Demasiado pronto, apenas con tres jornadas cumplidas
sobre las diez totales, el Grupo G de clasificación mundialista para Rusia 2018
parece irse definiendo, y la selección española de Julen Lopetegui tiene
demasiados boletos como para quedarse entre las dos primeras y sus chances son
muy altas.
Sin embargo, hay varios puntos que todavía deben
debatirse y que no parecen tan claros en cuanto al juego desplegado por “La
Roja” desde que ha comenzado el nuevo ciclo, pero que en lo profundo, se
mantienen desde los anteriores tiempos de Vicente Del Bosque.
Es que el esquema táctico utilizado por la selección
española en los tres primeros partidos, pero que pudo notarse con especial
énfasis en estos dos de la serie que acaba de finalizar, ante Italia y ante
Albania, vuelve a mostrar algunos déficits que luego pueden llegar a pagarse
muy caro en la máxima instancia y que sin embargo pueden quedar disimulados
ahora, en este grupo clasificatorio, ante rivales sustancialmente menores.
Ya con Del Bosque, y en especial en el Mundial de
Brasil 2014, se había notado un equipo cansado, con un ritmo lento, con toques
cortos, y con demasiados volantes y escasos delanteros, algo que ahora parece
repetir Lopetegui, acaso con la idea de monopolizar la tenencia del balón.
Eso de por sí no es malo, es lógico que con la
calidad de volantes que tiene el fútbol español, se pretenda tener el balón
todo lo posible. El problema es que sumando jugadores de buen pie pero sin
tanta capacidad de gol, acabó ocurriendo que la selección española plantea
todos los partidos por igual: largos dominios, por momentos hasta abrumadores,
pero que no llegan a demostrar en el marcador, en el resultado, la diferencia
de juego que se apreció en el campo.
Es decir que el mayor déficit que encuentra hoy la
selección española es no poder concretar ese dominio en goles, en una
diferencia real, y acaso esto podría solucionarse volviendo al 4-3-3, con dos
extremos, un nueve goleador, dos volantes de buen pie por detrás de la línea de
ataque, y continuar con un mediocentro de la calidad contrastada y la
experiencia de Sergio Busquets.
En principio, con Busquets y los cuatro del fondo
(habitualmente Carvajal, Ramos, Piqué y Alba), la defensa suele estar bien
parada y garantiza seguridad y hasta capacidad para sumar gente en ataque si
hace falta, ya sea por proyección de los laterales o la capacidad en el juego
aéreo de los centrales.
Entonces, la cuestión más importante por resolver es
desde el medio hacia arriba. La suma de volantes, si bien garantiza el buen
trato del balón, al mismo tiempo genera menos profundidad y cuando se trata de
jugar ante equipos que se saben muy inferiores, cuesta penetrarlos cuando se
cierran completamente, con sus once jugadores en campo propio, y parece
bastante claro que la mejor forma de abrirlos es con extremos, máxime si se
cuenta con ellos como es el caso de España, que puede disponer de Nolito,
Callejón, Lucas Vázquez o eventualmente, Pedro.
Es decir que Lopetegui no tiene el problema de tener
que adaptarse a cierta limitación de jugadores, sino que dispone de una enorme
riqueza en el momento de tomar decisiones, pero ha optado por colocar en el
campo, además de Busquets, a otros tres volantes creativos (por lo general se
mantienen Iniesta y Silva, y se suma Thiago Alcántara, Koke o Isco), y ha
dejado en el ataque solamente a Vitolo y a un nueve como Diego Costa.
Especialmente en los dos últimos partidos, ante
Italia y ante Albania, ambos fuera de casa, la situación ha sido parecida: un
dominio abrumador de España, teniendo siempre el balón, pero si no fuera por
sendos errores defensivos más ligados a lo accidental que al mérito de los de
Lopetegui, probablemente el empate no se habría alterado en los noventa minutos.
En el primero de los casos, Italia (que sorprende
por la actitud temerosa y defensiva ante España luego de haberla eliminado de
otra manera apenas tres meses antes en la Eurocopa) venía cerrándose bien para
conservar el empate cuando extrañamente, el experimentado portero Gianluiggi
Buffon cometió un grave error que permitió la apertura del marcador, y aún así,
con la necesaria aparición de espacios cuando los azzurros tuvieron que salir a
buscar el empate, “La Roja” pareció no aguantar físicamente los embates hasta
que llegó el empate como demasiado premio para los locales.
Ante Albania, la superioridad fue aún mayor que ante
Italia, pero otra vez un error defensivo local permitió, por fin, que Diego
Costa sacara la diferencia y aunque también el partido se facilitó por la
supuesta apertura de los rivales a los que no les servía el empate, tampoco la
diferencia fue tan grande en el marcador como la que hubo en el partido.
Basta ver cualquier partido de la selección alemana
para entender a lo que nos referimos. Hoy, la selección española se encuentra,
en ritmo y táctica, muy por debajo de ésta, y no se trata de la calidad de sus
jugadores, sino de la idea general de juego.
El equipo de Joachim Low practica el mismo fútbol
que España pero con mucha mayor movilidad, la misma o mayor posesión de balón,
pero ocupa distinto los espacios y llega mucho más a posición de gol. Es decir
que hay caminos alternativos para conceptos parecidos.
No parece que haya problemas en el grupo ni con la
clasificación mundialista, que está encarrilada, pero una cosa es la matemática
y otra distinta, el juego. Y en cuanto a éste último, si la selección española
no cambia desde ahora, muy probablemente lo pague más tarde.
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