- ¿Es cierto que
su partero fue el ex presidente argentino Arturo Illia?
- Así es. Yo
nací en Cruz del Eje, Córdoba, y me contó mi mamá que él llegó a la casa con
una de esas valijas que se usaban antes para ir al colegio primario y en un
sulky, y no es broma lo que le digo. Él no era de allí sino de Pergamino, pero
llegó a vivir a donde estaba mi familia y allí ejercía la medicina. Con los
años, cuando ya nos fuimos a vivir al Gran Buenos Aires, mi mamá me llevó un
día a conocerlo a la Casa Rosada y él ya era presidente.
- O sea que
usted viene de una familia radical…
- Mi madre lo
era, sí. Le tenía admiración a don Arturo Illia.
- ¿A qué se
dedicaban sus padres?
- Los dos
trabajaban en una imprenta y querían que yo los siguiera, pero lo mío era el
fútbol. Me la pasaba jugando a la pelota con Rubén “Ratón” Ayala, que desde
chico fue mi compadre y vivía a una cuadra de mi casa cuando nos fuimos a Buenos Aires. Yo me crié en Lanús, en la
calle Bustamante, que en aquella época era la que se usaba para salir hacia Mar
del Plata porque se doblaba a la izquierda para tomar Avellaneda. En esa cuadra
había una aceitera muy grande y un potrero en el que jugábamos
despreocupadamente y luego, en un equipo de la zona que se llamaba “Magán”.
Esto era a siete cuadras de la cancha de Lanús.
- ¿Y cómo
llegaron a San Lorenzo?
- Un día que
estábamos jugando, nos gritó desde lejos un señor que andaba a caballo y venía
de vender carbón y nos vio jugar. Yo tenía 12 años y el “Ratón”, 13. Nos decía
que nos iba a llevar a San Lorenzo y a nosotros nos parecía gracioso. No
entendíamos como alguien así podía llevarnos a un club grande argentino.
Primero nos llevó a un club de papi fútbol, “Amor y Lucha”, donde ya nos
sorprendió que había ropa limpia. A la vuelta nos llevaba a nuestras casas con
su carro para que nuestros padres lo vieran y supieran quién era. Era vasco, de
La Coruña. Un día nos precisó que el martes nos llevaría, por fin, a San
Lorenzo, en colectivo. Llegamos al Viejo Gasómetro de Avenida La Plata y vimos
lo que era todo eso: canchas de fútbol sala, basquetbol, piscinas, y quedamos
sorprendidos. Nos hicieron firmar un papel y recuerdo que nos dieron un
carnecito que nos permitía ver los partidos de Primera. Teníamos que ir los
martes y jueves.
- Aquello debe
haber sido un cambio enorme para ustedes…
- Tuvimos la
inmensa suerte de que nos tocó el mejor DT del mundo, don Ernesto Duchini. Ya
desde las categorías de divisiones inferiores nos decía que íbamos a jugar en
Primera y nosotros nos reíamos y le decíamos ‘Cómo nos miente, don Ernesto’.
Nos entrenábamos en el club Comunicaciones y un día nos dijo que íbamos a ir
con la Tercera, que fuéramos a la cancha de Atlanta pero al llegar, nos dijeron
que nadie sabía nada de nosotros, que no habían recibido ninguna indicación.
Decidimos irnos con la idea de no volver más. Después de un mes, Duchini llamó
a mi casa para hablar con mis padres para convencerlos, y a mí, para que
volviera. Él era como Jorge Griffa: donde ponía el ojo en un pibe, ése era
crack seguro. Un día estábamos sentados con Ayala en unas sillas de madera y
llegaron cinco chicos para probarse, cuatro con buenos bolsos e indumentaria y
otro morochito, con un bolso ya muy gastado y ropa que no estaba en las mejores
condiciones, y nos dijo ‘¿Ven ese negrito con el bolso destartalado? Ese es el
mejor. Este tiene hambre y los otros, no’. y así fue”.
- ¿Cómo se
produjo el salto a la Primera?
