Cuando en 2012
el marfileño Didier Drogba marcó el gol del empate ante el Bayern en
Munich en la primera de las dos finales de Champions League que ganó el
Chelsea, que al final se impuso por penales a los alemanes en su propia casa,
todas las miradas apuntaron a una señorita que se encontraba en el palco de
honor, Marina Granovskaia, dirigente del club inglés en ascenso, que fue quien
sostuvo contra viento y marea al delantero para que se quedara en los “Blues”.
Drogba había
sido sancionado por seis partidos debido a sus insultos al árbitro noruego Tom
Henning Ovrebo tras el partido de vuelta de semifinales de Champions de 2009
ante el Barcelona, cuando el Chelsea estuvo a segundos de llegar a otra final
consecutiva contra el Manchester United (contra el que había perdido un años
antes por penales en Moscú) cuando un gran remate de media distancia de Andrés
Iniesta acabó con el sueño en otro de los tantos recordados duelos entre los
entrenadores Josep Guardiola y José Mourinho.
Granovskaia es
la directora ejecutiva del Chelsea y no sólo se convirtió en la mano derecha
del dueño del Chelsea desde 2003, el ruso Román Abramovich, sino que es la
persona de su absoluta confianza desde que se endurecieron las leyes británicas
para permanecer en el territorio y el multimillonario decidió aparecer
esporádicamente por Stamford Bridge.
Desde que
Granovskaia se encuentra a cargo de las negociaciones de todas las
transferencias, con su aspecto duro y enigmático, el Chelsea ya ganó seis
títulos, entre ellos la última Champions League al Manchester City, llegó a
mediados de 2021 a la final de las dos Copas de Europa, la masculina y la femenina
(en la que cayó derrotada por el Barcelona), y se le hizo responsable por
grandes operaciones que reportaron enormes beneficios para el club, como el
retorno de Romelu Lukaku desde el Inter para la actual temporada, o la muy cara
salida de Eden Hazard al Real Madrid cuando estaba a punto de quedar libre, o el
acuerdo multimillonario con una marca de indumentaria deportiva como sponsor.
Granovskaia
nació en Moscú hace 46 años, tiene la doble nacionalidad ruso-canadiense,
estudió danza y música y es licenciada en Lenguas Extranjeras por la
universidad estatal, es decir que no tiene ninguna vinculación con las ciencias
empresariales, aunque se la reconozca como una muy hábil y dura negociadora y
desde que se graduó en 1997 comenzó a trabajar en Sibneft, la petrolera de
Abramovich.
Fue allí cuando
comenzó la relación laboral entre ambos. En la medida que mostró sus aptitudes
para manejar las finanzas y Abramovich vendió la empresa Gazprom en 2003 por
una fortuna y con parte de ella adquirió el Chelsea, inmediatamente hizo que
Granovskaia se trasladara a Inglaterra
para ayudar en el club y así es que en 2010 comenzó a actuar como su
representante y apoyaba con sus decisiones a la comisión directiva, a la que se
incorporó oficialmente en 2013.
Desde que es directora ejecutiva del Chelsea, en
2014, nada escapa a su control, incluido el vestuario, al que conoce a la
perfección, claro que ayudada por otro símbolo del club, el ex arquero checo
Peter Cech, consejero técnico desde julio de 2019. Mucho más aún conoce el área
deportiva en general tras la renuncia de otro ex jugador, Michael Emenalo, ex
director deportivo, en 2017. También descansa en su otro pilar, Scott
McLachlan, el jefe de Scouting desde 2011.
Acaso una de las
pocas malas operaciones fue la contratación del italiano Maurizio Sarri como
entrenador, pero Granovskaia salió airosa también de esta operación. El
director técnico duró apenas un año en los “Blues” pero no sólo le ahorró al
club millones de libras de indemnización sino que ole consiguió un ingreso muy
importante porque en lugar de despedirlo logró que la Juventus se interesara en
sus servicios pagando por su pase cuatro millones de la moneda inglesa.
