Una nueva trampa sacude los cimientos del fútbol y nos hace reflexionar sobre quiénes manejan los destinos de acaso el hecho masivo por excelencia de nuestro presente, a partir de la flagrante injusticia cometida en el partido Francia-Irlanda, que sirvió para la clasificación de los galos al Mundial, cuando en el minuto 103, Thierry Henry, en evidente posición adelantada, acomodó la pelota con su mano, y alcanzó a servir un centro para que su compañero William Gallas empujara el balón a la red.
Aparecen muchas cuestiones éticas en esta situación, y no menos situaciones hipócritas. Uno de los debates tiene que ver con la actitud del delantero del Barcelona Henry. ¿Qué debió hacer al tener en claro que con esta injusticia, no sólo clasificaba a su equipo, sino que dejaba injustamente fuera del Mundial a su rival?
Henry confesó que había bajado la pelota con la mano (“se lo dije a los jugadores irlandeses, al periodismo y al árbitro”) y esto lo enaltece, pero no parece que alcance, ni en cuanto a él, ni en cuanto al árbitro sueco Martin Hansson, ni mucho menos a la FIFA, que ya comunicó que el partido no puede repetirse, amparándose en un reglamento vetusto, que no reconoce el uso de las nuevas tecnologías para no recaer en injusticias como éstas.
¿Tal vez Henry debió insistirle a Hansson, o tratar de convencer a sus compañeros de equipo de que lo hicieran o que no aceptaran el fallo que convalidaba un gol que los metía en el Mundial? No parece tan sencillo, aunque el fair play así lo hubiera indicado, pero no sobran los antecedentes en este sentido y el perverso sistema en el que vivimos, con tantos intereses en juego, coloca esta posibilidad en el nivel de la utopía.
Tanto es así, que el primer choque ético se produjo cuando Henry le confesó al propio árbitro Hansson que había utilizado su mano en la jugada (más allá de que primero, debió anularse todo por offside y no ocurrió). Pero ya allí apareció el primer hecho cuestionable desde la ética. No hay más claridad para un fallo, que la confesión del propio jugador. Nos preguntamos qué pesó en Hansson para no anular ese gol, y también sería interesante saber qué hará la FIFA con Hansson en cuanto a su continuidad como árbitro del más alto nivel, luego de un “error” semejante.
Por su parte, el siempre controvertido entrenador francés Raymond Doménech, agregó otro interesante matiz al gran debate de estos días sobre la ética y el fútbol que nos toca vivir, al manifestar que no tiene por qué pedir perdón y que sólo se trató de “un error arbitral” pero lo mejor viene ahora. Doménech se preguntó por qué “si lo hace Diego Maradona es extraordinario y si lo hacemos nosotros, no lo es. ¿Por qué se utiliza el doble rasero para juzgar?”.
El entrenador francés apeló a la hipocresía social para juzgar este tipo de acciones al recordar que en la anterior eliminatoria, “expulsaron injustamente a nuestro arquero Hugo Lloris ante Serbia cuando no había hecho nada, y sin embargo, no hubo un movimiento similar en la comunidad del fútbol”.
En la misma línea se coloca el entrenador irlandés, ex capitán del seleccionado de su país y del Manchester United y hoy entrenador del Ipswich Town, Roy Keane, quien se mostró “más enojado con los defensores irlandeses que con la mano de Henry, porque aún cuando fue antirreglamentaria, no entiendo por qué no se despejó esta pelota del área y luego caemos en la típica protesta de que nos robaron cuando por ejemplo, en esta misma eliminatoria ante Georgia nos dieron un penal que no había sido, y con el que Robbie Keane convirtió y obtuvimos tres puntos inmerecidos, pero no recuerdo a la Federación irlandesa exigiendo a la FIFA que haga jugar el partido otra vez, como exige ahora”.
¿Es que estamos preparados para las protestas por los hechos de más repercusión sobre los otros hechos?, ¿O nos conmueve más protestar cuando se favorece a un poderoso y se perjudica a un débil? Al menos el “Times” inglés, coloca este gol de Gallas tras la mano de Henry en el primer lugar de trampas históricas en el deporte, dejando paradójicamente el de “la mano de Dios” de Maradona en el undécimo lugar del escalafón, en el que incluye el deliberado accidente de Nelson Piquet Jr en el Gran Premio de Singapur 2008, el triunfo del canadiense Ben Jonson en los cien metros llanos de los Juegos de Seúl en 1988, o el simulacro de agresión de Rivaldo en el Brasil-Turquía de la primera fase del Mundial 2002, y también cuando en los Juegos Paralímpicos de Sydney 2000 fueron descalificados diez de los doce basquetbolistas españoles al comprobarse que no tenían ninguna discapacidad.
Sin embargo, los ingleses parecen tener una fina memoria para recordar estos hechos, pero bastante frágil para recordar, por ejemplo, aquel inexistente gol de Hurst nada menos que en la final del Mundial de 1966 ante Alemania, cuando la pelota picó en la línea del arco pero nunca ingresó, ni tampoco recuerdan la flagrante mano de Paul Scholes en el gol del Manchester United ante el Zenit ruso por la final de la Supercopa europea de 2008.
Como siempre, todo depende del cristal con que se mire y hasta la ética parece tener límites flexibles hasta rozarse con la hipocresía. Mientras esto sucede, el fútbol sigue tratando de vender su producto en el siglo XXI, pero con tecnología atrasada, si bien todo parece pasar, como dijo el director deportivo del Real Madrid, Jorge Valdano, por creer en la Justicia, no en la tecnología. Esta es sólo una herramienta, aunque sin ética, nada de todo esto servirá jamás.
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1 comentario:
Muy buena notA Sergio, excelente los datos de diferentes sectores del ensuciado ambiente del fútbol. Recuerdo una frase del filosofo contemporáneo Diego Armando: "Yo me equivoqué y pagué, pero... LA PELOTA NO SE MANCHA". Miles de veces equivocado en sus dichos, en aquella oportunidad "el diez" edificó una DECLARACION FANTASTICA. Que debería ser parte de un manual de aplicaciones FIFA: "QUIEN SE EQUVOQUE, QUE PAGUE... PERO QUE LA PELOTA NO SE MANCHE". Por favor. Muy bueno el Blog. FUERTE ABRAZO DE GOL LEGITIMO.
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