- Un día
estábamos jugando en la cancha de Estudiantes de La Plata (además de Ayala y
yo, estaban otros chicos como Salinas o Maletti), vino Duchini, que jamás iba a
estos partidos, ganamos y cuando nos íbamos al colectivo para regresar, nos
llamó y nos dijo que íbamos a ir con la Primera. En San Lorenzo, el DT era el
brasileño Tim, con el que “Los Matadores” habían sido campeones invictos en el
Metropolitano de 1968 y por ese tiempo se fue y al poco tiempo vino Pedro
Dellacha. Para nosotros era increíble porque nunca habíamos visto algo así:
había un vestuario para Tercera, otro para Reserva y otro distinto para
Primera. Un día, después de un entrenamiento, Ayala me dijo “¿Te fijaste en la
lista de los que están para la Primera?” y pensé que estaba bromeando. Cuando
me vi, casi me desmayo de la alegría. Dellacha me hizo debutar ante Newell’s
Old Boys, que en ese tiempo era un equipazo, como lateral izquierdo porque el
que jugaba en ese puesto, Antonio Rosl. Estaba lesionado. Aquella vez atajó
(Agustín) Irusta, y en la defensa jugamos (Sergio “Sapo”) Villar, (Oscar) Calics,
(Rafael) Albrecht, que me dio toda la confianza, y yo, en un puesto que no era
el mío, pero no me importaba en absoluto.
- Y se pudo
consolidar en Primera
- Sí, tuve
entrenadores como Rogelio Domínguez, que era muy burrero y que nos hablaba de
las apuestas y los caballos y no entendíamos nada (risas), y le gustaba siempre
tomarse el cafecito, el faso siempre en la boca. y ,e decía que él había sido
campeón de Europa con el Real Madrid y yo me reía, ¡ni sabía lo que era el Real
Madrid! Después vino Miguel Ubaldo Ignomiriello, que tomó un equipo en
transición. En ese tiempo, la defensa
era con Villar, (Ricardo) Rezza, yo y Rosl.
Hubo un partido que fue muy fuerte para mí, contra Bánfield. Me dijo que
siguiera al nueve por toda la cancha (encima era Juan Taverna, que era muy
bueno). Le dije ‘Yo lo hago hoy pero otro partido así no lo juego porque yo no
siento ese fútbol’.
- Vaya carácter…
- Recuerdo que
(Roberto) Telch me apoyó. Ni bien empezó el partido me enredé y Taverna metió
el gol. Me sorprendió que me insultó la barra de San Lorenzo, porque no era
habitual pero terminamos ganando 3-1 porque yo dejé todo, me fui a la banda
derecha del ataque y de allí nació el gol de (Rodolfo) Fischer y lo grité
colgándome del alambrado, con los hinchas. El DTl me decía ‘Usted acá va a hacer lo que yo
diga’. Ignomiriello cambió todo, profesionalizó el plantel, puso una sala de masajes en el
vestuario, y ya dividía el campo de entrenamiento con sogas y hacía los
cuadrantes que luego se vieron con otros entrenadores mucho más adelante.
Recuerdo que Telch o (Victorio) Cocco, que eran los capitanes, decían ‘este
está loco’. Los trabajos de rutina nos dejaban muertos, Después quedamos
amigos.
- Y fueron
bicampeones con Juan Carlos Lorenzo…
- Un equipazo,
era una máquina. Fue el año en el que venía de hacer el servicio militar y
estuve un mes encerrado y cuando volví, ganamos todo, Metropolitano y Nacional.
En éste, le ganamos la final a River con un golazo del “Lele” (Luciano)
Figueroa en el alargue, en cancha de Vélez, luego de que (Enrique) Chazarreta
fallara un penal sobre la hora.
- Y llega su
pase al Atlético Madrid, en un tiempo en el que no muchos se iban.
- Para junio de 1973 veíamos que en los
entrenamientos había siempre un señor fumando y sentado al lado del entonces
presidente (Osvaldo) Valiño. No sabíamos quién era. Un día, ya nos íbamos y
escuchamos que nos gritó “chavales, vamos a tomar un café”. Se presentó como el
secretario técnico de Atlético Madrid. Nosotros –con Ayala- conocíamos, como
mucho, al Barcelona y al Real Madrid porque no llegaba a la Argentina el fútbol
español, eran otros tiempos. Nos dijo que nos quería llevar a España y no le
creíamos, nos reíamos. Incluso, nos dijo que se tenía que ir a Paraguay, a ver
otros jugadores. Al final, nos fuimos los dos por 1.200.000 dólares por ambos
pases. Que era una fortuna y por eso, Valiño compró todo el terreno.