Todas las
grandes operaciones del Chelsea en la última década tienen su firma: la
renovación de Drogba pese a lo ocurrido ante el Barcelona en 2009, el regreso
de Mourinho a Stamford Bridge en 2013 cuando Abramovich no estaba convencido,
las ventas de los pases de los belgas Hazard y Thibaut Courtois al Real Madrid,
cuando el presidente del club blanco, Florentino Pérez, pudo comprobar la
dureza en las negociaciones de la llamada “Dama de Hierro” del fútbol inglés.
Por Hazard consiguió que los españoles pagaran 115 millones de libras por su
pase más cuarenta en variables cuando al belga le quedaba un solo año de
contrato y luego quedaba en libertad de acción.
Algo que también
se dice de ella es que es muy cuidadosa con el dinero que gasta en las compras
de pases de futbolistas. Cuando llegó Gonzalo Higuaín exigió que fuera en forma
de préstamo porque no estaba dispuesta a pagar los cincuenta millones de libras
por un jugador de 31 años.
También se
consideran grandes éxitos suyos las ventas de los brasileños Óscar, Ramires y
David Luiz –sin lugar en el primer
equipo-, el croata Mario Pasalic, el francés Tiemoué Bakayoko, y la del
español Álvaro Morata, que dejaron cerca de 220 millones de euros en las arcas
“blues” y en plena pandemia, dejaron un balance positivo de 38 millones. De
esta manera, Granovskaia consiguió equilibrar el nivel de gastos e ingresos con
compras y ventas millonarias.
También pudo
sacar provecho a una situación que generalmente se presenta como negativa para
los grandes clubes inversores, como fue la prohibición al Chelsea para
contratar jugadores por dos ventanas de pases por sanción. Una vez superado el
inconveniente, “La madame de los fichajes”, como también se la conoce, acumuló
mucho dinero para armar un gran equipo con la idea de que otro ídolo del club
como Fran Lampard, entonces entrenador, tuviera todo para pensar en lanzarse a
los títulos, pero no tuvo empacho,
cuando los resultados no aparecieron, para reemplazarlo por el alemán Thomas
Tuchel.
“Con Abramovich
hablamos por primera vez en el campo de juego. Allí fue nuestro primer
encuentro”, admitió Tuchel tras los festejos del título de campeón de la
Champions. No se habían visto antes porque todo había quedado a cargo de
Granovskaia
El Chelsea se
gastó entonces 241 millones de euros en cuatro jugadores: Hakim Ziyech, de 27
años, proveniente del Ajax (40 millones), el lateral inglés Ben Chilwell, de 23
años, del Leicester City (50 millones) y en los alemanes Timo Werner (24) del
RB Leipzig (53 millonea) y Kai Havertz (21) del Bayer Leverkusen (80), quien
precisamente fue el autor del gol en la final ante el Manchester City que le
dio el segundo título de Champions al Chelsea a mediados de este año. Además,
llegaron el arquero del Rennes Edouard Mendy (18 millones) y el brasileño
Thiago Silva (libre). Por si faltara poco, para esta temporada se sumó nada
menos que Lukaku por más de 100 millones.
Para el fichaje
de Havertz, la prensa alemana llegó a acusarla de espionaje. Se dijo que estaba
reuniendo información privada sobre los posibles puntos débiles de los
directivos del Bayer Leverkusen como el ex jugador Rudi Voeller (director
deportivo) y Fernando Carro (director general) para poder presionar y bajar el
monto total de la operación. En principio, parecía todo acordado en 100
millones, pero el Chelsea pagó 80.
Su desempeño en
las negociaciones y en la administración de las finanzas despertó elogios en
otros altos dirigentes del fútbol europeo como el máximo mandatario del Bayern
Munich, Karl-Heinz Rummenigge, quien sostuvo que “puede que haya dos o tres
clubes que pueden oponerse a la tendencia. Los números del Chelsea, por ejemplo,
parecen muy positivos. Marina Granovskaia ha hecho un muy buen trabajo”, le
dijo a “The Athletic”.
