En España lo
conocen como “Míster Proper”, por el personaje de las publicidades televisivas
de productos de limpieza, y en Córdoba es una de las más destacadas figuras de
su historia futbolera, luego de sus comienzos en Instituto (club con el que se
identifica), su paso por Argentinos Juniors y clubes italianos y españoles, y sus últimos tramos en Talleres y en General
Paz Juniors. Sin embargo, la
característica más saliente de Oscar Alberto Dertycia es su reconocida pelada,
producto del estrés de la lesión por un choque casual con Diego Maradona en un
partido de la Serie A italiana a fines de los años ochenta.
El gran goleador
cordobés, que hoy trabaja para la Agencia de Deportes provincial dando charla
sobre cómo atravesar los distintos momentos de una carrera profesional, y
clínicas a niños en el campo de juego, con orientación a los atacantes (como lo
fue él), dialoga en exclusiva con Infobae sobre su vida y su extensa carrera,
que incluye nada menos que 212 anotaciones.
- La suya es una
carrera larga y rica, luego de iniciarse en Córdoba, pasar por Buenos Aires,
para llegar a Europa y jugar en Italia y España, regresar a Córdoba, y terminar
en Chile y Perú.
- Así es, fueron
550 partidos, 11 clubes, 212 goles. Estuve cerca de jugar dos Mundiales, no se
dio (especialmente el de Italia 90), pude compartir grandes momentos, tuve
excelentes compañeros, algunos de gran nivel, como Diego Maradona y Roberto
Baggio.
- ¿Qué me puede decir sobre Baggio?
- Un crack y un
excelente compañero y además, le encanta la Argentina. Tiene campos en La Pampa
y solía venir con su hermano a cazar y a pescar. En esa época sólo había tres
extranjeros por equipo, no era como ahora que está lleno de extranjeros en cada
equipo, así que era un total privilegio estar en ese fútbol italiano tan
competitivo de la Serie A. En la Fiorentina éramos el checo Lubos Kubik, que
era defensor, el brasileño Dunga y yo. Era la época en la que en el Nápoli
estaban Maradona, Careca y Alemao, el Milan tenía a los tres holandeses, Frank
Rikjaards, Ruud Gullit y Marco Van Basten y el Inter, a los tres alemanes,
Andreas Brehme, Lothar Matthaus y Jürgen Klinsmann.
- Y lo que debe
haber sido jugar con o contra Maradona. Debe tener muchas historias con él…
- Muchísimas. Un
gran compañero, una persona excepcional. Compartimos momentos en la selección
argentina, en las eliminatorias. Eran tiempos distintos a los actuales. Éramos
todos futbolistas del torneo local y apenas había cuatro del exterior, que
venían siempre que podían: Diego, Jorge Valdano, Jorge Burruchaga y Pedro
Pasculli. Hoy parece mentira que ya no esté. Es lo máximo que dio el fútbol de
nuestro país, por lo que significa y por lo que hizo por este deporte. Pero lo
pude disfrutar. Lo vi gozar y sufrir, porque era doloroso que en cualquier
viaje nosotros saliéramos a caminar, a recorrer, y él tenía que quedarse en el
hotel porque siempre había treinta o cuarenta periodistas o fotógrafos
esperándolo. En los entrenamientos era increíble ver lo que era capaz de hacer
con la pelota y después, Fernando Signorini (su preparador físico personal) le
daba una paliza. Me saco el sombrero por todo lo que hizo y porque no faltaba
nunca, ni en los partidos a beneficio, y no quería perder ni en esos casos.
- Cuente algunas
anécdotas de esos enfrentamientos contra Maradona.
- El primero no
me lo olvido más, fue el 17 de septiembre de 1989
- Qué memoria…
- ¡Como para
olvidarse! Un Nápoli-Fiorentina en el estadio San Paolo. Él volvía de la
Argentina excedido de peso, una temporada que recién se iniciaba, la 1989/90,
estaba barbudo, desaliñado, estaba peleado con el presidente del club (Corrado
Ferlaino) y fue al banco, con la camiseta con el número 16. Los 45000
espectadores gritaban su nombre y salió al segundo tiempo. Nuestro arquero,
Marco Landucci, le atajó un penal. Ganábamos 2-0 con dos goles de Roberto
Baggio pero tres genialidades de él dieron vuelta el partido y lo terminamos
perdiendo. Esa camiseta con el 16 tenga
la suerte de habérmela quedado y está hoy en el Museo Kempes, acá en Córdoba.
Es que había cada número diez…a mí me tocó jugar con varios y también vi
otros….Latorre, Beltrán, Mastrosimone, Meza…
- Es el mismo
número que usó en la camiseta de Argentinos Juniors –donde usted también jugó-,
en su debut ante Talleres de Córdoba en 1976…
- Así es. Tengo
también otras camisetas de él, una blanca con el 10, y una moneda con su
imagen, y cuando me operaron de rotura de ligamentos, a principios de 1990, me
vino a ver al hospital y me regaló varias camisetas más pero se las di a los
médicos y enfermeras.
- ¿Esa operación
fue la de la lesión producto de un choque suyo con Maradona?
- Sí, en un
partido jugado en Peruggia por la Copa Italia en enero de 1990. Yo me anticipé
a la jugada y lo choqué, forcejeamos por la pelota y él se me cayó encima y por
aguantarlo, giró la rodilla pero no los tapones. Justo a los pocos días iba a
llegar a Italia Carlos Bilardo para observar a algunos jugadores, entre los que
me encontraba, pensando en el Mundial. Necesité ocho meses para recuperarme,
fue la única lesión grave que tuve en mi carrera y fue tanto el estrés que se
me cayó todo el pelo, me generó la alopecia que tengo hasta hoy. Justo había
nacido mi hija, me hijo tenía 4 años, y era mi mejor momento. Ese era mi
Mundial, y no pude jugarlo. En mi lugar llegó el rumano (Marius) Lacatus, y a
los pocos meses, Gabriel Batistuta. A mí me mandaron a Viareggio para la
recuperación y fue allí que me mentalicé para que esto no me volviera a pasar y
por suerte, jugué después hasta los 38 años, 14 años más.
- ¿Fue
importante allí la presencia de un psicólogo?
- El mejor psicólogo
es no mismo. Hay que tener mucha fortaleza mental. Yo no sabía qué me iba a
deparar el futuro, pero apareció el Cádiz, que en ese momento dirigía el
“Bambino” Veira y el profesor Lorenzo Buenaventura y tuve mucha suerte porque
fueron seis meses inolvidables. Ellos me
abrieron las puertas. Me había lesionado el 19 de enero de 1990 y regresé a las
canchas el 30 de diciembre de ese año ante el Castellón por la liga española.
Entré como suplente y era una sensación de alegría indescriptible. Fue como una
explosión. Ese año le ganamos 4-0 al
Barcelona de Johan Cruyff, que empatando con nosotros ese día campeón y yo hice
el tercer gol, fue algo histórico. Ellos terminaron ganando el título de
liga a la semana siguiente, como locales en el Camp Nou.
- Justo ahora
juegan el Cádiz y el Barcelona por la liga.
- Sí, y cómo será lo de aquel partido, que
toda la prensa catalana me está llamando por eso para recordarlo. Fue una
época excepcional. Con un equipo humilde pasamos varias instancias en la Copa
del Rey, donde marqué dos goles al Athletic de Bilbao en la Catedral de San
Mamés, nos salvamos del descenso. Lo único triste es que el Bambino Veira se
fue en marzo a la Argentina porque contrajo hepatitis B.
- Allí fue que
le pusieron como apodo “Míster Proper”.
- Sí (risas), es
que mis buenos tiempos coincidieron allá con los carnavales, que son fiestas
muy especiales y populares, con las chirigotas, las melodías que se cantan
allí, las figuras, las murgas, y como yo era pelado y como un arito de oro en
la oreja izquierda, decían que me parecía a un personaje de las publicidades,
relacionado con un superhéroe de la limpieza. Y me quedó eso para siempre y
ahora me conocen todos así.
- Después del
Cadiz tuvo otra buena experiencia en el Tenerife.
- Sí, excelente,
y allí dos veces seguidas le quitamos el título al Real Madrid y fue campeón el
Barcelona del Deam Team. En uno de esos dos partidos, la definición fue
increíble porque era la última fecha de la liga y el Real Madrid era campeón
empatando y nos ganaba 2-0 con dos goles del rumano Gica Hagi y lo dimos vuelta
y terminamos ganando 3-2 y como el Barcelona ganó, lo terminó pasando. Y al año
siguiente les volvimos a ganar 2-0 (marqué un gol) y no sólo perdieron el
título sino que nosotros nos clasificamos a la Copa UEFA, que fue la primera
vez que el club lo conseguía. Fue una alegría tremenda.
- Ese equipo de
Tenerife quedó en el recuerdo de la gente.
- Sí, tenía un
estilo menottista, con Jorge Valdano como entrenador y Ángel Cappa como
asistente, con los peruanos Percy Olivares y José “Chemo” Del Solar, y había
una pila de argentinos, como Fernando Redondo, Diego Latorre, Juan Pizzi,
Ezequiel Castillo. En la primera temporada, de los ocho partidos que ellos
dirigieron ganamos seis y evitamos el descenso, y ya en la segunda temporada,
conseguimos salir quintos, que fue lo que nos clasificó a la Copa UEFA. Y ya en
la última temporada, llegamos a los octavos de final de la Copa UEFA y nos
eliminó la Juventus, y estuvimos en la semifinal de la Copa del Rey, cuando nos
eliminó el Celta. Ese equipo tenía un estilo muy marcado y consiguió resultados
increíbles, como el 3-0 al Real Madrid en el Santiago Bernabeu en la Copa del
Rey.
- También
tuvieron duros cruces con aquel Sevilla de Carlos Bilardo…
- Sí! Eso fue en
la temporada 1992/93, cuando en el Sevilla jugaban Diego Maradona y Diego
Simeone. La semana previa a los partidos era un festival para la prensa con eso
del enfrentamiento Bilardo-Menotti. Recuerdo que en uno de esos partidos, al
empezar, redondo le metió una murra a Maradona. Había un clima muy caldeado,
daba una motivación especial. Por suerte, la gente se sigue acordando al punto
de que tengo una peña con mi nombre. Soy muy feliz de haber conseguido eso.
- Después pasó
por el Albacete…
- Sí, tras el
primer partido de pretemporada, para nuestra sorpresa, se fue el entrenador
Luis Suárez y lo reemplazó Benito Floro, y jugué poco. No le gustaban los
argentinos. Recuerdo que en el plantel había un uruguayo muy talentoso, José
Zalazar, que le pegaba como los dioses., En esos meses le metí un gol al
Barcelona a los 50 segundos de empezar el partido.
- También tuvo
la experiencia de haber estado en uno de los ciclos más importantes de la
selección argentina.
- Claro, yo
estuve en los últimos tres meses del ciclo de César Luis Menotti y luego
integré el equipo que consiguió la medalla de bronce en los Juegos de
Indianápolis en 1987, ya con Carlos Bilardo y Carlos Pachamé, y el que llegó a
la final del Mundial sub-20 de México en 1983, ante Brasil. Incluso estuve en
el plantel que consiguió la clasificación al Mundial 1986 y por eso, siento que también soy campeón del mundo
aunque no haya estado entre los veintidós elegidos porque lo viví y estuve en
ese grupo.
- ¿Por qué cree
que Bilardo no lo convocó para el Mundial?
- Supongo que
pensó que por mi edad, ya tendría dos o tres Mundiales más para jugarlos, pero
lamentablemente, la lesión me impidió estar en Italia 1990 y ya para Estados
Unidos 1994 estaban Gabriel Batistuta, Claudio Caniggia y Abel Balbo. Es mi
cuenta pendiente pero yo siempre había querido jugar en el fútbol europeo y lo
conseguí a base de mucho esfuerzo, porque Europa tiene otra dimensión para el
futbolista.
- De todos
modos, hay una fuerte imagen de usted saltando en el balcón de la Casa Rosada
junto a los campeones del mundo.
- Es que me
sentí parte. Por ejemplo, en los partidos, cuando iba al banco, Maradona me
daba su “Cartier” de oro para que yo se lo tuviera. Me decía “cordobés, vení” y me daba el reloj.
Y yo siempre se lo devolvía. Con él
construimos una relación especial. Después del choque que me llevó a quedarme
pelado, volvieron a jugar Fiorentina y Nápoles por segunda vez en la misma
semana pero por la liga y él se quedó a dormir
allá para poder ir a visitarme al hospital al día siguiente, y trajo
relojes de oro para mi esposa y para mí, y eso no se olvida. Yo fui a despedir
a los jugadores a Ezeiza cuando salieron para la gira previa al Mundial y
cuando me vio, a Julio Grondona se le piantó un lagrimón de la emoción.
Después, cuando ganaron el Mundial, desde México me llamaban Ricardo Giusti,
Nery Pumpido, Oscar Ruggeri, Ricardo Bochini, Sergio Almirón, y me decían
“mañana venite con nosotros a festejar en Buenos Aires” así que me fui con
ellos en el colectivo, subí al balcón de la Casa Rosada, fue impresionante.
- Luego de la
experiencia europea vino el regreso al fútbol argentino.
- Sí. Esperaba
el llamado del Hércules y mientras tanto, volví a entrenarme a Instituto, pero
sabía que allí estaba Diego Klimowicz así que finalmente firmé para Talleres,
pero no pudimos ascender a la A. Luego pasé a Deportes Temuco, en Chile, volví
a general Paz Juniors de Córdoba, donde luego también fui director técnico y al
final, me llamó Sergio Coleoni, que es el primo de Gustavo (ex entrenador de
Central Córdoba de Santiago del Estero), y que estaba dirigiendo al Sport
Coopsol de Trujillo, en Perú, a 600 kilómetros de Lima, y me fui por cuatro
meses. Hice siete goles en ocho partidos y en total hice 17 goles, cuando ya
tenía 38 años y fue mi última etapa antes de colgar los botines. Pude jugar
muchos años, porque para mí estar en un vestuario o concentrado, era el hombre
más feliz del mundo.
- Hoy sigue
trabajando en el fútbol…
- Sí, en la
Agencia Córdoba Deportes. Le piden a Héctor “Pichi” Campana, que está a cargo,
que vayamos a dar charlas o clínicas tanto Donald Jones, como Santos “Falucho”
Laciar o yo y entonces acudimos a colegios o clubes y hacemos entrenamientos
con los chicos, generamos diálogos, o entrenamientos específicos con ellos, en
mi caso, en el campo de juego, con trabajos de definición y trato de que luego
rompamos el hielo y me hagan preguntas, para que se quiten la vergüenza. Porque
cuando yo era chico, mi ídolo era Mario Kempes pero no había podido hablar con
él hasta muchos años más tarde. Yo aprendo de los adolescentes o en el
papi-fútbol. ¿Para qué me voy a guardar todo lo que aprendí en tantos años de
carrera? A mí Europa me enseñó mucho: a declarar ante la prensa, a expresarme,
a vestirme, a comer, dialogar con un banquero, con un abogado, con un contador.
Cuando en el final de la carrera me fui
a jugar a Perú, mi hijo se hizo fanático del ceviche y yo lo acompaño, traté de
rescatar cosas de todas las culturas.
- Decía que a
Kempes lo pudo tratar de más grande. ¿Cómo es la relación con él?
- Jugamos juntos
en un partido a beneficio en cancha de General paz Juniors. No me olvido de que
estando en el Cádiz, una vez fuimos a jugar un partido a Mestalla contra el
Valencia y me regalaron una foto suya que luego le hice firmar, y antes del
Mundial de Sudáfrica 2010 le hice una entrevista filmada pero lamentablemente
luego me robaron esa cámara y la perdí. Luego lo volví a ver cuando vino a la
inauguración del estadio cuando se llamó “Mario Kempes”. Es una enorme
satisfacción tener trato con él y que haya muchas cosas de mi carrera en el
museo que lleva su nombre. Sé que se emocionó en uno de sus últimos cumpleaños
cuando los chicos a los que les doy charlas le enviaron un video con
felicitaciones.
- Tanto Kempes
como usted son figuras históricas nacidas en Instituto. ¿Es verdad que allí
quedó algún resquemor con usted por haber jugado unos meses en Talleres?
- Sí, el hincha
quedó dolido por eso, pese a que soy el goleador histórico del club en AFA con
93 tantos, pero aún así, no hay una tribuna con mi nombre después de que se
hizo una votación para bautizar las del estadio. Hay, eso sí, una foto mía de
cuando tenía pelo en La Agustina, el predio de “La Gloria”. De todos modos, las
relaciones están bien y llegué a estar en 2014 en el cuerpo técnico con
“Miliki” Jiménez y quedamos cerca de ascender a la A.
- ¿Cómo ve al
fútbol cordobés en la actualidad?
- tenemos la
materia prima, que es lo más importante. En cualquier plaza o esquina de la
provincia hay un talento, un diamante, y siempre Córdoba estará bien vista como
lugar futbolero por excelencia. Hoy Talleres está primero en la tabla, tratando
de acostumbrarse ganar, tratando de superarse ante una enorme exigencia, con un
entrenador que sabe cómo hacerlo, como (Alexander) Medina, Belgrano se está consolidando
con un entrenador ganador surgido del club, como Guillermo Farré. Instituto
está a la deriva, con dos entrenadores que se fueron, y vamos a ver ahora cómo
se las arregla “Miliki” Jiménez, que es el director deportivo. Racing, General
Paz Junior…hay una impresionante cantidad de chicos que juegan al fútbol en
tantos equipos y en tantas categorías. Hay mucho futuro, y en el presente,
jugadores como Paulo Dybala o Cristian “Cuti” Romero, que tienen esa mezcla de
técnica fina y el potrero, que siempre son bienvenidas en el mundo del fútbol.
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