- O sea que ahí
agarraron plata grande…
- Sí, gracias a
la huelga de futbolistas de 1971 porque desde allí, empezamos a cobrar las
comisiones. Antes, eso se perdía por el camino. Ya en Madrid vi lo que era el
Atlético. Se respetaba todo y conocí el mundo. Yo no sabía lo que era Rusia,
Rumania, Bulgaria y enfrenté a grandes equipos que nunca iban a Sudamérica. Era
difícil jugar en Europa. Hoy, vienen muchos por dos buenos partidos. A
nosotros, el fútbol europeo nos educó. Cuando llegamos en verano, vimos lo que
era el campó de juego del estadio Vicente Calderón y recuerdo que le dije a
Ayala ‘Rata, si acá le pegamos mal a la pelota, nos tenemos que ir’. Fuimos a
buscar la ropa, y el utilero nos dijo ‘ya tengo todo acomodado para ustedes,
con el número de cada uno. Díganme si quieren usar camiseta fina o gruesa’”.
- Era una
diferencia muy grande con el fútbol argentino.
- Ni se imagina.
No les daban importancia a los grandes jugadores. Los premios que cobrábamos en
la selección argentina lo repartíamos en el vestuario con los jugadores de San
Lorenzo porque nos llegaron a deber seis meses. Nosotros llegamos a España y
fuimos a ver al Español de Barcelona, en el que jugaba un argentino, Ramón
Martínez. Eran todas torres pero por eso mismo, confiaba en nuestra capacidad
técnica. Debuté en Vigo, contra el Celta, en un campo muy regado. Entré como
suplente y recuerdo que le daba fuerte a la pelota porque se me quedaba.
También recuerdo que cuando llegué le dije al “Toto” Lorenzo, que dirigía al
Atlético “Yo juego como soy y si no, me vuelvo a Buenos Aires”.
- Integró uno de
los mejores equipos de Atlético Madrid de la historia.
- Sí, estuvimos
a segundos de ser campeones de Europa, cuando aún era la Copa de Campeones y no
la Champions League y la jugaban sólo los campeones de cada país, no como ahora
que van hasta cuatro por país. Nos tocó
jugar la final ante el Bayern Munich, que era la base de la selección alemana
que inmediatamente después ganó el Mundial 1974 con jugadores como (Franz)
Beckenbauer, (Uli) Hoeness, (Sepp) Maier o (Gerd) Müller y yo venía de estar
parado seis meses por una lesión. Me había roto la pierna contra el Real Madrid
y era un pichoncito en una jaula de lujo.
Sobre la hora, ellos aprovecharon un descuido nuestro y nos vacunaron, y lo peor es que la pelota me pasó
por al lado y se metió. Nos empataron 1-1 y hubo que jugar otro partido más y
ahí sí, nos pasaron por encima.
- Aquello fue
una gran decepción y quedó muy marcado en la historia del Atlético Madrid.
- Así es, aunque
en lo personal, no me puedo quejar. Un periodista de la revista “France
Football” me contó que yo estaba peleando con Beckenbauer por ser el Balón de
Oro de esa temporada y yo ni sabía qué significaba el “Balón de Oro”. En esa
época sólo votaba el periodismo. El Bayern ganó tres Copas de Europa seguidas.
- Inmediatamente
después le tocó jugar el Mundial de Alemania Federal en 1974 con la selección
argentina.
