Se respetan
profundamente y el cariño es mutuo, pero no mantienen una relación fluida. El
brillante ciclo en el que coincidieron y en gran medida fueron artífices entre
2008 y 2012 terminó en un desgaste lógico y saben que difícilmente ambos
vuelvan a repetir algo parecido a aquello,
que los potenció en sus carreras. En ese contexto, Josep Guardiola, como
director técnico del Manchester City, y Lionel Messi como jugador del Paris
Saint Germain (PSG) volverán a cruzarse, por la Liga de Campeones de Europa,
esta vez sin el Fútbol Club Barcelona de por medio.
Entre 2008 y
2012, Guardiola y Messi ganaron juntos nada menos que catorce títulos con el
Barcelona, y si el genio rosarino creció hasta ganar cuatro Balones de Oro (al
final de cada una de esas temporadas) como mejor jugador del planeta, el gran
entrenador catalán consiguió ser reconocido por la FIFA como el mejor del mundo
en 2011, luego de ganar su segunda Liga de Campeones de la UEFA, y otra vez
ante el Manchester United de sir Alex Ferguson.
En esos cuatro
años, Messi marcó 211 goles en 219 partidos, con un promedio de 0,96 goles por
partido, y tuvo 290 asistencias en los 638 partidos que disputó el equipo
durante el ciclo.
“Del que más
aprendí fue de Guardiola. No sólo por todo lo que sabía, sino porque me agarró en mi etapa de crecimiento, donde
más crecí y donde más aprendí”, admitió Messi en 2013, meses después de que la
relación profesional entre ambos se terminara con un entrenador desgastado tras
un largo ciclo, al punto de que decidió tomarse un año sabático en Nueva York
antes de volver a trabajar en 2013/14.
“Lo siento por los que intentan ocupar su trono. Estamos ante el mejor
en todos los sentidos. Es capaz de hacerlo todo y cada tres días”, devolvió
Guardiola.
“La gente compra entradas para verlo jugar y
está dejando algo único. Encuentra a un jugador que durante cuatro años haya
mantenido esta regularidad, que tenga esta capacidad física, que luche como lo
hace él. Yo no lo he visto nunca, uno que sea tan constante…quizá soy demasiado
joven, pero nunca he visto un compañero así y como técnico no he contado con un
jugador de este tipo. Es superior a los demás, tiene un don especial”, dijo de
él Guardiola en 2011, cuando todavía lo contaba en sus filas en el plantel del
Barcelona.
Sin embargo, la
relación entre ellos no fue fácil ni comenzó siendo tan tranquila. En más de
una ocasión, Guardiola admitió que para entenderlo necesitó un tiempo y que en
buena parte se debió a que tuvo la suerte de contar en su cuerpo técnico con su
amigo Manel Estiarte, conocido como “el Maradona del Waterpolo”, un ex
deportista notable que ayudó a comprender cuestiones que hacen a la mentalidad
de los genios.
“Si espera en el lugar que él cree que es el
adecuado y no recibe la pelota, se enoja –describió Guardiola a Messi-. No le
da tiempo para pensar si el destinatario de su disgusto acaba de salir de una
lesión o es un chico. Para él, en ese momento, es alguien que ha resuelto mal
la jugada, normalmente sus compañeros de la delantera o en los extremos, los
encargados del último pase. Estiarte también veía la jugada y reprendía al que
no seguía el camino que, claramente para él, era el adecuado, el mejor, Yo le
decía muchas veces que gente como ellos dos se olvidan de que el resto de
jugadores no son tan buenos como ellos”.
El inicio de la
relación no fue con la tranquilidad que Guardiola, un entrenador joven y apenas
con la experiencia de un año en el Barcelona B, en la Segunda B española,
esperaba. En el verano de 2008 la tensión rondaba por la familia Messi porque
Lionel estaba decidido a irse a participar en los Juegos Olímpicos de Pekín con
la selección argentina de Sergio Batista pero el Barcelona le negaba esa
posibilidad ante el miedo de no poder pasar los play off para entrar a la
Champions porque debía jugar la clasificación debido a la mala temporada
anterior, la última con Frank Rikjaard,
y el TAS le dio la razón al club en el litigio contra la AFA.
