¡Qué bello que es el fútbol cuando las expectativas son las máximas y nos retiramos satisfechos de haber visto lo que esperábamos! Es cierto que para las estadísticas, y para el devenir de este campeonato de la liga española, el resultado final, con el 1-0 para el Barcelona, significa mucho más para los vencedores que para los vencidos del Real Madrid y representa también un cambio de timón en la clasificación, pero se puede decir que es lo de menos.
Lo importante es que los dos equipos llegaban con dudas por sus últimos rendimientos (especialmente los blancos), y por algunas lesiones, aunque ambos optaron por colocar de entrada a sus máximos símbolos: Lionel Messi y Cristiano Ronaldo, pero que los dos decidieron jugarse todo en este clásico y el resultado final no pudo ser mejor: un gran partido, jugado con una tremenda intensidad y con mayor paridad que lo esperado.
Ambos, con las armas con las que cuentan, con la mayor honestidad, y buscando, a su manera, convertir en el arco rival, sin especulaciones, como debe ser y les cabe a equipos que ostentan tanto poderío individual. Si bien era de esperar que el Barcelona, mucho más trabajado y con una sólida base de años por tratarse de muchos jugadores de la cantera, tuviera más la pelota en su poder, con un juego más lucido y horizontal, el Real Madrid terminó llevando el mismo peligro hacia el arco de Víctor Valdez con un juego mucho más vertical y bien pudo haber marcado no menos de cinco goles pero se encontró con una gran labor defensiva de los catalanes, luciendo especialmente su dupla central, Puyol y Piqué. Las individualidades blancas que tanto han costado a la hora de ser fichadas, aún con poco espacio y tiempo para administrar la pelota, siempre encontraron la manera de lucir, de mostrar sus aptitudes, de llegar hasta la última línea del Barcelona, pero este equipo, que no por nada fue campeón de la Champions League, la liga española y la Copa del Rey en la temporada pasada, tiene demasiado claro lo que quiere y comandado por un Messi que ratificó a pleno por qué es el mejor jugador del mundo, se hizo muy difícil de soportar y aún así, se fueron al descanso con un empate sin goles.
El momento del gran cambio se produjo cuando el inteligente entrenador del Barcelona, Josep Guardiola, decidió hacer entrar al sueco Zlatan Ibrahimovic por un Henry que no dejaba de quedar casi siempre en offside. Ibrahimovic, de gran manejo, comenzó tirándose a la derecha como delantero, y lentamente fue acercándose al medio para conectar con Messi y la llegada de Iniesta y Xavi y en uno de los primeros ataques, pudo rematar con potencia un centro desde la derecha de Daniel Alves. Se sabe que cuando este Barcelona se pone en ventaja, ya es muy difícil revertirlo porque al tener buena conservación de la pelota, se complica quitársela. Pero este Real Madrid cuenta con demasiados buenos jugadores, y sumado a la expulsión de Sergio Busquets por doble amarilla, los blancos se encontraron con una situación propicia para empatar, que no llegó por demasiado poco.
Ya sobre el final, la expulsión de Lassana Diarrá equilibró las acciones, pero quedaba demasiado poco tiempo. El ingeniero Manuel Pellegrini intentó revertir las cosas por todos los medios, haciendo entrar a Benzema por Cristiano Ronaldo y a Raúl por Arbeloa, pero el Barcelona siempre fue un poco más.
El Real Madrid se fue vencido del Camp Nou, pero ningún seguidor del fútbol que tenga un mínimo conocimiento del juego podría asegurar que este equipo esté ya vencido. Al contrario. Hubo temporadas en las que los blancos empataron o ganaron en el Campo Nou y no dejaron tan buena imagen como éste que perdió por la mínima. Salió a ganar y jugó como un grande que es. Y para quienes vemos fútbol y esperamos tanto de estrellas tan consagradas, es de agradecer. El Real Madrid ayudó al espectáculo, pudo ganar y perdió. Son circunstancias del juego, de un deporte que suele tener ganadores y perdedores. Pero ser grande también hace al deporte, y el Real Madrid regresa a la capital española habiendo encontrado un buen camino. El reto ahora es profundizarlo. Para el Barcelona, es la ratificación de que lleva mucho tiempo eligiendo lo mejor, y sigue sin equivocarse.
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