Táchese el
nombre que sea y colóquese otro encima. Si alguna vez, hace no tanto tiempo,
fue Arsenal, ahora es Barracas Central. Si mientras Julio Grondona fue
presidente de la AFA hasta su muerte en 2014, su club, Arsenal, fue campeón
argentino y sudamericano, y el estadio se llama con su nombre, ¿por qué no
puede soñar Barracas Central, el club del actual presidente de la AFA y cuyo
estadio se denomina como él, Claudio “Chiqui” Tapia, y que tiene a su hijo como
presidente, con ascender a Primera y luego, quién lo dice, ser campeón
argentino y llegar lejos en un torneo sudamericano? El mundo del fútbol
argentino está lleno de casualidades permanentes.
¿Cómo no soñar
con un ascenso a la Primera cuando no estaba en posición de subir y de buenas a
primeras, la AFA que preside Tapia decidió continuar el torneo Nacional B pero
con otro formato que prácticamente no toma en cuenta la campaña realizada por
los equipos hasta la llegada de la pandemia, cuando al mismo tiempo sí congeló
la Copa de la Superliga, de la que se había jugado una sola fecha, y con ésta
le bastó para establecer los cupos de la Copa Libertadores de América 2021 casi
un año antes? –milagro de la previsibilidad argentina-.
Es decir, en
otras palabras, que lo que sí se hizo para la Primera División, que fue decidir
la clasificación de cuatro de los seis equipos argentinos a la Copa
Libertadores 2021 (Boca, River, Racing y Argentinos Juniors) a partir de
congelar todo desde el final de la primera fecha de la Copa de la Superliga,
luego definitivamente suspendida, pero por contrario, seguir jugando el
Nacional B limpiando toda la campaña anterior por lo que la lógica indicaba que
debía seguir el mismo camino que la categoría superior, por una cuestión de
coherencia, y dar por ascendidos a los dos líderes de los grupos en los que
estaba dividido el torneo, Atlanta y San Martín de Tucumán.
Pero no sólo no
ocurrió esto (pese a que los tucumanos se quejaron de todas las maneras
posibles, llegando a hacer lobby en las dos cámaras legislativas y ante los más
altos funcionarios del Poder Ejecutivo, y acudiendo en Suiza al TAS, el más
alto tribunal deportivo internacional, algo que el club porteño no hizo y
acompañó pasivamente) sino que Tapia (al mejor estilo de su antecesor
caudillesco de la zona sur del Gran Buenos Aires) decidió, junto a sus amigos
de “Ascenso Unido”, volver todo a foja casi cero para darle chances a esos
clubes cercanos a los afectos y a las conveniencias.
Por si no
bastara con esto (San Martín, como tantos equipos, había liquidado el plantel
durante la pandemia por no poder mantenerlo y ya no compite de la misma manera
que cuando alcanzó el primer lugar en el grupo antes de la pandemia), obsérvese
lo ocurrido el pasado fin de semana entre Barracas Central y Belgrano de
Córdoba. Estaban 0-0 hasta que a los 23 minutos del segundo tiempo, el árbitro
Nelson Sosa expulsó a Joaquín Novillo, del “Pirata” cordobés. Tanto algunos
jugadores como el director técnico, Ricardo Caruso Lombardi, se quejaron del
fallo y entonces también recibió tarjeta roja Franco Negri, otro jugador
celeste, por un supuesto insulto a un asistente. Ya a los 49 minutos, cuatro de
descuento, el árbitro echó también al entgrenador, que cuando se iba caminando
de la cancha vio como Trecco le daba la agónica victoria al equipo del
presidente de la AFA.
“Te ponen todas
las ternas arbitrales. Está desaforado el fútbol argentino. Si quieren que
asciendan, que lo hagan. No tienen cara”, reclamó airado Caruso Lombardi, tras
el partido, y si bien es cierto que más de una vez el DT estuvo relacionado con
escándalos, quejas y llantos, no es menos cierto que las irregularidades en
estos últimos años han sido continuas alrededor del fútbol argentino.
En esta columna
se dijo hace apenas meses atrás que el plan de Tapia, cuando llegó el largo
parón por la cuarentena, era que no se jugara más en todo el año y eso le valió
ser votado para su reelección por cuatro años, al verse “obligado por las
circunstancias” a suspender los descensos, lo que permitió que al terminar
oficialmente la temporada el 30 de junio pasado, sin el tema apremiante de los
promedios, muchos clubes liquidaran sus planteles y se ahorraran muchos miles
de pesos.
Y si se juega ahora la Copa Diego Maradona
(que era Copa de la Liga de Fútbol Profesional debido a que la Superliga dejó
de existir una vez que el macrismo dejó de gobernar la Argentina y ya esa
estructura no era más funcional a la AFA), es simplemente porque la ambición de
la Conmebol para que volvieran de cualquier forma los torneos internacionales
que organiza para cumplir con sus auspiciantes y en especial con los derechos
de televisión, empujó al regreso a los equipos argentinos participantes en esas
competencias y esto resultó un efecto dominó sobre los otros.
