Más allá de la nueva derrota del Fútbol Club
Barcelona en Balaídos ante el Celta de Vigo, en un partido de cifras abultadas
en el que pudo haber empatado como también pudo haber perdido por mayor
amplitud, y del sorpresivo empate del Real Madrid ante el Eibar en el Santiago
Bernabeu, hay un elemento que une a los dos equipos más poderosos de la Liga
española: el hecho de que siguen sin encontrar un funcionamiento aceitado y
parecen depender cada vez más de sus individualidades.
La pregunta que surge, y que puede aplicarse tanto
al Barcelona como al Real Madrid en estos tiempos es si hay algún elemento que
determine que los clubes poderosos en España no consigan un funcionamiento
colectivo que pueda dar respuesta en determinados momentos de los partidos
cuando las individualidades no pasan por su mejor momento o cuando no
encuentran el eje de los partidos.
Especialmente el Barcelona, acostumbrado en otros
tiempos a un sistema aceitado y basado en un clásico 4-3-3 desde hace una
década, retomando el gusto por el fútbol estético, va quedando evidenciado en
una cierta falta de funcionamiento colectivo que en otros tiempos lo respaldaba
más allá de sus estrellas, que al revés que en este momento, eran potenciadas
por el propio sistema.
Hasta en tiempos en los que Lionel Messi, Xavi
Hernández y Andrés Iniesta integraron la terna para el Balón de oro FIFA World
Player representando al Barcelona, no cabía dudas de que el equipo, durante los
tiempos de Josep Guardiola y Tito Vilanova, e incluso antes, cuando era
dirigido por Frank Rikjaard, que colocó los cimientos, era claro que los
jugadores formaban parte de un sistema admirado en el mundo y del que hoy va
quedando cada vez menos.
Ante el Celta, y más allá aún de errores como el de
su portero alemán Ter Steggen en el cuarto y decisivo gol de los gallegos, hubo
mucho de personalidad en Gerard Piqué en lanzarse al ataque (autor de dos goles
que bien pudieron ser tres) y hubo una mejora en la segunda etapa con el tardío
pero efectivo ingreso de Iniesta, pero quedó claro que la ausencia del
lesionado Messi altera el funcionamiento del equipo, especialmente ante rivales
más fuertes.
Al contrario del Barcelona, el Celta es mucho más un
equipo que sus jugadores, por muy buenos que muchos de ellos sean y puedan
resolver algunas situaciones durante los partidos.
El Celta del argentino Eduardo Berizzo no cuenta con
súper estrellas como el Barcelona o el Real Madrid, y ni siquiera los
excelentes jugadores de que dispone el Atlético Madrid, pero su funcionamiento
es claro, y la presión alta que ejerció en el primer tiempo, se hizo
insoportable hasta para los de Luis Enrique.
Del Real Madrid también puede decirse, a favor de su
entrenador Zinedine Zidane, su buen manejo del vestuario con “mano izquierda”,
su psicología para aplicarla en determinados momentos, la forma en que revirtió
la pasada temporada tras un muy mal inicio con Rafa Benítez, la libertad que le
otorga a sus jugadores, su visión para realizar los cambios justos en el
esquema, pero tampoco puede decirse que el equipo blanco tenga un sistema
aceitado, que pueda solventar problemas en situaciones como las que tuvo el
Barcelona en el fin de semana o ante rivales fuertes con sistemas muy
trabajados, como le ocurrió ante el Borusia Dortmund por la Champions League,
que suele complicarle siempre con jugadores no tan cotizados, en general, como
los suyos.
Por lo general, y no sólo en la Liga Española aunque
muy claramente en ella, se nota que los clubes grandes del mundo, con algunas
excepciones puntuales como bien pudo ser el Barcelona de Guardiola entre 2008 y
2012, o el Bayern Munich del propio entrenador catalán, entre 2013 y 2016,
tienen dificultades en armar esquemas aceitados como sí han logrado, en este
tiempo, el Atlético Madrid de Diego Simeone, el Celta de Berizzo, el Tottenham Hotspur de Mauricio Pochettino o
el Borussia Dortmund de Thomas Tuchel.
Todo indica que tanta prensa alrededor, tantos
intereses, compromisos y publicidad, van quitando tiempo y van agregando
ansiedad y una presión demasiado grande sobre los equipos más fuertes, de los
que más se espera, y esa presión opera en contra del tiempo de trabajo y de
poder llevarlo a cabo en el momento decisivo, durante los partidos.
Así es que el Atlético Madrid, con cinco años de
continuidad en el trabajo de Simeone, ha conseguido equipararse a dos potencias
como Real Madrid y Barcelona, hasta quedar instalado entre ellos cada vez con
mayor naturalidad.
La gran pregunta a formularse es si los equipos sin
tantas estrellas pueden lograr tan buenos funcionamientos colectivos, ¿por qué
no lo pueden conseguir de igual modo los que cuentan con los mejores jugadores,
que supuestamente tienen más facilidad para aplicar lo preparado en la semana?
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