La explicación
parece clara, y sin embargo, deja muchas dudas. Lionel Messi dejó de ser
jugador del Fútbol Club Barcelona simplemente porque los números no le cerraban
a la entidad catalana debido al límite salarial impuesto por la Liga de Fútbol
profesional (LPF) de España y aunque las dos partes querían continuar la
relación, no se pudo.
Tanto el
comunicado del Barcelona como los comentarios de su presidente Joan Laporta
parecen certeros y sin embargo, generan un gran disparador de preguntas porque
apenas un día atrás del frustrado acuerdo, las dos partes parecían acordar en
todo y según dijo el empresario mediático catalán Jaume Roures (uno de los que
avaló al mandatario azulgrana cuando necesitó apoyo económico para asumir),
estaba todo dado para que el crack rosarino fuera inscripto en la Liga. ‘Qué
ocurrió entonces en las últimas veinticuatro horas?
Algunos indican
que la decisión final fue consecuencias de un sector de la dirigencia azulgrana
que no tenía tan claro que hubiera que desprenderse como de diez jugadores y
tomar gran parte de lo que le correspondía al club por derechos televisivos
para poder hacer frente al pago de Messi, con 34 años, y que pretendía un
contrato por dos temporadas.
Sin embargo, el
comunicado del club, en algunas partes de manera directa, y en otras,
indirecta, responsabiliza a la LFP de lo ocurrido, luego matizado en la
conferencia de prensa por Laporta en el sentido de que si hubo un límite de
gastos por la inflexibilidad de su titular, Javier Tebas Medrano, ésta a su vez
es producto de que él fue presionado por el resto de los dirigentes de los
otros 19 clubes de la Primera para que no hubiera desigualdad en el trato, lo
que calificó como “respetable”. El otro destinatario, más indirecto pero no por
eso menos protagonista de esta historia, es Josep María Bartomeu, el anterior
presidente del Barcelona y el que quedará en la historia por haber recibido en
agosto de 2020 el burofax (palabra que se puso de moda en el mundo entero) por
parte de Messi, que se consideraba jugador libre, harto de sus maniobras
administrativas y económicas.
Si nos remitimos
a un pasado reciente, es claro que Bartomeu generó las condiciones lamentables
del Barcelona actual, que según el CIES (centro de investigaciones de la FIFA),
es el tercer club europeo de peor balance de los últimos cinco años apenas
atrás del Manchester City y el Manchester United, y el que más gastos hizo con
más de mil millones de euros, en algunos casos, en operaciones inentendibles,
como las contrataciones de Ousmane Dembélé y Philippe Coutinho con más dinero
por los dos (270 millones de euros) de lo que el PSG había pagado por Neymar
(222 millones), o la llegada de Antoine Griezmann, alguien que no era querido por
el plantel, o la inentendible salida de Luis Suárez, que acabó ganando la liga
con el Atlético Madrid de Diego Simeone.
Sin la pésima
gestión de Bartomeu, y con el Barcelona en otro estado económico, acaso nada de
esto habría pasado. Pero esto no alcanza a explicarlo todo, porque el mismo
Tebas que se muestra nada dispuesto a cambiar las reglas, con el pretexto de la
igualdad de condiciones para todos los equipos participantes y de seriedad ante
la mirada externa, fue el mismo que durante los desaguisados del club azulgrana
miró para otro lado, sin importarle ni la seriedad ni los cumplimientos.
Casualmente, a
Tebas –que llegó a proponer una multa económica a los equipos que en condición
de local mostraran tribunas raleadas al momento de ser tomadas por las cámaras
de TV para que el mundo viera el éxito de público en la Liga- le importó la
seriedad y el estricto cumplimiento de las normas de pagos salariales (que
determinaron que el Barcelona no le pudiera pagar a Messi) cuando Laporta
asumió.
Es que Laporta,
igual que Florentino Pérez, presidente del Real Madrid, son enemigos políticos
de Tebas, lo que se manifestó especialmente en abril pasado cuando los dos
clubes, junto a la Juventus, lideraron la salida de los más grandes de Europa
(junto a los “top-six” ingleses, Atlético Madrid, Inter y Milan) hacia una
nueva Superliga que se jugaría por invitación, dejando atrás la vieja Champions
League, algo que fue abortado por la Unión Europea de Fútbol (UEFA) pero que
sigue dando vueltas por los tribunales.
