejaba. Y algo muy
importante, que sus caderas no se movían, Las caderas tienen movimiento de
rotación para adentro y para afuera. Él estaba permanentemente en rotación
externa porque hay unos músculos de la zona que se llaman pelvitrocantéreos,
que estaban totalmente retraídos y hacían que él no pudiera cruzar las piernas,
por la rigidez de esos músculos. Esa era una característica de los jugadores de
esa época porque se utilizaban mucho las inyecciones intramusculares de oxa
B-12 o de vitamina B-12 y potenciaban su accionar con ese tipo de vitaminas,
pero tantos pinchazos en los glúteos hacían que se acortaran, por esos las
pubalgias o las tendinopatías de los aductores generadas por esta disfunción
mecánica provocada por esos pinchazos de la época. Los viernes, todo el mundo
se ponía contra la pared, venía el médico, y les inyectaba con vitamina, pero
era un aceite rojo que daba potencia pero dejaba un adoquín en la pelvis.
- Y en estos
años, que usted veía a Maradona por la TV. ¿notaba algo de esto en el presente?
- Eso se fue
acentuando, pero porque yo tengo el ojo aceitado para este tipo de cosas, más
porque lo conocía y cuando lo veía caminar, estaba totalmente trabado.
Hablábamos tantas veces con Fernando Signorini de las cosas que podíamos haber
hecho con él para mejorarlo. Yo quería darle una mano, al punto de buscar
aislarlo, con los mejores médicos, con medicina genética para estudiar su
genoma, como habría que hacer. Y Fernando amaba a Diego. Después vino la
pandemia y paralizó todo. Yo conseguía todo, los médicos, lo que fuese, para
devolverle un poco de lo que me dio.
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