Habrá que prestar atención, hoy, a la Bombonera.
Seguramente será una caja de resonancia, y como pocas veces, de opiniones
dispares y hasta expresiones interesadas, lo que dará como resultado una
extraña mezcla que habrá que saber interpretarla.
Boca Juniors no vive una situación normal. Ni desde
lo futbolístico, ni desde lo institucional. Desde lo futbolístico, no es común
el despido de un director técnico de los quilates de Carlos Bianchi, el más
ganador de su historia.
River Plate, campeón del torneo pasado, también se
quedó sin uno de sus directores técnicos más exitosos, Ramón Díaz, pero su
salida se debió a incompatibilidades con la comisión directiva, muy lejos de
los malos resultados.
Lo de Boca es distinto. Viene de un golpe durísimo,
y desde una comisión directiva que nunca pudo disponer del entrenador que quiso
(porque a Julio Falcioni lo heredó y debió soportarlo al ganar un torneo y
llegar a la final de la Copa Libertadores, aunque no era de su gusto, y con
Bianchi libre luego, le fue imposible eludir esa opción, aunque lo que siempre
pretendió fue algún jugador de la pasada etapa gloriosa con Bianchi, alguien de
la generación de los 40 años, con los mellizos Barros Schelotto en primer lugar
y Martín Palermo, en el segundo).
Desde ese lugar se entiende ahora la contratación de
Rodolfo Arruabarrena, imposibilitados como están los dirigentes de contratar a
uno de los dos máximos referentes de aquél tiempo de principios de siglo XXI.
Pero se trata de una comisión directiva debilitada
no tanto por el ciclo Bianchi en lo futbolístico, porque es cierto que
intentaron acercarle al DT todo o casi todo lo que pidió en cada ciclo, sino
por su enfrentamiento con Juan Román Riquelme y haber permitido los roces
permanentes con Falcioni sin tomar una medida concreta, a la espera de que las
partes lo resolvieran a su modo, o porque luego siguieron soportando la interna
del plantel, que la sobrepasaba por un pasado demasiado superior al propio
ligado al club.
Y además, porque al terminar la pasada temporada,
pudieron rescindir el contrato de Bianchi, pero no quisieron pagar el costo político
de hacerlo. Por eso, también esperaban para después de Vélez Sársfield, en caso
de derrota, un gesto del DT, que nunca llegó, porque seguramente apostaba al
respaldo de la Bombonera en ese mismo partido, que alargaría la agonía.
Esta comisión directiva, además, viene bastardeada
por otras cuestiones, como la patinada de la pasada fecha de entresemana del
Torneo Transición, cuando si bien logró que Vélez jugara pese al paro, para no
perder ventaja deportiva, sí fue desautorizada en el final del día, en la
interna de la AFA, por River y San Lorenzo, dejando sin claridad, aunque con
algunos indicios, sobre si fueron los dirigentes mismos, o el propio Bianchi,
los que comenzaron la movida para postergar la fecha.
Y queda todavía bajo la alfombra el enfrentamiento
concreto que Bianchi tuvo con el sector que representa un dirigentes que
intenta tener peso en la AFA y ligado a la selección argentina, con el que se
tienen una antipatía manifiesta.
Seguramente, un sector de la Bombonera se la tomará
contra los dirigentes, y tendrá parte de razón. Habrá que ver si su reclamo
tiene el tono exacto o si llega a todos los órdenes, algo muy usual, por
cierto, en los estadios argentinos.
También es posible que otra parte grite por el
entrenador que se fue, lo cual puede tomarse más como afecto y homenaje que por
la campaña en este último ciclo.
Seguramente también la Bombonera separará a
Arruabarrena de todo este conflicto, y puede que muchos jugadores paguen su
parte también, si bien muchos de ellos, recién llegados, conocen poco del club
y suena a injusto que les caigan demasiadas quejas porque, al menos desde nuestro
punto de vista, más que “no poner” o “poner poco”, navegaron hasta ahora los
campos de juego con la desorientación de quien nunca anduvo por la zona y ahora
le piden que sea baqueano.
Y habrá quienes también, aprovechando que no falta
demasiado para las elecciones del club, jueguen su propio partido.
Por todo eso, habrá que estar atentos a lo que diga
la Bombonera, transformada en un Cabildo Abierto futbolero. Pero parece difícil
que se pueda sacar alguna conclusión tajante de todo eso, y lo más probable es
que no sólo haya que hilar muy fino, sino que como siempre, parte de la
temperatura ambiente la marque el propio fútbol, que no es otra cosa, al fin de
cuentas, que un estado de ánimo.
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