Desde Cardiff, Gales
En la Unión Europea de Fútbol (UEFA) es un secreto a
voces: esta vez, la elección anticipada de la sede de la final de esta edición
de la Champions League, en el estadio Millennium de Cardiff, no fue la mejor
idea teniendo en cuenta lo que le tocará albergar hoya las 15,45 de la
Argentina (19,45 de Gales), cuando se enfrenten acaso los dos mejores equipos
del mundo de la temporada, el Real Madrid, vigente campeón, y la Juventus.
Basta con descender del autobús que depositó a este
cronista en Cardiff, en la mañana de ayer, proveniente de la vecina y más
amplia Bristol (aún en tierra inglesa), para comprender que esta coqueta
ciudad, perteneciente a otro país dentro del Reino Unido, puede reunir
condiciones de belleza y de extraordinaria atención de su gente, pero en cuanto
a infraestructura, está lejos de lo necesario.
Desde la estación de buses de Cardiff, en una zona
parquizada que parecía entrever una lejanía hasta el destino final, hasta el
propio estadio, ubicado en el centro comercial de la ciudad, basta con una caminata de cuatro cuadras.
Y no sólo eso: en medio del andar, aparecerá toda
clase de gente, pero en especial con camisetas del Real Madrid, preguntando por
alguna entrada, casi sin importar lo que se pida por ellas, por la sencilla
razón de que no abundan. Más bien, faltan.
Es que justamente Real Madrid y Juventus tienen
legiones de simpatizantes porque no sólo son clubes de gran poderío, sino que
tienen la característica de ser nacionales, es decir, con hinchas en todo su
país, y con peñas en todo el mundo, lo cual agrava la demanda para un estadio
construido para el Mundial de rugby de 1999 y que acepta una capacidad máxima
para 74.500 espectadores.
La UEFA destinó igual cantidad de entradas para cada
equipo y quedó un muy escaso remanente para distribuir al resto, a lo que hay
que sumar que la exigencia de la entidad europea para una buena cobertura de
prensa hace disminuir los espacios tribuneros para el simpatizante de a pie.
Sin embargo, Cardiff no sólo está desbordada por una
infraestructura hotelera menor, que determina que muchísima gente tenga que
alojarse en la cercana Newport o en la ya más grande y populosa Bristol, famosa
por su gran universidad, sino también por lo futbolístico.
Pocas veces, una final fue tan esperada por muchas
razones. Desde que la Champions League se juega con este formato (temporada
1992/93), ningún equipo pudo repetir consecutivamente el título, y el Real
Madrid está a las puertas de conseguirlo.
También está en juego el contraste entre un club
acostumbrado a ganar todas sus finales, como los blancos españoles, que van por
la duodécima “orejona” (como se llama a esta Copa, por su forma), ante otro que
llegó a ocho finales europeas y sólo pudo ganar dos, como la Juventus. O con
historias cruzadas de algunos jugadores, como Sami Khedira o nuestro
compatriota Gonzalo Higuaín, ex madridistas y ahora “juventinos”, o el director
técnico francés del Real Madrid, Zinedine Zidane, símbolo de ambos clubes como
jugador.
Sobre la enorme cantidad de derrotas en finales, o
la chance de Higuaín de reivindicarse, por fin, justamente ante su ex club, el
director técnico de los italianos, Massimiliano Allegri, nos respondió en la
conferencia de prensa que el goleador argentino “no tiene nada que demostrar” y
relativizó el pasado esquivo del club. “Cada partido es diferente”, pero eludió
nuestra pregunta sobre si hubo tratamiento psicológico del planteo o no.
Hay en juego dos estilos. El de uno que no para de
marcar goles en forma consecutiva, como el Real Madrid, o el que recibió apenas
tres goles en toda la Copa, y sólo uno de jugada, como la Juventus. Hay cracks
de los dos lados, desde el cuatro veces Balón de Oro, Cristiano Ronaldo, o nuestro
Paulo Dybala, al que Zidane aludió al señalar que la Juventus “tiene ahora
jugadores muy muy buenos en ataque”.
Y por si quedara poco, Cristiano Ronaldo se puede
jugar parte de su quinto Balón de Oro, con el que alcanzaría a Lionel Messi,
pero también lo aspira Gianluiggi Buffon, el excepcional y veterano arquero de
la Juventus (39 años), quien reflexionó que sería “una despedida casi perfecta”
porque lo ganó todo, menos la Champions.
La mesa está servida para una gran final, con pocas
dudas en cada equipo. El local Gareth Bale (cuyas gigantografías aparecen en
toda la ciudad) o Isco en el Real Madrid, Juan Cuadrado o Barzagli en la
Juventus.
Cardiff desborda de gente, de demandas de entradas y
hoteles, de gente comprando banderas, gorros y bufandas alusivas en los
mercadillos de la peatonal St Mary, pero albergará, además, una final soñada,
más para una gran metrópoli.
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