El entonces
presidente del Barcelona, Joan Laporta –también tiene el cargo ahora- pretendía
que Messi volviera para sumarse al equipo para una gira por los Estados Unidos
y para que estuviera en el trascendental partido ante el Wisla Cracovia –ya habían
ganado al Hibernian escocés con un 6-1, con un gol de Messi en un amistoso, y
otro al Dundee United. En total el rosarino había marcado cuatro goles-.
Para Guardiola,
Messi era fundamental porque con la salida de Ronaldinho él iba a ser el eje
del equipo. El rosarino se sentía raro porque los dos brasileños formaban parte
de su grupo de amigos en el plantel y ahora sólo quedaban Juan Manuel Pinto,
Rafa Márquez y Sylvinho.
En los primeros
días de pretemporada en Saint Andrews, Escocia, el periodista Jordi Quixano
había escrito en el diario “El País” que Messi aparecía como “poco receptivo a
las charlas de Pep Guardiola sobre posicionamiento táctico”, y que, entonces,
“se le escaparon algunas muecas”. En el
gran libro “Messi”, Guillem Balagué señala que si el entrenador estaba seguro de que el rosarino era el mejor
jugador del mundo, no era lo mismo al revés por más buenas señales del DT que
dieran sus compañeros Xavi e Iniesta. Guardiola tenía que demostrarle que era
un gran entrenador. Quería despejarle el vestuario y convertirse en una especie
de padre ahora que Ronaldinho no estaba y hasta quiso sacarle a Samuel Eto’o,
pero éste apareció humilde y se lo fue comprando porque Messi sí quería jugar
con él. Henry, en cambio, no era un problema porque no tenía la misma
ascendencia en el vestuario.
Guardiola no
veía bien a Messi y tras un entrenamiento lo quiso agarrar de los brazos para
preguntarle qué le pasaba, pero no respondía. De a poco fueron hablando, aunque
el argentino evadía su mirada y no le decía abiertamente lo que le pasaba,
Taciturno, ni siquiera hablaba de esto con sus compañeros, aunque ellos sabían
lo que lo atormentaba.
Y como el tema
no se resolvía, los entrenamientos se tensaron. En una de las prácticas,
Márquez le entró más duro que lo habitual, Messi se levantó, lo encaró y le dijo
cosas fuertes y acabó en la ducha antes que todos. Apareció Estiarte para
hablar con el padre, Jorge, y
preguntarle qué pasaba y luego quedó Tito Vilanova, el ayudante de campo, el
interlocutor, el que le dijo que ellos estaban para cuidarlo y si incluso quería
que Juanjo Brau lo acompañara a todos lados como su preparador personal, lo
harían.
Messi, sin
certeza de que podría jugar, estaba en Pekín con la selección cuando Guardiola
lo llamó desde Nueva York, delante de Laporta, Rafa Yuste, vicepresidente
deportivo, y Txiki Begiristain, al teléfono facilitado por Jorge Messi. “Yo sabía
lo que significaban los Juegos Olímpicos – contó Guardiola, que ganó la medalla
dorada con España en 1992-, lo que significaba ese evento. Pensé ‘tenemos que
jugar la clasificación a la Champions sin el mejor jugador del mundo y siendo
yo nuevo en el banco’ pero…¿de qué sirve tener a un jugador que no quiere estar
aquí sino en los Juegos? ¿Es útil si su cabeza está allí?’Yo nunca creí en las
imposiciones en el fútbol. Es decir, por mucho que digamos de jugar de esta
manera, si yo no lo convenzo, no funcionará”.
“Ve a los Juegos
Olímpicos y gana la medalla de oro”, le dijo, y en la conferencia de prensa, explicó
su ausencia en la pre-Champions, que había notado en él “mucha tensión
emocional. Vi que se encontraba muy incómodo con la situación y tampoco era
buena idea traerlo si tenía la cabeza en Pekín”.
Lo cierto es que Guardiola aprovechó la ausencia de
esos días de Messi para reflexionar sobre su relación con él –cuenta Balagué en
su libro- y creyó descubrir cómo había que hablarle: no irle de frente porque
el choque de trenes no era recomendable y entonces combinó las discusiones
tácticas a solas con él en su despacho con las instrucciones indirectas: “Hoy
los delanteros van a presionar arriba porque Leo lo va a hacer también y no
podemos dejarle solo”. Y tratarle bien, con respeto, para que se sienta
estimulado.
Messi ganó
aquella medalla dorada olímpica en Pekín y efectivamente, a su regreso rindió
de manera espectacular, coronando un gran año para el Barcelona con la segunda
Champions de la historia del club ante el Manchester United en Roma. “Guardiola siempre me dice que yo no
le tengo que dar las gracias por eso pero fue una decisión de él, creía que era
lo mejor para mí”, dijo años más tarde.
Sin decirlo,
aquella decisión de Guardiola de dejarlo ir a los Juegos Olímpicos había
abierto una puerta a la confianza entre ambos. “Guardiola fue transmitiendo la
gran ilusión que tenía al llegar, se fue ganando la confianza de todos. A
medida que se iban sucediendo los partidos, que iban pasando las cosas, uno
trabajaba más contento, con ganas. Veíamos que las cosas salían. Guardiola es
una persona que sabe muchísimo de fútbol y nos dio su sabiduría para que a
nosotros, dentro de la cancha, nos fuera todo más fácil”, contó Messi en el
sitio web de la UEFA en 2009.
“De entrada se
veía que el tipo sabía –agregó-. En la pretemporada hizo trabajos que después
no hizo nunca en el año. Ya en la pretemporada nos preparó y ya sabíamos cómo
quería jugar, cómo quería el movimiento de la defensa, de los centrales, de los
delanteros. Después quedaban los detalles, pero ya nos había enseñado todo”.
Messi también
descubre otra faceta de lo que aportó
Guardiola como entrenador del Barcelona, en 2013. “Su llegada se produjo
en un momento en el que nosotros veníamos de dos años sin conseguir nada,
veníamos mal anímicamente. Él encontró un vestuario roto y la manera de
trabajar, de ser, de transmitir su mensaje, la confianza que daba, ayudó a que
todo cambiara. Tiene una personalidad para enfrentarse a cualquiera cuando
tiene sus ideas claras”.
Guardiola define
a Messi con certeza: “Este tipo de jugadores te observan en el terreno a ver
qué haces y qué dejar de hacer a ver si lo que haces les va bien…son tipos
distintos. Tú te debes ajustar a este tipo de jugadores. Hay pocos en la
historia y te debes ajustar a entenderlos y no al revés. Tontos no son, son más
inteligentes que la media. Quizá inteligentes no es la palabra pero sí más
intuitivos que la media. Notamos que al
principio estaba un poco triste pero intentaba entenderlo y hablar con él.
Siempre buscamos que estuviera cómodo en el juego ya que si no lo conseguíamos
con un jugador así, habría sido mejor que lo dirigiera otro. O me iba yo o se
tenía que ir él y ante la duda, teniendo al más grande, la respuesta era
sencilla porque su felicidad sólo la encontraría sintiéndose cómodo en el
juego, y quizá había que darle todo eso, esa comodidad”.
Cuando se
conocieron, Guardiola todavía no había comenzado su carrera como entrenador y
Messi era un adolescente. “La primera vez que lo vi –cuenta “Pep”- yo estaba
con Nike, donde trabajaba mi hermano Pere. A Leo también lo promocionaba la
misma marca.. Coincidimos en una tienda. También estaba su padre y me lo
presentaron. Lo vi tímido, Tiempo después, hablando con Tito Vilanova, me
explicó que en la cantera tenía un jugador fantástico, que la iba a romper. Ahí
supe de su calidad y empecé a seguirlo por televisión y lo clavó, Tito lo
clavó”.
