Cuando finalizó el partido de Liga Española contra
el Deportivo La Coruña, algún medio ironizó con que había que edificar una
estatua de Sergio Ramos en la puerta del estadio Santiago Bernabeu.
Es que tras un final apoteótico, con el triunfo de
los blancos 3-2 cuando a pocos minutos del final caían 1-2, encadenaron su
partido número 35 sin perder pero mucho más que eso, transmitieron una idea
total de invencibles, de que juegue quien juegue en el equipo, pero en especial
con determinados símbolos como el propio Ramos y Marcelo, no hay quién lo
resista.
La forma tribal en que Marcelo se golpeaba el pecho
cuando finalizó el partido ante el Depor, jugado con varios suplentes y con el
lateral izquierdo brasileño ingresado en los últimos minutos, transmite una
idea de una fuerza muy particular y mucho mejor aún la de Ramos, que cuando
parecía que el empate ya era difícil de alterar, las cámaras de TV lo apuntaron
en la jugada en base a balón parado, sabiendo que el central es capaz de
cualquier cosa cuando todo está a punto de finalizar, como ya ocurrió tantas
otras veces. Y Ramos cumplió una vez más con su soberbio gol de cabeza.
Este Real Madrid, que marcha sin derrotas por todas
las competencias, sin embargo, tuvo una gran resistencia a mediados de semana
en el Bernabeu ante un muy ordenado Borussia Dortmund, que le pudo remontar un
2-0 en contra a partir de un equipo con pretensiones y mucha dinámica, y
terminó arrebatándole definitivamente el liderato del grupo clasificatorio para
los octavos de final de la Champions League, abriendo un nuevo escenario para
los blancos en el torneo continental.
Y precisamente mucho más este partido ante el
conjunto alemán que dirige Thomas Tuchel abre un pequeño interrogante sobre
cómo afrontará el Real Madrid el próximo reto, el Mundial de Clubes de Japón,
cuando ya conoce a su rival del jueves que viene, el América de México, uno de
los equipos más grandes del continente norteamericano.
A priori, el América no parece reunir condiciones
como para vencer al Real Madrid aunque sí se trata de un club poderoso, que no
sólo transita el año del centenario de su fundación, sino que paralelamente
acaba de arribar a la final de la liga de su país, en la que deberá enfrentar a
los Tigres de Monterrey, finalistas de la Copa Libertadores de América de 2015
ante River Plate.
El América, dirigido por el extrovertido y polémico
entrenador argentino Ricardo La Volpe, de cuyo estilo muchos emparentan
(creemos que de manera exagerada) con Josep Guardiola o Marcelo Bielsa), tuvo
que transpirar mucho en los cuartos de final para poder superar al Jeonbuk
Hyundai Motor de Corea del Sur, campeón asiático 2-1, con dos tantos del
argentino Silvio Romero, una de las grandes figuras de los norteamericanos,
tras ir en desventaja.
El América cuenta con buenos jugadores en todas sus
filas, como el portero Moisés Muñoz, defensores como el experimentado paraguayo
Miguel Samudio y el argentino Paolo Goltz (que había sido campeón con Lanús) o
los delanteros Oribe Peralta (campeón olímpico con México en Londres 2012) y el
mencionado Romero.
La Volpe, el entrenador del América, tiene una
enorme experiencia ejerciendo el cargo en México, pero en la Argentina ha
tenido una dura temporada justamente hace una década, cuando sucedió a Alfio
Basile en un Boca Juniors que no sólo era bicampeón nacional sino que se
dirigía a su tercera liga consecutiva con 18 puntos en los seis primeros
partidos, y en un torneo de diecinueve jornadas.
Basile había saltado a la selección argentina y La
Volpe acabó perdiendo ante el Estudiantes de La Plata que dirigía un joven
Diego Simeone, cuando a falta de tres partidos llevaba seis puntos de ventaja,
pero al terminar el torneo fue alcanzado y terminó perdiendo la final por el
desempate, lo que para muchos analistas es uno de los campeonatos más insólitos
perdidos por un equipo en la historia del fútbol albiceleste.
La Volpe había llegado a Boca por su gran planteo
con la selección mexicana ante la argentina por los octavos de final del
Mundial de Alemania 2006, cuando consiguió bloquear a un equipo repleto de
estrellas, que había jugado una muy buena fase de grupos, y que sin embargo
tuvo que sufrir el esquema contrapuesto por el entrenador rival y compatriota.
Acaso La Volpe tenga este jueves la chance de que el
mundo fije su atención a otra nueva posibilidad de un planteo semejante ante
otro rival de fuste, como este Real Madrid que no parece tener oposición entre
los equipos del Mundial de Clubes.
De todos modos, todo indica que el gran examen de
los blancos debería ser la esperada final del torneo, supuestamente ante el
campeón de la Copa Libertadores, el Atlético Nacional de Medellín, que también
estaba por disputar su segunda final consecutiva continental por la Copa
Sudamericana, pero la tragedia del Atlético Chapecoense brasileño lo acabó
impidiendo.
Si es por los resultados, en estos tiempos en los
que la economía pesa mucho más que en décadas anteriores, nadie ha podido
contra los clubes europeos ganadores de la Champions League y de hecho, sólo el
Inter de Brasil (que paradójicamente descendió a Segunda en su país el pasado
domingo) venció al Barcelona en 2006 y el Corinthians al Chelsea en 2012 en los
últimos diez años de Mundiales de Clubes y el propio Real Madrid lo sabe,
porque en 2014 no tuvo demasiados
problemas para vencer a los argentinos de San Lorenzo.
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