El agónico gol de Sergio Ramos, un defensor
acostumbrado a estas proezas en los finales de los partidos clave, y en la
mayoría de los casos, de cabeza, deja al Real Madrid en una situación inmejorable
en la tabla de posiciones de la Liga Española al empatar un Clásico que parecía
perdido en el Camp Nou, pero más que todo, dejó cierta idea de justicia por lo
ocurrido ante el Barcelona.
El Barcelona tuvo una gran oportunidad el pasado
sábado. Porque no encontraba las vías para llegar hasta la portería de Keylor
Navas, a partir de que una vez más, no tenía respaldo en un sistema táctico
para atravesar la valla interpuesta por el Real Madrid. Y sin embargo, y al
contrario de siempre, Luis Suárez pudo definir con un cabezazo, ganándole por
un segundo la posición a Varane.
Por lo que fue el partido, jugado como si fuera en
un tablero de ajedrez y con un equipo local limitado por la falta de
creatividad y obligando a Lionel Messi a bajar demasiados metros para tomar
contacto con el balón, y un Real Madrid con un esquema en el que Lucas Vázquez
también volanteaba y se sumaba a Kovacevic, Luka Modric y a Isco, Cristiano Ronaldo y Benzema quedaron muy
aislados y quedaron con muy escasa participación.
Era claro que el empate favorecía mucho más al Real
Madrid que al Barcelona no sólo por la diferencia de seis puntos en la tabla de
posiciones, sino porque además en la vuelta, se debe jugar en el Santiago
Bernabeu cerca del final del torneo y allí los blancos podrían sacar una venta
específica en el posible enfrentamiento de cada temporada entre ambos en la
lucha por el título.
Pero si bien el Real Madrid no pudo contar ni con
Gareth Bale ni con Toni Kroos, y son dos jugadores muy importantes en sus
líneas, la ausencia más trascendente era la de Andrés Iniesta, en el banquillo
a la espera de tener algunos minutos tras una lesión de un mes de duración.
Y fue la ausencia más notoria porque la falta de
Iniesta ha resentido mucho más el andamiaje del Barcelona, que la de Bale o
Kroos el del Real Madrid.
Los blancos, como se dijo en esta columna en otras
ocasiones durante esta temporada, tienen una estructura simple, sin darle al
sistema táctico una importancia desmedida, y en cambio su entrenador Zinedine
Zidane ha entregado una enorme dosis de confianza mientras ha quitado a sus
jugadores buena cantidad de presión y todos juegan más sueltos.
En cambio, el Barcelona se fue desdibujando, no sólo
porque ahora tiene como punto más fuerte el ataque, sino porque a su vez, salvo
en el caso de que Messi retroceda muchos metros (por lo cual acaba perdiendo
fuerza porque lo obliga a un gran desgaste), depende mucho de la magia de
Iniesta para la generación de juego y para que el balón llegue a los
componentes del tridente sudamericano, y cuando éste no está en el campo, los
azulgrana sufren y no han encontrado un reemplazante acorde.
Sumado a esto, el entrenador Luis Enrique ha optado
en todos estos partidos sin Iniesta por reemplazarlo por el portugués André
Gomes, quien rinde mucho más como interior, ya sea como mediocentro adelantado
o como nueve muy retrasado, pero que no siente la posición de armador de juego,
como bien pudieron ser Rafinha o Arda Turán.
Así es que más allá de un par de goles perdidos por
poco tanto por Messi como por Neymar, las llegadas del Barcelona habían sido
escasas en un partido apenas discreto, cuando tras aquel cabezazo de Suárez que
marcó la diferencia, se produjo, por fin, el ingreso de Iniesta, aunque por
Iván Rakitic y no por Gomes, como era de esperarse.
Y con Iniesta, todo fue regresando a una cierta
lógica en el juego del Barcelona, porque el crack de Albacete, con su simpleza
y su talento, fue ordenando el juego, liberó a Messi de su doble trabajo de ida
y vuelta por tantos metros, y el equipo regresó, en esa segunda mitad de la
segunda parte, a una cierta cantidad de movimientos tradicionales.
Claro que Iniesta no puede modificar por sí mismo, y
en esos minutos, tantas inseguridades que el Barcelona viene arrastrando en
esta temporada, y entonces a falta de diez minutos, el equipo se fue retrasando
naturalmente para conservar un marcador muy estrecho, en vez de persistir en el
juego que había mejorado desde el cambio mencionado.
Y el Real Madrid, que no había logrado acercarse a
un Ter Steggen muy errático con los pies, y pese a una defensa muy poco sólida
en las últimas semanas, encontró en el final los espacios que le permitieron
adelantar sus líneas y pensar, de la forma que fuere, en un empate que podía
saber a gloria.
Y lo terminó encontrando, como tantas otras veces en
partidos trascendentes, en la cabeza de Sergio Ramos, lo que parece mucho más
castigo para la actitud temerosa del Barcelona que por méritos propios.
Aún así, en los noventa minutos el partido había
sido parejo, y en el que pudo evidenciarse el gran momento de Luka Modric, muy
importante en el traslado aunque poco acompañado del medio hacia adelante.
Falta mucho para terminar la Liga, pero el Barcelona
deberá mejorar mucho para poder aspirar a ganarla. Tal vez el regreso de Iniesta
lo ayude para recuperar el juego perdido y para enderezar el rumbo, porque de
momento navega con destino incierto.
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