La relación
entre ellos no le pudo haber dado mejores resultados al Barcelona. Fueron
cuatro temporadas únicas no sólo por los logros sino por los récords batidos,
los seis títulos en un mismo año, la expansión de la marca del club a niveles
increíbles, a todo el planeta. El equipo del que todos se hicieron hinchas, los
stocks agotados de todas las tiendas, la terna por el Balón de Oro de la FIFA
con tres jugadores de las divisiones inferiores, la simpatía mundial, el juego
a imitar, deslumbrante, los 92 goles de Messi en una sola temporada.
En esos años, el
director técnico entendió las formas para tratar a un jugador tan especial: “Hay días que se le puede preguntar
qué le pasa, depende del día. Él siempre lo dice: ‘cuando me cierro, me cierro.
No hablo con nadie y me tengo que curar solo’ y se le debe respetar. Al
principio me costaba entenderlo y con el tiempo, lo vas haciendo. Te vas dando
cuenta de que es una persona diferente. Como cada uno, tiene sus cosas y
durante esos días lo dejás y cuando percibís que quiere que le hables, vas y le
hablás”.
Guardiola
incidió como ningún entrenador en la carrera de Messi porque no se trató sólo
de cuestiones futbolísticas, sino otras relacionadas con su modo de vida, con
la forma de cuidar su salud, de mejorar su rendimiento. Le había impactado su
llanto al romperse el bíceps femoral ante el Celtic de Glasgow, que significaba
la octava lesión en dos años de élite, y más de la mitad, en el mismo lugar.
Había estado 85 días parado en los tiempos de Rikjaard y se decidió un estudio
holístico, global de su físico y se descubrieron carencias.
Laporta recuerda
que todavía se alimentaba como un niño con panchos, papas fritas, bebidas
gaseosas y hamburguesas. Lo detectaron e hicieron todo un trabajo con un
nutricionista y casi no tuvo lesiones en los cuatro años de Guardiola, que los
hacía comer a todos juntos en la ciudad deportiva: desayuno antes del
entrenamiento, almuerzo antes de volver a casa, para controlar la alimentación.
Del vestuario desaparecieron las máquinas expendedoras de chocolates y bebidas.
También para Messi desaparecieron los asados, las pizzas y las milanesas del
restaurante argentino “Las Cuartetas”, al que ya no pudo ser más asiduo
concurrente. Descubrió el pescado, que no toleraba antes. Casi nada de grasas,
mucha glucosa, muchas frutas y verduras, siempre bajo la táctica de la
recomendación: “como yo te veo, te recomendaría que comieras esto y esto”. Messi
aprendió a hidratarse y tonificarse, a descansar, más allá de los
entrenamientos personales ahora con Juanjo Brau.
El estudio de
morfología también generó cambios en el rendimiento en el césped. Muchas veces
se criticaba a Messi por descansar en los partidos, por dejarse ir, pero
descubrieron que eso tiene una explicación científica: tiene una tipología
muscular con un consumo energético muy alto. Sus músculos se quedan rápidamente
sin energía pero también se recuperan a gran velocidad. Pero el vacío, cuando
se produce, es muy intenso y eso genera la necesidad de un descanso luego del
esfuerzo y desde entonces se le pidió que dosificara los esfuerzos, que
eligiera los momentos. Con Guardiola, se estabilizó en 1,69m y 69 kilos y
aprendió el lenguaje de su cuerpo.
“Lo que aprendí
de Leo –insiste Guardiola ante Balagué- es que se reivindica en el campo. Él
habla allí y lo demuestra actuando, cuando salta al césped como si dijera
´ahora hablo yo´ metiendo cada día dos goles, tres goles, cada día…Ésta es su
gran lección como deportista: en todo este ruido que hay en el fútbol, que
todos hablamos más de lo normal, el lugar donde se expresa Leo es en el campo.
