miércoles, 12 de octubre de 2016

El seleccionado argentino, a punto de implosión




Implosionó la AFA tras la muerte de Julio Grondona, en julio de 2014, pero la crisis aún no había llegado al seleccionado nacional, que al menos siguió entreverado siempre entre los primeros y acabó disputando tres finales seguidas, una de Mundial y dos de las Copas América, pero ahora le va tocando al equipo, para no ser menos que los demás estamentos futboleros.

Porque no es que el equipo nacional sólo perdió un partido jugando mal, sino que lo hizo ante un rival débil, que estaba más lejos que cerca de Rusia 2018 hasta anoche, porque fue en condición de local, luego de salir de Buenos Aires hace varias fechas del grupo clasificatorio sudamericano, y porque repitió otra muy mala actuación, la tercera sobre cuatro con el nuevo director técnico, Edgardo Bauza, y completó el combo de tres muy malas performances sobre la misma cantidad de partidos, ante flojos rivales, y justamente en todos esos casos, sin su gran figura, Lionel Messi.

Este seleccionado argentino está a punto de una gran implosión (ahora en las dos próximas fechas lo esperan nada menos que el resucitado Brasil de Tité en Belo Horizonte, y la difícil Colombia deberá venir de visita, en noviembre) porque sus dirigentes nunca comprendieron que no se trata de un lavado de cara hacia el exterior, sino de una purificación interna más allá de la existencia de ventanas o miradores, que no interesan para nada.

No se trata de sorprenderse con una prensa veleta que ayer elogiaba el “equilibrio” del “Patón” y que hoy habla de “traición” a un estilo del “señor Bauza”. Tampoco es nuevo. Ya en los años cincuenta, cuando la selección argentina ganaba, su entonces director técnico era “Don Guillermo” y cuando perdía era “el señor Stábile”. Siempre las cosas fueron parecidas, aunque con la parafernalia de los medios y la necesidad de tener que decir algo a cada minuto, las cosas se exageraron hasta el límite del hastío.

Sostuvimos siempre desde aquí que todo comienza en la incapacidad dirigencial para decidir lo mejor en cada caso, algo imposible con esta gente que se encuentra en lugares demasiado privilegiados para su limitadísima condición intelectual (y en muchos casos, moral) y que nunca estuvo a la altura para manejar un timón con jugadores que en la mayoría de los casos, están acostumbrados a formar parte de los clubes de élite, en los que tienen otros comportamientos porque el contexto deportivo, social y cultural, así lo exigen.

También escribimos, en distintos momentos, que este seleccionado se acostumbró a manejarse como club de amigos, al que para acceder como director técnico se exige pagar una serie de peajes, como tener que cruzar el océano para morir al pie y aceptar condiciones que incluso pueden verse a la hora de los cambios, en los momentos en los que se producen, en quiénes son los que deben salir de la cancha, y hasta en muchas de las convocatorias.

Los dirigentes nunca han podido mantener una línea de fútbol porque conocen poco del juego, porque hay demasiados negocios que mantener y porque compraron, desde hace ya mucho tiempo, el discurso del falso pragmatismo, ése que generó que aun habiendo dispuesto de Diego Maradona para jugar en la selección nacional entre 1976 y 1994, apenas se ganara un Mundial, y aun habiendo contado con Messi desde 2005 hasta ahora, no se haya obtenido un solo título (y no sólo eso, sino que el mejor jugador del mundo de la actualidad estuvo a punto de renunciar, harto ya de estar harto).

Esta dirigencia es la que, además de los desquicios en lo económico e institucional en la AFA, se da el lujo de que algunos jugadores del plantel de la selección mayor, se quejen porque no hay aún un director técnico de los juveniles sub-20 a tres meses del Sudamericano clasificatorio para el Mundial de la categoría.

Y son ellos, los mismos que le negaron los jugadores a Gerardo Martino para los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro este año, por tironeos internos, los que permitieron la llegada de la Comisión Normacrizadora (un eufemismo de los tantos para no decir Intervención del Gobierno Nacional en un 70% y de la FIFA en un 30%) que terminó eligiendo a Bauza como bien pudo haberlo hecho, por qué no, con Ricardo Caruso Lombardi.

Pero el Bauza que fue elegido como director técnico de la selección nacional, sin que nunca se haya explicado el motivo concreto acerca de por qué la decisión se tomó hacia él y no hacia otros tantos candidatos (todo parece dar lo mismo) ni siquiera se parece a sí mismo, a aquel de los tiempos de dirigir a diferentes equipos con ls que mayormente tuvo buenos desempeños.

No tuvo demasiado en cuenta, por ahora, a los que podrían ser considerados “sus” jugadores, porque aún no fue tenido en cuenta Julio Bufarini, tampoco Ignacio Piatti, escasamente Emmanuel Mas, y tampoco probó demasiado con variantes para lo que ya era la base de los ciclos anteriores, y sólo se puede contar con Lucas Pratto y Lucas Alario entre las escasas innovaciones.