Esa Superliga
Europea iba a debilitar las ligas locales (entre ellas la española) al
clasificarse los equipos grandes en forma directa al nuevo torneo europeo, por
lo que ya no interesaba mucho ser campeón e incluso ocupar los primeros lugares
en los torneos nacionales. Si Laporta se mantuvo un par de pasos atrás, Pérez
mantuvo el pulso con Tebas en los medios con un durísimo intercambio que siguió
incluso el pasado jueves, el “Día D” de la salida de Messi, cuando un
comunicado suyo fue directo al mentón del titular de la LFP al decir que el
acuerdo con el fondo de inversión CVC para vender los derechos de TV de la Liga
por 40 años a 2700 millones de euros era muy escaso y que se había hecho a las
espaldas de los clubes. Tampoco fue casualidad que el Real Madrid se
pronunciara ese día, porque será adversario del Barcelona en la cancha, pero es
un aliado fuera de ella. En esta clave debe entenderse la aparición de la
palabra “española” en referencia a la Liga en el comunicado del Barcelona del
final del ciclo de Messi, cuando pudo haber dicho “Liga Profesional”.
Al menos,
Laporta dejó bien en claro que Messi nunca se quiso ir del Barcelona (algo que
nadie debería poner en dudas a esta altura), al especificar que el argentino
estuvo dispuesto a rebajarse la ficha al 50 por ciento primero, y luego, a
aceptar pagos a cinco años aunque el contrato fuera por dos, pero más, tampoco
podía hacer un jugador de su nivel y con ofertas demasiado superiores a ésta.
Por eso, llama
la atención cómo, con 672 goles y toda la gloria que le dio al Barcelona, el
club haya sacado todas sus imágenes del argentino de su sitio web en apenas
horas, o le haya agradecido sus aportaciones en apenas dos párrafos, o que el
asesor de Laporta, Enric Masip, haya retwitteado un texto en el que se afirmaba
que lo que Messi consiguió había sido bien pagado ya por los socios del club.
No parece lo justo para lo que el rosarino significa para la historia de la
entidad, al punto que hasta una leyenda como el neerlandés Johan Cruyff ,
reconoció que había sido superado por él.
Habrá que ver
ahora cómo sigue todo. No hay muchos destinos posibles para Messi: en Europa,
sólo el PSG, retirado el Manchester City de la puja al afirmar su entrenador
Josep Guardiola que ya contrataron al muy buen armador del Aston Villa Jack
Grealish, al que le dieron la camiseta número diez, y fuera de toda opción
cualquier club italiano (el ex presidente del Inter, Massimo Moratti, dijo en
estas horas que de haber seguido en el cargo, él habría ido con todo por el
pase), y si no, apurar el final de su carrera yendo ya desde ahora a la Major
League Soccer para un retiro dorado en el Inter de Miami de David Bckham, o un
intermedio semi-amateur en su querido Newell’s Old Boys, que se antoja muy complicado
a poco más de un año del Mundial de Qatar.
¿O será que
todavía hay alguna hendija por la que Laporta pueda recomponer la situación,
como podría ser un ingente esfuerzo diplomático por tratar de convencer a sus
pares de los otros clubes españoles contrarreloj, haciéndoles ver que sin Messi,
el “producto Liga Española” pierde un alto porcentaje de atractivo y que de
nada sirve presionar a la LFP con la inflexibilidad si a la larga todos
pierden.
¿Cuántos
turistas de todo el mundo llegan al Camp Nou tan sólo para ver a Messi?, ¿cuánto
valen los derechos de TV, los aportes de los sponsors, sin el argentino? ¿Cuántos
hinchas de otros equipos sacan abonos anuales sólo para ver de cerca a Messi
cuando llega con el Barcelona y marcan en rojo el calendario del día que eso
ocurrirá?, ¿no hay riesgo de que acaso la Liga pase a ser hasta el quinto
torneo europeo detrás del inglés, el alemán, el italiano y ahora el francés, si
se marchara al PSG? ¿Alguien gana con todo esto?
Habrá que ver
cómo superan los hinchas “culés”, los seguidores del Barcelona,que adoran a Messi,
semejante golpe cuando enciendan la TV y vean a su equipo sin el diez de
siempre, cuando acudan al Camp Nou y falte la magia inigualable del argentino,
cuando ya no le puedan cantar, ni venerar, ni suspirar ante su magia, y sólo
porque unos irresponsables (por sus pésimos manejos, ya sea de números o de
política), se lo impidieron.
Mientras otros
ya se relamen a la espera del genio, Messi también parece iniciar otro camino,
el que nunca hubiera querido, el que jamás hubiera pensado, pero todo indica
que es lo único que queda, porque esta realidad así lo indica. Es el momento de
llevarse su talento supremo a otra parte, para que lo gocen otros, y para que
lo recuerden con añoranza quienes fueron sus fieles hinchas durante más de dos
décadas.
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