Pero si hay algo
que todavía hoy se considera como un brillante negocio del que Granovskaia
formó parte fue el tremendo contrato firmado por el club con Nike en 2017 con
el que rompió todos los récords de la Premier League: 66 millones de euros
anuales durante quince años, hasta 2032, por un total de 990 millones de beneficio.
Ahora, tras el
impacto de la contratación de Lukaku, pieza fundamental del título de Serie A
del Inter en la temporada pasada, Granovskaia ya piensa en nuevos refuerzos.
Las ventas de los pases de Fikayo Tomori, Olivier Giroud, Víctor Moses y Tino
Livramento, permitirán un aumento de fondos para seguir reforzando uno de los
equipos más poderosos, que debe disputar el Mundial de Clubes.
Pero la
dirigente “blue” no sólo consiguió
equilibrar las finanzas o traer a jugadores de gran nivel sino que
aprovechó las dos ventanas de mercado sin poder contratar para apuntalar las
divisiones inferiores, cuando antes esto no era para nada habitual. La
excepción fueron los casos de Bonetti, Osgood o Le Saux, pero hasta un símbolo
como su ex capitán John Terry, que creció en Stamford Bridge, había estado
antes cuatro años en el West Ham antes de llegar en 1995. Cuando Abramovich compró el Chelsea a Ken
Bates en 2003, la academia de juveniles ni siquiera existía como tal.
Sin embargo, la
imposibilidad de contratar jugadores abrió un gran panorama para los juveniles,
que comenzaron a demostrar su valía en competiciones domésticas y especialmente
en la Youth Champions League, la Champions League sub-19. En sus siete
ediciones, el Chelsea fue campeón en 2013 y 2016, y finalista en 2018 y 2019.
Si bien ya Guus
Hiddink le había dado una oportunidad en 2016 a Tammy Abraham y a Tomori, y
Antonio Conte hizo debutar a Callum Hundson-Odoi, Chalobah, Musonda, Ola Aina y
Jérémie Boga, quien verdaderamente comenzó a apostar por los jóvenes fue
Lampard, quien lanzó a Mason Mount, Billy Gilmour (traído del Rangers a los 15
años), Reece James y Andreas Christensen (llegado a los 15 años del Brondby).
“Marina es una
persona clara. No hay necesidad de diez llamadas telefónicas o quince correos
electrónicos para decirle algo. Va directo al punto”, la describió el representante
del zaguero Kurt Zouma, llegado desde el Everton.
Es que casi no
tiene fotos (sólo en el palco de Stamford Bridge o en la firma de un contrato,
ni redes sociales, y muy poco se conoce sobre su vida privada ni de sus gustos.
La revista “Forbes” la eligió en 2018 como la quinta mujer más poderosa en el
mundo del deporte si bien los que arreglaron contratos con ella aseguran que es
más “una mujer de negocios que una experta en fútbol, y si ya tomó una decisión
sobre lo que se discutía, es difícil que cambie de opinión. Es tomarlo o
dejarlo”, y prefiere estar en segundo plano y no atribuirse méritos.
Habla con
fluidez varias lenguas aunque cuando se enoja, maldice en la materna y su
restaurante preferido es “Sumosan Twiga”, de comida japonesa, que tiene entre
sus dueños a Flavio Briatore, el ex director deportivo del equipo Renault de la
Fórmula Uno.
Pero nadie en el
Chelsea manda más que ella, aunque hay quienes, en principio, tienen cargos
superiores como el presidente Bruce Buck, o el presidente ejecutivo, Guy
Laurence, o el otro director, Eugene Tenembaum. Pero nada se hace sin su
aprobación. “Es la mujer más poderosa
del mundo del fútbol”, llegó a asegurar “The Times”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario