“Que
n’aprenguin” –“que aprendan”, en castellano- es una reconocida frase que soltó
el entonces presidente del Fútbol Club Barcelona, Joan Laporta, en enero de
2004, y que pudo escucharse en un
documental posterior y se refería a la forma en que sus dirigentes consiguieron
contratar desde la Juventus al gran volante neerlandés Edgard Davids.
Eran otros
tiempos, en los que un exultante Laporta, sacaba pecho, muchas veces bañado en
champagne sobre su traje y en interminables fiestas junto a sus amigos y
compañeros de junta directiva, entre ellos Sandro Rosell y Ferrán Soriano,
surgidos de la generación llamada JASP (Jóvenes Pero Suficientemente
Preparados).
Todo aquello
parece ya muy lejano, y si aquel 2004 fue el inicio de un adolescente argentino
que debutaba en la Primera azulgrana llamado Lionel Messi en tiempos del
director técnico holandés Frank Rikjaard y el reinado de Ronaldinho, hoy
Laporta se encuentra otra vez a cargo de la presidencia del club, pero se
terminó enfrentando duramente con Rosell (que fue preso por corrupción) y
Soriano acabó ligado al Manchester City.
Este Laporta de
hoy no podría jactarse de sus actos y ni siquiera de haber podido cumplir su
mayor promesa, que fue la de conseguir mantener a un Messi ya hombre, con 34
años, padre de familia y más de 700 goles en el club, que batió todos los
récords pero que se marchó al Paris Saint Germain (PSG) llorando porque los
dirigentes le comunicaron que no podían hacer frente a su contrato ni aún
aceptando renunciar a la mitad de sus ingresos.
“El Barcelona
felicita a un jugador del PSG por ganar la Copa América”, ironizó días atrás el
columnista del diario deportivo catalán “Sport”, Albert Masnou, para ilustrar
el sinsentido actual de un club que se encuentra a la deriva y no tiene ideas
cuál es el camino que debe transitar luego de haber matado a la gallina de los
huevos de oro.
Muchos se
preguntan por qué el Barcelona no pudo hacer frente a los 40 millones de euros
anuales que aceptaba cobrar Messi (que debía regresar en condición de libre por
lo que sólo había que arreglar con él en forma directa) y sí ahora planea
gastar 75 millones por el muy buen delantero Dani Olmo, del Leipzig, en los
próximos mercados de pases. El empresario mediático Jaume Roures, avalista de
Laporta para que éste pudiera asumir su mandato, llegó a manifestar que no
entendió qué pudo ocurrir en las últimas horas para que el Barcelona y el
rosarino no acordaran “cuando hasta donde sé estaba todo acordado”.
Lo cierto es que
aquel equipo azulgrana que fue modélico en el mundo, que agotaba la venta de
merchandaising en cualquier parte del mundo –este periodista fue testigo de
cómo no quedó ni una sola prenda en la tienda oficial de Yokohama antes de la
final del Mundial de Clubes de 2011 ante el Santos de Neymar-, que tuvo en la
terna de postulantes al Balón de Oro de la FIFA de 2010 a los tres jugadores de
la cantera (Messi, Xavi Hernández y Andrés Iniesta) y que deslumbró a todos con
su juego por abajo, un marcado 4-3-3 que se basaba en la posesión de la pelota
y ni siquiera creía en los contragolpes ni en el juego aéreo en los
córners, ante el Granada lanzó 54
centros para que en uno de los tantos zapallazos, el marcador central uruguayo
Ronald Araujo empatara sobre el final de cabeza, y como local.
Ya nada es lo
que era. Parece haber sido de otro tiempo cuando muy buena parte de la prensa
catalana se quejó ante el “Tata” Gerardo Martino, en la temporada 2013/14,
porque después de años el Barcelona perdió al final del partido el porcentaje
de posesión de pelota ante el Rayo Vallecano por 52 a 48, aunque los de Messi
ganaran 4-0. Había que respetar la filosofía de juego por encima del resultado.
Hoy, el mismo
Laporta mantiene un pulso con su entrenador, otro legendario ex jugador del
club, el neerlandés Ronald Koeman, autor del gol más emblemático de la
historia, con el gol de tiro libre a la Sampdoria en Wembley en 1992 que le dio
al Barcelona la primera Champions League.
Si bien trató de
ser equilibrado en sus declaraciones (cosa que evidentemente le cuesta mucho),
Laporta nunca quiso a Koeman en este mandato porque no le convence su juego ni
el modo en que llevó adelante estos meses con el plantel y porque fue elegido
por la dirigencia anterior y le aceptó eyectar al gran goleador uruguayo Luis
Suárez en buena parte, para deshacerse de un contrato caro pero también p0ara
dejar a Messi sin su mejor amigo en Barcelona.
Entonces, ahora,
ante la seguidilla de tan malos resultados como insípido juego de un equipo
vacío, desvencijado, envejecido y sin ideas claras, el presidente del Barcelona
de la sonrisa eterna que antes se golpeaba el pecho, ahora sopesa tres ideas
para reemplazar a su entrenador, que ya no habla en las conferencias de prensa
sino que lee comunicados, en los que dice que los hinchas deben olvidarse de
ganar la Champions y conformarse con llegar en la liga en el lote de los de
arriba.
Así es que según
los rumores de la prensa allegada, Laporta baraja los nombres de Roberto
Martínez (catalán que dirige a la selección de Bélgica), Xavi Hernández (quien
lleva varias temporadas en Catar) y el italiano Andrea Pirlo.
No parece fácil
que Martínez vaya a emular lo que hizo Koeman de dejar la selección de Países
Bajos para tomar el fierro caliente de un Barcelona que se encaminaba a las
elecciones presidenciales y que gracias si arañó una Copa del Rey, por lo que
no parece lógico que a un año del Mundial vaya a abandonar a los “Diablos
Rojos” con Romelu Lukaku, Eden Hazard, Thibaut Courtois o Kevin De Buyne para
venir a este Barcelona de ahora, como tampoco parece fácil que Xavi prefiera
volver a su tierra para tomar la decisión de ir colocando en el banco de
suplentes a sus amigos y ex compañeros Gerard Piqué o Sergio Busquets.
Si el que
quedara fuera Pirlo, por el momento su único gran antecedente como director
técnico es haber perdido el título de la Serie A italiana con la Juventus tras
diez años consecutivos consiguiéndolo, lo que no es absoluta garantía de
fracaso absoluto, pero tampoco parece ser sinónimo de éxito o de una
experiencia requerida para hacerse cargo de un equipo con las exigencias del
Barcelona.
Es cierto que
aún no pudo debutar Sergio Agüero (inscripto in extremis porque no daban los
números y aún lesionado), y que una de las grandes figuras del futuro, como
Ansu Fati (quien heredará el número diez) recién ahora estarán en el campo
luego largos meses de inactividad y aún falta que se readapten un resistido
Philippe Coutinho y un irregular Ousmane Dembélé (por ambos se gastó todo el dinero
que entró por Neymar en 2017), pero por el momento, este Barcelona no transmite
casi nada, y fue perdiendo socios, abonos al estadio Camp Nou y lo que es peor:
todo el movimiento turístico que generaba Messi en el pasado.
Este Barcelona
que no encuentra todavía su camino, y en el que el neerlandés Memphis Depay
trata de buscar algún acompañante con quien descargar su excelente juego de
ataque, fue hiriendo de muerte a la gallina de los huevos de oro sin preparar
un plan alternativo, aunque desde hace años que sabía que esto algún día podía
pasar: que los Xavi, los Iniesta y los Messi se fueran o acabaran sus carreras,
pero hizo poco y nada.
Entonces, aquel
“Que n’aprenguin” ya quedó fuera de época. Acaso Laporta debería preguntarse
qué aprendió él mismo en todos estos años, ahora que volvió a la presidencia
del Barcelona.
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