Esto significa
claramente que no es que la AFA quiso que se jugara, sino que se vio en la
obligación de habilitar un torneo. ¿Y por qué no quería que se jugara en todo
el año? Porque si todo se congelaba a marzo de 2020 y no continuaba la Copa de la
Superliga y tampoco se jugaba la Copa Argentina, los dos cupos a la Copa
Libertadores de esos dos torneos iban para el quinto y el sexto de la tabla
final de la Superliga más la única fecha jugada de la Copa suspendida, que
hubieran sido para Vélez y San Lorenzo. De esta forma, a la Copa Libertadores
2021 iban a ir cinco de los seis más grandes y apenas Independiente quedaba
fuera de ella (y aún con chances previas de llegar desde la actual Copa
Sudamericana, en la que acaba de quedar eliminado por Lanús en los cuartos de
final).
¿Qué hizo
entonces la AFA de Tapia? Por lo pronto, atrasó todo lo que pudo la Copa
Argentina, que como finaliza en 2021 y ya no hay tiempo para otorgar un cupo
para la Copa Libertadores 2021 sino recién para 2022, le entregó, nomás, ese
lugar a Vélez, el quinto (aunque todavía puede ser sobrepasado por Defensa y
Justicia si le gana por cuatro o más goles a Estudiantes en el partido
pendiente de la única fecha de la Copa de la Superliga, aunque no parece
fácil), y el tema, ahora, es San Lorenzo, club que preside el conductor
televisivo Marcelo Tinelli.
Resulta que
Tinelli fue un supuesto duro adversario de Tapia cuando éste apoyó a Luis
Segura en aquella ridícula elección de presidente de la AFA cuando terminaron
38-38 para 75 votos, pero la dinámica de los acomodos y la política del fútbol
argentino hizo que ahora se encuentren aliados, del mismo lado de la mesa, al
punto de que el presidente de San Lorenzo –de buena llegada a la presidencia de
la Nación- es también el titular de la nueva Liga de Fútbol profesional (LFP).
Y la casualidad
permanente indica que en la actual Copa Diego Maradona que Tapia y Tinelli
sacaron de la galera para cumplir con el efecto dominó que relatábamos del
regreso de los torneos continentales de la Conmebol, en la que ni Boca, ni
River, ni Racing ni Argentinos Juniors se juegan nada (porque ya están en la
Copa Libertadores 2021), y ahora muy posiblemente Vélez tampoco se juegue (y
menos aún si ganara la actual Copa Sudamericana, en la que ya está en semifinales),
el sorteo de los dos grupos de seis equipos de la zona que clasificará al
campeón benefició a San Lorenzo que no enfrenta a ninguno de los grandes, todos
ellos (Boca, River, Independiente y hasta su rival de barrio, Huracán)
concentrados en el otro grupo. Casualidades permanentes del fútbol argentino.
Pero si por
alguna razón San Lorenzo no ganara la Copa Diego Maradona ni siquiera con este
supuesto azar a su favor, igualmente iría a la Copa Libertadores en el caso de
que Vélez ganara la Copa Sudamericana, o si Boca, River o Argentinos ganaran la
Copa Maradona, o si Boca, River o Racing ganaran la Copa Libertadores.
Sin embargo, no
todo termina allí. Cuando Boca y River se aliaron contra la gran mayoría de
equipos de Primera División con la decisión de romper el contrato con la
empresa Disney, que tenía a su cargo seis de los doce partidos televisados de
cada fecha, con la excusa de que no comunicaron la fusión de Fox Sports con
ESPN (aunque la empresa pagara todos los meses su canon aún cuando no hubo
fútbol por la pandemia), ocurrió otra casualidad: no se le permitió a River
jugar como local en el River Camp, como había solicitado y cuando la AFA lo
había avalado primariamente con sus veedores, obligándolo a jugar como local en
un estadio alquilado, al estar el suyo propio en arreglos, aprovechando el
tiempo sin jugarse por la pandemia.
Grondona, que
imaginaba el futuro en su ausencia con una frase que reiteraba a este escriba
–“cómo me van a extrañar cuando me vaya”- solía usar un anillo que rezaba “Todo
Pasa”, mientras que su última mano derecha, el dirigente de Quilmes José Luis
Meiszner –como se llegó a denominar el estadio hasta hace poco tiempo, cuando
se supo que estaba involucrado en el FIFA-Gate y fue suspendido de por vida por
la FIFA- utilizaba otro que decía “Algo Queda”.
Parece que en el
fútbol argentino todo sigue pasando, y algo sigue quedando, aunque hayan
cambiado los protagonistas.
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