Esa es su gran acción, su gran valor: demuestra que, además de futbolista, no
tiene que ser nada más. Él sabe dónde tiene que hablar. Las cosas o cuentas
pendientes que tiene te las cobra allá, en el campo. Me da la impresión de que
los grandes son así, no buscan excusas, que si el entrenador lo ha hecho mejor
o peor…Leo no juega para gustarte a ti. Leo, cuando va mal de verdad, no te
dirá ‘es culpa tuya’. La percepción que he tenido siempre de Leo es que él
piensa: ‘tú organízame el partido para que yo pueda toca r muchos balones, que
del resto ya me encargo yo’. Otros piden ese lugar, el que Leo se ha ganado en
el campo al ser trascendente en los momentos claves, decisivos; pero luego, a
diferencia de Leo, llega el momento de la verdad y fallan. Y fallan una y otra
vez. Leo, no. A Leo le das la pelota, se la juega y te gana el partido”.
A Guardiola le
costó entender, y apenas cedió más en una última temporada en la que ya estaba
más desgastado, que a Messi no le gusta salir en los partidos. En una
oportunidad, iban ganando 4-0 contra el Valencia, lo sacó y se enojó. “Fue una
boludez, después se me pasó –confesó el argentino-No me gusta salir, me gusta
terminar los partidos, vayan como vayan. Prefiero entrar a salir Quiero jugar.
No me gusta que puedan pasar cosas y yo me quede en el banco”. Pedro entró por
él y al día siguiente, en el entrenamiento, no se cambió para ir a practicar.
Pero otra vez
fue importante Estiarte, aquel ex jugador de waterpolo, con sus consejos, y el mismo Guardiola, que
supo desde que era jugador y fue compañero de Romario o Stoichkov, que no, se
puede tratar a todos iguales y recordó una conversación con el entrenador de
vóley argentino Julio Velasco y una vez, en una charla publicitaria para el
Banco de Sabadell, contó lo que le dijo: “que siempre había escuchado a
entrenadores decir que todos los jugadores son iguales y es la mentira más
grande que existe en este deporte. Todos tienen que ser tratados con el mismo
respeto pero no a todos se los puede tratar igual. A uno, para tratarlo, tendrás que citarlo fuera del
trabajo, a otros en tu despacho, a otros no les hables nada de táctica ni del
rival, a otro, de lo que hace en su tiempo libre, hay que encontrarle la manera
a cada uno y eso es lo fascinante de nuestro trabajo como para seducirlos y
llevarlos a tu terreno y conseguir lo mejor de él. Parece que nosotros estamos
encima de ellos. Así nos ven, cuando nosotros estamos por debajo, porque
dependemos de ellos”.
Guardiola
entendió que lo que tenía que gestionar eran sus silencios. Tomó el consejo de
Velasco y en la primera Navidad dio más días a los sudamericanos para que
permanecieran con sus familias, y Messi volvió antes de lo previsto porque
estaba aburrido y extrañaba a la pelota y al grupo. También decidió que con el
rosarino nunca irían a comer sino que charlarían en la ciudad deportiva.
Al director
técnico catalán no le parece tampoco que llorar desconsoladamente en un
vestuario sea un signo de debilidad. “Cuando Messi llora, hay que dejarlo. Lo
ves, no pasa nada. Como entrenador, siempre es mejor tener a este tipo de
personas, no a las contrarias, de las que están tristes y cuando suben al
autobús empiezan a jugar al póker y ríen. Este tipo quizá también sube al
autobús y juega al póker pero antes tuvo eso natural de poder expresar una cosa
que no le gusta, como haber perdido o haber sido eliminado”. El amor que tiene
a ganar, la pasión y lo competitivo que llega a ser, es un animal. Seguramente
es como Tiger, Jordan, Nadal, como ese tipo de atletas que son únicos y lo que
hay que hacer cuando se los encuentra es entenderlos”.
