¿Qué podría esperarse de un equipo desacostumbrado,
en los últimos tiempos, a pelear por títulos importantes, y que de una
temporada a la otra pierde jugadores como Thibaut Courtois, Filipe Luis, Diego
Costa, David Villa, o Diego Ribas, y tiene lesionado a Arda Turán?
Seguramente, con la competencia de rivales como Real
Madrid y Barcelona, que gastan fortunas en renovarse y que cuentan con
jugadores de primer nivel, muchos podrían haber apostado a que para el
Atlético, la primavera iba a llegar pronto a su final.
Sin embargo, no fue así, y hasta muchos otros
intuyeron pronto que la historia podría continuar con una lucha de a tres, en
España, por los grandes títulos en la temporada 2014/15 que acaba de comenzar.
¿A qué se debe esta apuesta por el más débil, en
apariencia, de los tres? Mucho más que por los jugadores, por su cuerpo técnico
y en especial, por su entrenador Diego Simeone, ídolo absoluto de la afición
“colchonera”, parte del himno moderno del club, que canta el magistral poeta
madrileño Joaquín Sabina, campeón en sus tiempos de jugador y generador
principal de los éxitos en esta brillante primera etapa a cargo de la
plantilla.
Si estuvo a segundos de ganar la Champions League
pasada hasta el cabezazo de Sergio Ramos en Lisboa, el Atlético logró la Liga
en el Camp Nou remontando ante un Barcelona que ganando en casa era campeón, la
Supercopa europea, la Copa del Rey (también ante el Real Madrid) y la Europa
League, a lo que ahora sumó, otra vez ante el Real Madrid, la Supercopa de
España, empatando en el Santiago Bernabeu en la ida, para ganar 1-0 en la
vuelta.
¿De quién es el mérito? Por supuesto que los
entrenadores, preparadores físicos, médicos o entrenadores de porteros, no
marcan goles ni pueden salir a los campos de juego. Sin embargo, hay una
impronta, una marcada influencia de carácter en Simeone y sus colaboradores,
que transmiten un carácter ganador y muy especial a sus jugadores y que pese a
los cambios y las enormes sangrías en cada temporada (como antes cuando se fue
Radamel Falcao y se pensaba que allí se terminaría todo) se mantuvo el espíritu
ganador.
No es casual que, por ejemplo, Simeone haya tenido
un problema con un línea y lo hayan expulsado. Por más que luego del partido reconozca
su error o esté dispuesto a aceptarlo, esta forma de ser conforma un todo en su
carácter, como su movimiento con sus manos provocando un mayor aliento al
Vicente Calderón, o cuando ya en la vuelta olímpica filmaba a la hinchada,
concediéndole todo el protagonismo, con su propio teléfono móvil desde el
césped victorioso. Todo un símbolo.
Pese a algunos cambios, Simeone logró mantener la
estructura del equipo que tuvo tanto éxito en la pasada temporada. Moyá
reemplazó al excelente Courtois (también se espera por Oblak), pero se
mantienen los dos centrales (Miranda y Godín), el lateral derecho (Juanfran),
los volantes Gabi, Koke, Raúl García, Mario y Thiago, y como titulares, en el
ataque, asoman Griezmann y Mandzukic, mientras que Siqueira o Ansaldi aparecen
como novedad como posibles laterales izquierdos.
La sensación es que entre el dinero de los premios
por los resultados de la temporada pasada, y algunas pocas salidas, el Atlético
volvió a rebuscárselas para armar un nuevo equipo con el que pelear todo otra
vez, con el mismo orden, una estructura sólida, un férreo marcaje pero un buen
destino para cada uno de los balones en juego.
Además de maniatar a un Real Madrid que cada vez
apuesta a mayor tiempo de posesión de balón con Carlo Ancelotti de entrenador y
con los fuertes fichajes de tres figuras mundialistas como Toni Kroos, James
Rodríguez y en menor medida el portero Keylor Navas, el Atlético jugó en el
Vicente Calderón un partido soberbio en la administración del juego y los
espacios, haciendo correr la pelota y el tiempo, desorientando y por momentos
desesperando a su rival, hasta minimizarlo por completo, aún con jugadores no
tan cotizados como los blancos.
Allí radica, una vez más, el mérito de un equipo que
no se conforma con un par de buenas temporadas y apuesta a la mejor utilización
de los recursos para los fichajes, manteniendo el espíritu ganador, un orden
táctico cada vez más profundizado, y jugadores que entienden perfectamente las
funciones que deben cumplir, con una afición completamente rendida a lo que
genera la plantilla y a su cuerpo técnico.
Por todas estas razones, y con el éxito de la
reciente Supercopa de España, al Atlético no le produce ningún temor ni este
Real Madrid de grandes estrellas, ni este renovado Barcelona, que amenaza su
hegemonía.
Cada vez es más claro que esta Liga será de tres,
una vez más, y que el Atlético Madrid es también candidato en la Copa del Rey y
en la Champions League y que nadie puede quitarlo entre los candidatos porque
volverá a ser tan competitivo como en los últimos años.
La Supercopa de España fue el primer botón de la
muestra.
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