- Aquello fue
desastroso. Yo no jugué la clasificación de 1973 y un día, José María Muñoz me
llamó por teléfono desde Buenos Aires y me dijo que me pasaría la comunicación
con alguien que me quería hablar y era Enrique Omar Sívori, que era el DT para
convencerme de volver. Él nos había
ayudado a Carlos Guerini y a mí con el contrato para irnos a jugar a España y
dirigía a la Selección, pero acababa de nacer mi hijo y me quería ir de
vacaciones y ni siquiera quería jugar la final de la Copa del Rey contra el
Athletic de Bilbao, pero el presidente Calderón (multimillonario, dueño de dos
bancos) me decía que tenía que ir a jugar por el equipo de mi país porque eso
le daba prestigio a su club. La cuestión es que jugué incluso contra el
Athletic, aquella vez me salió todo bien y fue cuando Sívori me comunicó que
nos citaba a Ayala, a Quique Wolff (que jugaba en el Real Madrid) y a mí. Pero cuando por fin me sumé para un amistoso
con Inglaterra en Londres, que empatamos 2-2, resulta que no estaba más Sívori
y había tres entrenadores, Vladislao Cap, José Varacka y Víctor Rodríguez.
- Un caos…
- Tremendo. Fui
al banco aquella vez. Recuerdo que cada uno decía algo distinto. Cap me dijo
“Vamos a atacar a Holanda” en un amistoso en Amsterdam a poco del Mundial. Yo
le dije ‘Maestro, mire que ellos juegan’…me dijo ‘nosotros somos Argentina’. Yo
había visto jugar a (Johan) Cruyff en el
Barcelona –una vez me pidió la camiseta cuando les ganamos 2-1 con el Aleti y
me salieron todas- y sabía lo que podía pasar. Nos metieron cuatro y nos
pudieron meter cuarenta, y en el Mundial, otra vez. Recuerdo que ya en el
Mundial le volví a decir a Cap ‘Maestro, tome la decisión que sea pero por
favor, que lo haga uno solo de ustedes, no los tres a la vez’. Insólitamente
nos daban como favoritos del grupo inicial porque le ganamos un amistoso a
Alemania como visitantes en el que llegamos a estar 3-0 y terminó 3-2 y casi
nos empatan”.
- Les tocó
Polonia en el grupo, que era un equipo muy complicado y terminó tercero.
- Sí, y nos
mandaron a una persona para arreglar el partido un día antes…
- ¿El del debut
mundialista que perdieron 3-2?
- Ese…
- Siempre se
dijo que ustedes hicieron una vaquita para que los polacos le ganaran a Italia
en el último partido así ustedes podían pasar ganándole a Haití (N de la R: En ese grupo, compuesto por Polonia, Argentina,
Italia y Haití, Polonia llegó al tercer partido ya clasificada al haber
ganado los dos anteriores –los puntos se
contaban de a dos para el vencedor- y si vencía a Italia, a la selección
argentina le alcanzaba con vencer a Haití por tres goles para clasificarse a la
segunda fase, cosa que ocurrió).
- Eso lo
organizaba un argentino que había jugado en España. El nuestro era un buen
equipo en cuanto a nombres, pero muchas manos en un plato…y Polonia debió jugar
la final contra Holanda porque Alemania Federal, que terminó siendo campeón, no
jugó bien.
- Después se fue
a jugar al PSG…
- Así es.
Lorenzo siempre nos decía ‘Jugar en la Selección es como tener un cartelito que
dice “se vende”. Es como los tachos encima de los techos de los coches’. Cuando
él se fue del Atlético, lo reemplazó Luis Aragonés, con el que tenía muy buena
relación y había sido compañero mío en el equipo. Una vez me citó en su
despacho para preguntarme cómo jugarle a Independiente por la Copa
Intercontinental (la tenía que jugar el Bayern Munich pero no quiso y lo
reemplazamos nosotros). Él sabía mucho de fútbol argentino porque era amigo y
admirador de Alfredo Di Stéfano y le advertí de lo que era (Ricardo) Bochini y
de la manera de jugar de ellos, que tenían muy buen equipo con el “Chivo”
(Elbio) Pavoni, el “zurdo” (Miguel) López, o (Daniel) Bertoni. Nos ganaron 1-0
en Avellaneda pero les ganamos bien en Madrid. El problema era que Aragonés
quería que jugara de volante y yo no quería esa posición porque había que
correr mucho y pensé, y le dije, que lo mejor era irme a otro equipo. Me
querían el Real Madrid y el Barcelona pero yo en España no iba a jugar en otro
lado y apareció una oferta buena del PSG y me fui. Pagaron mucho por mi pase.