Desde lo
táctico, las innovaciones de Guardiola tuvieron un éxito resonante, y todo
surgió de su poder de observación, y en la primera temporada, cuando decidió
pasarlo desde el extremo derecho a la posición de falso nueve. Notó que cometía
a veces la distracción de no marcar al lateral de su lado (lo mismo le pasaba a
Thierry Henry por la izquierda) y Guardiola los retó a su manera tras dos malos
partidos ante el Olympique de Lyon y el Espanyol. Empezó a pensar en una
variante y antes de enfrentar al Real Madrid en el Santiago Bernabeu citó a
Messi a la ciudad deportiva. Los blancos, con Juande Ramos, habían encadenado
siete victorias seguidas y el Barcelona tenía luego al Chelsea en semifinales
de la Champions. Le mostró unos videos a Messi, que se reía porque lo veía
claro frente a la PC: iba a jugar de falso nueve con Eto’o en el extremo, al
revés que siempre. Se paró frente a los dos centrales, que no sabían qué hacer,
si salir o no, y el Barcelona ganó 2-6, aunque luego Messi volvió al extremo y
Eto’o al medio y sólo volvieron a aquel experimento en la final de la Champions
de Roma ante el Manchester United, con otro gran partido.
Por darle el
mayor espacio a su máxima estrella, Guardiola también tuvo que lidiar con otros
problemas, como fue la contratación del sueco Zlatan Ibrahimovic, que sin
embargo, no conseguía encajar en el esquema y mucho menos, con el argentino en
la temporada 2009/10.
Si bien Messi
nunca le dijo nada, el DT se dio cuenta de que eran incompatibles tácticamente
y encontró el momento para charlarlo con el argentino, que le terminó confesando
que no se sentía cómodo. El 4-2-3-1 con él detrás de Ibra no funcionó como
quería y fue trasladado definitivamente al centro y desde allí, todo fue viento
en popa, con el sueco al banco. Sin embargo, Guardiola reincidió ante el Inter
en Milan por la semifinal de ida de la champions 2010 y cometió un gran error,
que fue ir contra su propia intuición. Reemplazó al sueco a poco de comenzar el
segundo tiempo pero no pudo evitar la derrota, y otra vez lo tuvo que cambiar a
la hora de la revancha en el Camp Nou y con la eliminación, definitivamente se
acabó ese plan.
En su libro
autobiográfico “Yo soy Zlatan”, Ibrahimovic sostiene que “Pep me sacrificó
porque Messi era la estrella y él quería jugar arriba y entonces me encerró y
yo soy como un pájaro libre. Guardiola tenía que escucharlo a él y todas las
pelotas pasaban por Messi. ¿Por qué diablos me compraron, entonces?”. Al año
siguiente llegó Dasvid Villa, que pensó que iba a jugar de nueve, pero le pidieron que se corriera a la punta,
algo que terminó aceptando para que el argentino tuviera su espacio.
“El Barcelona, a
partir de Guardiola, diseñó un vestuario a la medida de Leo y éste fue buscando
aliados para poder jugar como le gusta hacerlo. Pero el último año de Pep y
Tito Vilanova costó más mantener el equilibrio en un conjunto que en ocasiones
pareció entregado a Leo en exceso”, llegó a describir Balagué en su libro.
Efectivamente,
para la temporada 2011/12, la cuarta de Guardiola a cargo del equipo, el
entrenador sintió que el genio lo escuchaba menos y tuvo varios desencuentros
por sacarlo o mandarlo al banco para que descansara. La relación se desgastó
por la lógica del paso del tiempo, con un Messi ya más crecido que en la última
Navidad sí se quedó más tiempo en Rosario. El DT tenía que salir a tapar muchas
cosas en las conferencias de prensa, hablando demasiado. Pero no se fue sólo
por él sino por el cansancio de muchos años (consideraba que no más de tres era
un ciclo para un entrenador y llevaba cuatro).
Algunos
señalaron que el haber dicho “es el mejor jugador que tuve y tendré jamás” fue
una concesión de la que ya no hubo regreso y esa declaración había sido en
2009. Pero cuando Messi se enteró de que se iba a ir, le envió mensajes de
texto pidiéndole que se quedara (que el entrenador guarda hasta hoy). El
argentino no apareció por la conferencia de prensa de despedida.
