Que haya muerto un dirigente importante, como el
veterano presidente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA), Julio
Grondona, no sería tanta noticia sino porque con su desaparición, cambia demasiado
el escenario del fútbol internacional.
Grondona no era un dirigente más, sino el número dos
de la estructura de la FIFA, como vicepresidente senior, el primero después de Joseph Blatter en el
orden jerárquico (al punto de que se decidió no reemplazarlo por otro y
quedarán siete vicepresidentes), y quien lo sostuvo políticamente cuando el
suizo fue entronizado en Francia 1998, como sucesor del brasileño Joao
Havelange.
Grondona presidía la Comisión de Finanzas de la
FIFA, nada menos, es decir, la economía de la FIFA, y siempre sostenía que
aunque nunca supo hablar otro idioma que el suyo, el castellano, “conozco el
idioma del fútbol, que es el que se necesita”, una forma de definirse como
dirigente.
La muerte de Grondona no llega en cualquier momento
para el fútbol sudamericano, sino en uno crucial, cuando acaba de terminar el
Mundial de Brasil, el último jugado en Sudamérica antes de que le vuelva a
tocar otro, acaso, en 2030, cuando se cumpla un siglo del primero, organizado
por Uruguay, y cuando justamente Argentina y Uruguay iban obteniendo consenso
para organizarlo conjuntamente, con los votos de todos los representantes de su
continente.
La salida natural de Grondona de la FIFA se suma a
la que ya hace tiempo se produjo con el ex secretario general de la Conmebol,
el también argentino Eduardo Deluca, por problemas de salud, el del ex
presidente de la FIFA, Joao Havelange, quien a los 98 años debió renunciar
luego de quedar involucrado en hechos de corrupción, al igual que el paraguayo
Nicolás Leoz, ex presidente de la Conmebol, y el ex yerno de Havelagne, Ricardo
Texeira, ex titular de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF).
La salida de todos estos dirigentes, casi
simultáneamente, colocan a Sudamérica en una posición de debilidad para los próximos
años, con el solitario peso específico del también veterano dirigente uruguayo
Eugenio Figueredo, actual titular de la Conmebol, lo que podría determinar una
caída de plazas para el continente en el próximo Mundial de Rusia en 2018 y en la lucha con la UEFA y
en especial, contra el poderío de la ECA (la Asociación de Clubes Europeos, los
más poderosos del viejo continente) en cuanto a lo que se llama “virus FIFA”,
la cantidad de jugadores que suelen salir, por año, a partidos de sus
selecciones nacionales.
Blatter, en el entierro de Grondona, llegó a decir
que para tomar cualquier decisión primero lo miraba y el mundo del fútbol
recordó que fue Grondona quien no sólo le levantó la mano cuando se supo que
había ganado la presidencia de FIFA en 1998, sino que fue quien, con la voz más
lenta y entrecortada por su avanzada edad y con problemas de salud, leyó el
papelito que consagraba a Blatter como reelecto en Zurich durante 2012.
Grondona mantuvo las riendas del poder en el fútbol
argentino nada menos que por 35 años, desde que asumiera como presidente de la
AFA el 6 de abril de 1979, y pudo mantenerse en el cargo pese a atravesar una
enorme cantidad de problemas, como la desorganización interna de los torneos,
más de cien muertes por violencia, o el déficit crónico en las finanzas de los
clubes.
En cambio, siempre trató de mantener la mejor cara
en el frente externo con las selecciones nacionales, con la obtención del
Mundial de México en 1986, dos subcampeonatos en Italia 1990 y Brasil 2014, seis
Mundiales sub-20 en 1979, 1995, 1997, 2001, 2005 y 2007, y dos medallas doradas
y una plateada olímpicas (Atenas 2004, Pekín 2008 y Atlanta 1996).
Muchos le han criticado un modo casi dictatorial
para manejarse, debido a que casi todas las decisiones trascendentes las tomaba
en soledad o con muy escasos consultados, y en los últimos años, las
principales reuniones las llevaba a cabo en una estación de servicio de su
propiedad, lejos de la sede de la AFA.
Para votar presidente de la AFA había que hacerlo
ante su vista, a mano alzada, lo que generaba mucho temor entre los dirigentes,
y tal vez sea por eso que entre 1979 y la actualidad solamente una vez hubo un
voto en su contra y fue en 1991, y para un candidato que no provenía de ningún
club sino para un ex árbitro, Teodoro Nitti.
Grondona no eligió cualquier momento para fallecer,
sino justo cuando la AFA se aprestaba a designar el nuevo entrenador para la
selección argentina, una vez que supo que no pudo convencer a Alejandro Sabella
para continuar porque éste le manifestó que necesitaba descansar, algo que no
le había gustado mucho.
Entre los candidatos con más chances para suceder a
Sabella aparecen el ex entrenador del Barcelona, Gerardo “Tata” Martino, el
actual entrenador de San Lorenzo, finalista de la Copa Libertadores, Edgardo
Bauzá (que ya dirigiera a la Liga de Ecuador en el Mundial de Clubes 2008), el
entrenador de Colombia y ex de Argentina en el Mundial 2006, José Pekerman y el
actual entrenador de Rosario Central, Miguel Russo.
Grondona también murió justo cuando comenzaba un
torneo local de transición para pasar desde febrero de 2015 a uno de 30
equipos, un raro experimento que implicó muchos cambios institucionales, pero
el veterano dirigente ya no estará para comprobar si tuvo éxito.
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