Recuerdo que el presidente del Atlético me dijo que con lo que recibieron
tenían para gastar por 5-6 años.
- Allá coincidió
con Carlos Bianchi.
- Sí, bien, una
relación normal. Pero me costaba mucho por el idioma, el frío, nevaba mucho y
me dolía mucho un tobillo recién operado. Los jugadores llegaban en bicicleta.
No era el PSG de ahora. El dueño era Daniel Hechter, el diseñador de
indumentaria. Era ganar dinero pero el
resto…mi familia tampoco se hallaba. Los periodistas entraban al vestuario,
incluso las periodistas ingresaban cuando nos estábamos bañando (risas). Un día
mi mujer fue al entrenamiento y salió del vestuario un compañero mío
completamente desnudo. Ellos tomaban champagne cuando ganaban, pero también
cuando perdían, así que empecé yo también a tomarlo. El fútbol francés era
frío, eran pechitos de lata, no como ahora que tienen cantidad de jugadorazos y
ganan muchas cosas.
- También
compartió momentos con Jairo.
- ¡Claro! Él ves
de Cruz del Eje, como yo. En mi primer año en Madrid, vino a mi casa y también
venía a veces a verme en los entrenamientos. Tuvo buena aceptación allí y yo me
fui acostumbrando a tratar con artistas.
- ¿Estuvo
vinculado al mundo de la cultura?
- En cierta
forma. En mis tiempos hubo muchos artistas argentinos exiliados por razones
políticas y yo tenía a varios en un pub que tuve, entre ellos Horacio Guaraní.
En una oportunidad, estando en París. Me chistó un argentino que tocaba el
bandoneón para decirme que un agente que lo había traído lo dejó tirado sin
pagarle y que había dormido toda la noche en un banco. Lo invité a comer, me lo llevé a un hotel, le
di dinero para que comprara cosas para su familia y comenté su caso en el PSG y
así pudo regresar a la Argentina. Me dijo que se llamaba Rubén Juárez pero yo
no lo conocía ni sabía si él era realmente importante. Él me decía que en Buenos
Aires haría un concierto para mí pero lo rechacé. Más adelante fui de
vacaciones a la Argentina y mi papá estaba mirando un programa de tango por la
TV, lo conducía Silvio Soldán y el invitado contó lo que pasó aquella vez en
París y cuando dijo mi nombre, mi papá se largó a llorar y ahí descubrí lo que
era Juárez.
- Usted se
retiró joven…
- Sí a los 29
años porque se agravó la lesión en el tobillo. Me habló gente de Sarmiento de
Junín para terminar allí mi carrera pero no se dio aunque llegué a hacer la pretemporada.
Luego fui entrenador por un tiempo, incluso dirigí interinamente al Atlético,
hasta quedar en la secretaría técnica.
- El Atlético
tiene a un argentino, Diego Simeone, hace una década. ¿Qué tal lo lleva?
- Muy bien. Es
un club en el que todas las partes están bien ensambladas, tanto el director
general, Manuel Gil Marín, como el presidente, Enrique Cerezo, y el cuerpo
técnico. Este es otro mundo y el jugador acá vive en una burbuja y tiene lo que
quiere. Hace unos años, Marcelo Tinelli me ofreció ser director deportivo de
San Lorenzo, pero yo estoy muy bien acá.
- Usted lleva
años en España, ¿qué piensa de Lionel Messi?
- Es lo más
grande que se ha visto. Diego Maradona fue un crack pero Messi….además, es muy
buen chico. Hice amistad con su familia. Aquí nadie habla mal de él, ¡y las
cosas que hace! Maradona habrá ganado una Copa del Mundo pero Messi se impuso
en un fútbol global y donde están los mejores jugadores. Se es injusto con él
en las críticas que le hacen en Argentina cuando él dice que cambiaría todo por
ser campeón del mundo. Si yo jugara con Messi, se la daría siempre a él, pero
en la selección argentina, le pasan la pelota al lateral derecho.
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