Esto no es nuevo: todos los entrenadores anteriores chocaron contra la misma dificultad: un grupo anquilosado, con muchas exigencias (varias de las cuales son extra deportivas), y que a su vez las llegadas a las tres finales consecutivas, aún perdidas, generaba ciertos anticuerpos contra posibles cambios de ruta que lo alterara.
Hasta ahora, Bauza no sólo no fue capaz de cambiar la mentalidad de este plantel (acaso eso ya no sea posible y no lo fue desde que se perdió la tercera final seguida, en julio pasado), sino que tampoco pudo colocarle su impronta y pocas veces en los últimos tiempos se vio un equipo tan perdido, si bien aparecen muchas cuestiones psicológicas.

No puede decirse, de todos modos, que tras cuatro partidos, tres de ellos sin Messi, todo sea por Bauza sino que la implosión va llegando de la mano de cuestiones estructurales también, que venimos sosteniendo en este blog: el fútbol argentino, desde los años sesenta, se fue transformando paulatinamente en exportador, y fue vaciado técnicamente, mientras que el negocio de esa misma exportación fue generando la pérdida de los puestos tradicionales en el campo (llámense marcadores de punta rápidos y con oficio para jugar por abajo, marcadores centrales elegantes y de buena salida, arqueros que no den rebote, sepan jugar con los pies, y de buena ubicación, ochos con gol, diez que sean armadores y manijas de sus equipos, wines con habilidad y desborde, nueves técnicos y que participen de la elaboración para luego definir).
Simplemente, esto ocurrió porque en Europa no “se juega” como nos habría gustado seguir jugando, y hubo que elaborar la “materia prima” para la fórmula que reina del otro lado del Océano Atlántico, y ahí tenemos, como consecuencia de aquello de tantos años atrás, que ya no hay quien elabore juego, y hace falta recurrir a Ever Banega, que siendo un cinco dúctil, nos “haga de diez” ante la ausencia del genio, y por supuesto, no lo puede cumplir demasiado bien, aunque sí podría haberlo hecho mejor que anoche, con apenas haber estado un poco más adelantado.

Pero Bauza pregona el falso “equilibrio” al que hoy la gran parte de la prensa vernácula, ligada a los grandes negocios, llama defender con la mayoría y atacar con lo que sobra. Y con esa premisa, termina ocurriendo que para “asegurar” el resultado, acaba colocando a Javier Mascherano, acompañado por otro “cinco” como Matías Kranevitter, ¡para jugar ante Perú! Y como no resulta siquiera eso, y presionado por la necesidad de ganar como local, apenas si corrige colocando a Banega unos pocos centímetros por delante del jugador del Barcelona, generando, casi como principiante, una distancia sideral entre los que defienden y los pocos que atacan, que además de pasar un mal momento y de que la mochila de las derrotas les pesa cada vez más, están mal colocados en la cancha.

Un equipo sin rebeldía, sin cambios tácticos importantes, con jugadores vencidos que no encuentran motivación extra para estar, un entrenador sometido a los designios de “la familia albiceleste” compuesta por dirigentes y periodistas afines, y un sistema estructural que tampoco le permite al fútbol argentino apelar a los cambios de timón más importantes, sólo puede atinar a depender de que venga el genio de Messi, y resuelva por sí mismo.

Es decir, algo parecido a lo que ocurrió con Diego Maradona en México 1986. Al final, es el fútbol el único que puede salvar al fútbol.

Por último, también volvemos a preguntarnos qué parte de la argentinidad tiene esta selección. ¿Cuánto de argentino tiene un jugador que no conoce demasiado de su historia ni le interesa? ¿Cuánto, alguien que sólo habla con los periodistas de TV porque sabe que es lo que más repercusión tiene y en muchos casos, porque no habrá preguntas molestas? ¿Cuánto, alguien que ni siquiera saluda a su público cuando el partido termina, haya ganado o perdido?, ¿Cuánto, el que no siente como relevante salir a saludar a los cientos de compatriotas que atraviesan carencias durante todo el año y los espera horas con la ñata contra el vidrio ansiando una mano que se mueva, una sonrisa, una foto, un autógrafo?

Querer ser convocado a una selección prestigiosa, pretender ganar un título importante para la carrera de un jugador, vestir una de las camisetas con más historia y gloria, escuchar el grito con el nombre desde una tribuna, o volver a ver a sus compañeros para compartir un mate en una habitación de hotel cinco estrellas no da carnet de argentinidad, sino que es apenas un rasgo de aquellos que viven una vida de cuento de hadas y que creen, muchas veces, que le hacen un favor al fútbol argentino por venir desde sus clubes, y muchos lo creyeron (varios de ellos forman parte de su entorno), cuando es completamente al revés: son ellos los que deben sentirse afortunados por formar parte de una selección con dos Mundiales, catorce Copas América, seis mundiales sub-20 y dos medallas doradas olímpicas.


Acaso el día que esto se termine de comprender, haya claridad en las decisiones y no tiemblen los pulsos para tomarlas, las cosas puedan cambiar de una vez por todas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Inmenso
Sublime comentario