“Más que eso es
la increíble cantidad de emociones y sentimientos, y las increíbles acciones
que te hacen estar frente a la TV para ver lo que puede hacer con el balón y sus
compañeros en un partido de fútbol –afirmó Guardiola en su despedida ante la
prensa-. Día a día, partido a partido, cada tres días. Hizo algo único. Sólo
puedo decirle que muchas gracias por llevar al Barcelona a otro nivel, a
dominar al mundo durante una década, él y sus compañeros”.
Por su parte,
Messi aclaró en su cuenta de Facebook que no estuvo “para que las cámaras no
buscaran los rostros de pena de los jugadores y no quise demostrar”. En la
fecha 37 de la liga, le marcó cuatro goles al Espanyol, le apuntó con el dedo
en el primero como dedicatoria, pero ya corrió a abrazarlo al banco en el
cuarto y le dijo “Gracias por todo” al oído. Luego, fue el autor del segundo
gol en el 3-0 al Athletic de Bilbao de Marcelo Bielsa con el que terminó el
ciclo.
Hoy, no
mantienen un contacto fluido. Se vieron brevemente en la ceremonia del Balón de
Oro de la FIFA en 2013 y el 7 de mayo de 2015 Guardiola pudo presenciar en vivo
y como entrenador del Bayern Munich, el brillante partido de Messi cuando el
Barcelona le ganó 3-0 en el Camp Nou y el argentino dejó sentado en el piso al
defensor Jerome Boateng. En la conferencia de prensa del día anterior, el DT
catalán ya había advertido sobre su ahora rival que “no se lo puede parar, es
imposible”. La revancha de Munich había comenzado mejor para los alemanes pero
dos jugadas de Messi y asistencias de Luis Suárez terminaron en un doblete de
Neymar y aunque los locales pudieron dar vuelta el marcador, no les alcanzó
para el pasaje a la final de Berlín.
Messi y
Guardiola volvieron a enfrentarse por la Champions en 2016/17 cuando el DT
catalán ya dirigía (como hasta ahora) al Manchester City y por la fase de
grupos. En la primera cita en el Camp Nou, el argentino marcó un triplete en el
rotundo 4-0 para el Barcelona y en la vuelta volvían a ganar los azulgranas 1-0
con otro gol del argentino pero los ingleses acabaron venciendo por 3-1.
Fue en aquella
oportunidad cuando Messi le dijo a Ferrán Soriano, ex dirigente del Barcelona y
ahora en el club inglés, que Guardiola “es macanudo, porque es duro, pero justo.
Con él fue espectacular, más allá de lo que sabe como técnico y de que es un
fenómeno por cómo analizaba los partidos y los preparaba. No creo que haya otro
entrenador como él”.
El director
técnico catalán parece tener muy claro lo que significa Messi: “A veces nos
olvidamos de que lleva el peso de ser el mejor jugador del mundo, de todos los
tiempos, que tiene un país detrás y un club que espera que gane el partido. Y
eso cada día. Yo pienso que es el mejor de la historia por esta razón, por la
continuidad de las cosas que ha hecho. Estoy convencido de que Cruyff cambió el
fútbol, Pelé por supuesto, Maradona, pero los tiempos son otros. Este tipo
tiene una capacidad de convertir, con los tiempos que corren, cincuenta, sesenta
goles y aparecer en todos los partidos, cada día.. Más allá de los títulos que
ha ganado, a mí no me cambiará la opinión gane o no gane un Mundial. Tengo una
increíble gratitud con el jugador más extraordinario que he visto en mi vida. Más
que por los títulos que nos ayudó a ganar con el Barcelona, por ayudarme a mí,
personalmente, a ser mejor entrenador, y ayudarme a ir a Alemania, y luego, a
Inglaterra”.
Acaso cuando se
vean en el Parque de los Príncipes, uno jugando para el PSG y el otro
dirigiendo al Manchester City, ahora ya sin el Barcelona de por medio, se den
un abrazo tímido, pero ambos saben cuánto se respetan y se estiman y cuánto
añoran aquellos tiempos de gloria, en los que se potenciaron mutuamente hasta
llegar a la cima.