Días pasados leíamos en el suplemento dominical del diario "El País" un artículo de la excelente escritora Elvira Lindo (aquella de "Manolito Gafotas", entre tantas obras literarias) sobre lo que ella denomina "Hometown", algo así como los lugares que uno frecuenta en el mundo, una especie de refugio que tenemos quienes vivimos a caballo entre dos o más ciudades (Elvira, entre Madrid y Nueva York, nosotros, entre Madrid y Buenos Aires, aunque frecuentando también Barcelona) y en el que nos sentimos reconocidos. Son lugares en los que apenas entramos y ya tenemos una clara identidad. Nos reconocen y reconocemos a quienes allí trabajan, o simplemente pasan, como nosotros. Esto viene a cuento de que hace un mes, nos hemos enterado del cierre (al menos con los dueños anteriores) de "By Génesis" en pleno centro de Buenos Aires, Corrientes y Riobamba, donde en cada paso por nuestra ciudad, hemos frecuentado cada mañana con el clásico cortado y el diario correspondiente, aunque lo más importante era poder tener con quíen comentar las noticias, polemizar, bromear, intercambiar, establecer, al fin y al cabo, una extraña pero siempre nutritiva comunicación con nuestros semejantes, sin necesidad por esto mismo, de llegar a una profunda amistad. Es la reconocida cultura barrial de Buenos Aires, que permite ese indescriptible diálogo de mesa a mesa, o de mesa a barra. El porteño gusta de sentarse solo, y en lo posible, en mesas cerca de las ventanas, y siempre con algún material de lectura. En Madrid, en cambio, pasamos de Juan, riverplatense escéptico y amante de Barcelona, donde supo vivir y añora regresar, o de Hernán, fanático de los "bichitos colorados" de Argentinos Juniors, al amigo Luis Rojo, quien se las arregla para controlar la mayoría de los temas y con una sensibilidad especial. Fue Luis, por ejemplo, quien nos advirtió de Barack Obama cuando parecía que Hillary Clinton ganaría comodamente las primarias demócratas en los Estados Unidos. Las clásicas tertulias del costado izquierdo del bar "La Prospe" nos lleva a extrañarlas cuando nos encontramos del otro lado del océano, y muchas veces nos preguntamos de qué estarán hablando nuestros habituales contertulios, desde Fernando Alonso (el verdadero) y su camarón puesto en la cerveza cual si fuera un corcho, Antonio y su gran conocimiento de automóviles, o Paco y su sentido del humor y sus anécdotas, o Agustín, y sus teorías futbolísticas. No falta quien plantea expliucaciones sobre el dominio vasco, o Jesús y su forofismo por el Atlético Madrid. "La Prospe" se encuentra en la misma Plaza Prosperidad, en la puerta misma de la estación de Metro 4 y lo reconocemos como uno de nuestros lugares en el mundo. Eso sí: todos parados, moviéndose de un lado al otro de la barra, y es impagable cuando a nuestra llegada ya se nos reserva el "As", a sabiendas de nuestro gusto y de la profesión que no en vano hemos elegido. De esos artículos, y por qué no de su indiscreta contratapa, surgirán todo tipo de comentarios que alimentarán la velada.
En Barcelona, aunque menos, también tenemos nuestros lugar para alimentarnos: es el "Sapporo 72", sobre Aragón entre Muntaner y Aribau. Pequeño bodegón manejado por una pareja ya mayor, con algo de mirada dura típica de los residentes en la ciudad condal, se trata de comida casera más que recomendable y no olvidaremos la cara de sorpresa cuando preguntamos a sus dueños si el nombre tenía alguna relación con los Juegos de Invierno. y le contamos que hemos estado en esa ciudad japonesa, en un estadio de diseño futurista en el que vimos a la selección argentina perder ante la inglesa en el Mundial 2002. En esa misma cuadra está "El Agave", taberma mexicana aunque manejada por argentinos fanáticos de Newell's Old Boys (de hecho, a veces allí se reúne la peña y asisten jugadores del Barcelona) y en el que nos sentimos muy cómodos, con las charlas fanáticas de Pablo Barsky y de Osvaldo y compañía, siempre con la TV emitiendo fútbol argentino. Allí hemos llegado a quedarnos hasta la madrugada, a puertas cerradas, sufriendo con la selección argentina en las eliminatorias del Mundial, entre tamales y nachos.
También en Roma tenemos nuestro lugar. en este caso, "Piato Ricco", en el Transtevere, frente a "La Parolaccia". Atendido por el amigo Giacchino Carrara, el restaurante, de tipo familiar, está repleto de fotos del equipo de la Roma de todos los tiempos (entre otros, con Pedro Manfredini o Gabriel Batistuta). Allí solemos recalar en las noches con los colegas y amigos italianos como Carlo, Stefano o Alessando, que si bien es un auténtico lazial, acepta hidalgamente las cargadas del humorístico dueño del cálido lugar.
También allí tenemos un lugar al que podríamos nominarlo como "little hometown" y donde somos reconocidos, y nos sentimos parte, por suerte. Ya ni hablar de "Bonjour", Güemes y Coronel Díaz, en pleno barriode Palermo, en Buenos Aires, al que frecuentamos desde los gloriosos tiempos de "Palo y Palo" por FM Palermo, y de donde guardamos infinidad de anécdotas como aquellas mesas largas de preparación de los programas, junto a Octavio Palazzo, Sebastián Sztulwark, Rodolfo Doria, Mario Masuco, y con los agregados ocasionales pero siempre aportantes, como el hisoriador Carlos Cerutti, o el propio Juan De Biase, quien un día llegó invitado, pero luego siguió viniendo "porque sí". No faltó quien desde la experiencia de sus avanzados años un día desde la mesa de al lado nos comparara con "los speakers de los lores" o los mozos que ya son una institución allí. Tanto, que con el amigo Octavio por momentos creemos que ese lugar nos pertenece, en alguna medida. Y no deja de ser cierto. Somos un poco de cada lugar en el que se nos acepta, que adoptamos como propio, aunque sea para un rato en el día, cuando lo tomamos como una referencia de nuestros pasos, como parte de un instante de nuestras vidas que repetimos a voluntad.
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