domingo, 31 de agosto de 2014

Barcelona gana pero busca una identidad (Yahoo)



Si se trata de la efectividad, no hay mucho para decir para los aficionados culés. El Barcelona ha reunido, de momento, los seis puntos en juego en la Liga, y el comienzo entonces, desde la matemática, es el ideal.

También desde las estadísticas, Lionel Messi parece recuperado desde el final del Mundial, ha marcado dos goles en el debut y ha hecho marcar el de la victoria en El Madrigal, el pasado fin de semana, ante Villarreal, al juvenil Sandro.

Sin embargo, el nuevo entrenador, un hombre de la casa como el asturiano Luis Enrique, tiene muchísimo trabajo por delante.

Este Barcelona ya implica un gran recambio con respecto al de la temporada pasada y por primera vez, debido a la falta de títulos bajo la dirección de Gerardo “Tata” Martino, ha decidido un giro hacia un equipo más juvenil y con un vestuario con cambios fundamentales: ya sin Carles Puyol (retirado), ni Víctor Valdés, con Xavi Hernández en el banco, el protagonismo ahora pasa por una generación intermedia con Gerard Piqué, Andrés Iniesta, y una mayor influencia de Lionel Messi.

¿Esto redunda en el juego? No tanto por ahora. Es un Barcelona que aún no presiona mucho al ataque rival. Lo hace sin constancia, a veces sin la fuerza suficiente y en otras, se recluye y lo deja venir casi hasta la mitad de la cancha, como en El Madrigal.

También es cierto que Messi sigue sin tener la compañía suficiente en el ataque, algo parecido a la temporada pasada. El trío soñado (Messi, el uruguayo Luis Suárez y Neymar) sigue en espera hasta que uno cumpla la suspensión de la FIFA desde el Mundial y el otro se recupere de su lesión en forma definitiva.

Mientras tanto, Luis Enrique ha tirado de una joven promesa como Munir y ha debido recurrir a un Pedro que no es, ni de cerca, aquel que tuviera una época dorada hasta la temporada 2010-11.

Este es un Barcelona con un andar más lento, que administra los partidos pero que ya no tiene esa movilidad, ese ritmo y esa dinámica que había adquirido en los tiempos de Josep Guardiola (2008-12).

Sí es cierto que defensivamente, parece haber reducido parte de su problema, porque con el juego más lento y al pie, ya no tanto al espacio, las espaldas están más cubiertas, es más difícil llegarle de contragolpe, si bien ante Villarreal, los locales han tenido seis oportunidades de convertir, aunque todas en el área del Barcelona, por desinteligencias en la marca.

En este caso, habrá que calibrar cómo influyó la ausencia, por sanción, de Javier Mascherano, y qué sucederá en el futuro con el lateral derecho, ya sea por la llegada del brasileño Douglas como por la competencia entre Daniel Alves y Martín Montoya, así como la competencia entre los centrales, con la incorporación de Thomas Vermaelen, que se sumará a Jérémy Mathieu y a Gerard Piqué.

Queda mucho recorrido para el Barcelona y hay que tener en cuenta que tampoco ha podido contar, con continuidad, con un jugador clave como Andrés Iniesta, que tampoco tuvo la regularidad esperada en la temporada pasada.

Seguramente con Iniesta en buen estado físico, el manejo y el talento de Iván Rakitic, Suárez, Neymar y Messi, Luis Enrique deberá saber rotar a la plantilla como para encontrar un esquema fijo que sea el más útil, pero de momento, cuesta bastante entender exactamente cuál es la idea central.

El propio Messi navega entre posiciones distintas y promueve un sinfín de preguntas sobre cuál será su posición en este nuevo esquema táctico de Luis Enrique. Por momentos, parece moverse como enganche, por detrás de Pedro y Munir. En otros momentos, aparece como en los primeros tiempos de Frank Rikjaard, desde la derecha aunque con libertad absoluta (mucha más que en aquel tiempo) para volcarse hacia el medio del ataque, pero más allá de la posición en la que pueda rendir mejor, lo que queda por ver es cómo será respaldado desde el esquema, del juego de conjunto, más que en lo individual.

El Messi que más rindió hasta ahora en el Barcelona fue aquél de los tiempos de Guardiola, con un esquema de 1-2-3 del medio hacia arriba, con Sergio Busquets más retrasado, Xavi e Iniesta detrás de una línea de tres atacantes.

Eso lo colocaba a Messi muy cerca de la portería rival, con menos recorrido para hacer físicamente, y especialmente, con mucha compañía a la hora de la elaboración, algo que hoy parece muy lejano, al menos, hasta que el trío con Neymar y Suárez tenga la continuidad necesaria.

Otro elemento clave es el tiempo que pueda jugar Xavi en esta temporada, o en los meses en los que permanezca en el equipo, si no decide marcharse al exterior en diciembre.

Cuando Xavi ingresa, el Barcelona adquiere una mayor claridad en el traslado del balón, puede jugar algo más en largo o a los espacios y todos se acomodan de otra manera. Cuando el veterano volante no juega, el Barcelona se convierte en un equipo más previsible, que depende en exceso del genio de Messi.


Demasiadas incógnitas y demasiadas ausencias como para determinar qué ocurrirá con el Barcelona, que sigue buscando, más allá de los resultados, una nueva identidad en el juego.

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