viernes, 7 de octubre de 2016

Argentina va para atrás




Otra vez sopa. Otra vez un rival débil, no sólo por el momento que atraviesa su fútbol sino por la diferencia que hubo históricamente con Perú, y otra vez un desempeño muy flojo, sin línea de juego, deshilachado, y dando la sensación de que el seleccionado argentino va camino de dejar de lado hasta el último vestigio de un juego colectivo que mal que mal, se había conseguido bajo la conducción de Gerardo Martino.

Puede parecer polémico, pero el empate en Lima 2-2 es lo de menos. Tampoco la clasificación al Mundial de Rusia corre demasiados riesgos con cuatro puntos sobre Paraguay, el sexto de la tabla del grupo sudamericano, que pueden ser siete el próximo martes cuando lo enfrente como local, y cinco sobre Chile, al que también deberá recibir en 2017, y con lo que la diferencia podría extenderse a los 8 puntos.

El problema no es matemático, ni de clasificación ni de resultados. Que quede claro. Pasa por otra cuestión mucho más seria y que, como saben los lectores que nos siguen desde hace años, o los que se fueron incorporando en este lapso, se viene repitiendo salvo algunos oasis muy cortitos: no se sabe a qué se juega porque no hay una idea madre sino puro pragmatismo, y eso se está pagando tan caro, que hoy una potencia mundial como Argentina, el número uno del ranking de la FIFA, pasa a ser un equipito más si su gran estrella, Lionel Messi, no juega.

Cada vez se entiende menos a qué quiere jugar su director técnico, Edgardo Bauza, a quien le seguimos dando el crédito lógico de quien comienza un trabajo, pero que se va desgastando en la medida en la que no se insinúa una sola línea, un solo concepto válido en los noventa minutos durante tres partidos, todos ellos accesibles (con Uruguay, más complejo, pero anoche volvió a comprobarse, con lo que le costó Venezuela, que no atraviesa su mejor momento en lo futbolístico).

Este equipo argentino de anoche, en Lima, dejó muy malas sensaciones. Lo primero es su falta de conexión. Bauza decidió repetir la situación del segundo tiempo ante Venezuela apelando a un extraño esquema con seis jugadores para la marca (los cuatro defensores, sumados a Mascherano y Kranevitter, que además se parecen demasiado en sus características de quite y distribución) y apenas cuatro para el ataque, dejando de lado posiciones naturales como sería, por ejemplo, dos extremos netos, un nueve y un diez.

Este esquema significaba, otra vez, como ante Venezuela, apostar a un raro “toma y daca” en el que, seguramente, el mayor peso ofensivo argentino terminaría por desequilibrar porque Perú se encontraría con una defensa parada demasiado atrás, con un primer frontón de los dos “cincos” y luego con los jugadores de ambos Manchesters de la última línea.

Eso significó que entre la línea de Mascherano-Kranevitter y los cuatro de arriba hubiera un océano, una desconexión total, y ningún enlace, porque al no haber una idea de juego, al no haber un conductor, todo quedó apostado a que “los de arriba” resolvieran como pudieran. Y el fútbol, no es eso.

Por esa misma razón hay tantos jugadores de excelente nivel como los tiene Argentina, que luego no funcionan. Puede haber algún mal momento de alguno (Angel Di María es uno de ellos y ha perdido absolutamente la confianza en sí mismo), pero de fondo, el mayor problema es su pésimo uso por parte del director técnico de turno, ahora Bauza, pero ya antes muchos otros.

Argentina, con su rica historia, con sus jugadores apetecidos en todo el mundo, con el respeto que genera su palmarés, sale sin un diez, sin un organizador, con siete jugadores detrás de la línea de la pelota, ante un equipo casi eliminado (otra vez) de un Mundial, con muy pocos puntos en su cosecha, y con apenas un par de jugadores de cuidado, como Cueva o Guerrero, y aún así, no lo puede sostener, porque no sabe a lo que juega y aún con sus limitaciones, Perú sí lo sabe.

Entonces, Paulo Dybala acaba estacionado en la derecha sin sentido y sin chances de involucrarse, Sergio Agüero, que fue extremo izquierdo con Alejandro Sabella, y nueve con Gerardo Martino, es ahora un “segundo nueve” con Bauza, y Ever Banega duerme sentado en el banco mientras Angel Correa o Nicolás Gaitán podrían ser extremos y jugar con un 4-3-3 y por supuesto, con un ocho que juegue de ocho (¿será posible este milagro, alguna vez?), como bien pudo ser Fernando Belluschi.

Pero parecería que los directores técnicos argentinos tienen que demostrar que “saben”, que tienen alguna “sorpresa táctica” para mostrar, y encontrarán siempre alguna prensa amiga que justificará todo lo de anoche en Lima en aras de la clasificación y de que “el punto sirve” para el futuro.

Este equipo bajó tanto, tanto, en tan poco tiempo, que cada vez depende más de alguna inspiración, alguna aparición goleadora del tan vapuleado Gonzalo Higuaín, de algún cabezazo salvador o de los destellos de Messi, cuando esté.

Y la tendencia, con esta clase de esquemas, no es muy favorable, aunque el tiempo dirá, especialmente si Bauza tiene la mente abierta (como sí la tiene fuera de la cancha) para darse cuenta de que éste no es el camino.


Por ahora, la selección argentina va para atrás, aunque saque puntos, y aunque se clasifique al Mundial con facilidad. No todo pasa por los resultados. Hay que jugar a algo alguna vez. Ya es hora.

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