Esta columna fue escrita luego del partido de ida de
la Supercopa de España, en el que Real Madrid venció muy claramente al
Barcelona en el Camp Nou y cuando restaba esperar lo que sucedería en la vuelta
en el Santiago Bernabeu.
Sin embargo, hay conceptos que no parece que vayan a
cambiar aún si el resultado altera al campeón de este certamen y el Barcelona
sorprendiera con una actuación notable.
El principal concepto es que este Barcelona necesita
un cambio urgente y más que en el equipo, pasa por la plantilla. Es decir, va
mucho más allá a lo que pueda poner su entrenador, Ernesto Valverde, como mejor
once, el de gala, que puede llegar a ser
muy competitivo en un día en el que la mayoría de sus componentes
pudiera tener las luces encendidas.
El problema del Barcelona es que depende demasiado
en que casi todos tengan su mejor día porque basta con que algunos pocos no lo
tengan para quedar muy lejos de lo que fue en el pasado, aquél equipo que nos
deslumbraba por su juego y que era capaz de espectáculos notables.
Valverde, el nuevo entrenador que fue capaz de sacar
adelante una plantilla mucho más limitada (no por eso mala) como la del
Athletic de Bilbao, se encontró no sólo con un equipo en baja, con una
plantilla con demasiados jugadores en el banquillo muy lejos de los titulares
en cuanto a calidad, sino también con dos integrantes del mediocampo muy en
baja, como Iván Rakitic y Andrés Iniesta, y como estocada final, la impensada
salida de Neymar al PSG, que acabó por alterar el notable Tridente de ataque
sudamericano.
Si la línea defensiva no parece ser ahora el mayor
problema, incluso con la mejora por el lateral derecho de Aleix Vidal y el
fichaje del portugués Semedo, consolidados desde hace tiempo Piqué, Umtiti y
Alba, y con Sergio Busquets como salida asegurada desde el inicio de la jugada,
el inconveniente comienza una vez que Busquets tiene dejar el balón en los pies
de algún compañero.
Rakitic no viene rindiendo a su nivel desde hace
tiempo, pero especialmente esto se ha
profundizado cuando los rumores de verano lo han colocado siempre como parte de
pago en la operación (frustrada) de contratación del italiano Marco Verratti,
lo cual psicológicamente nunca deja bien parado a quien debe salir por la
ventana y no por la puerta, y menos si luego, esa salida no acaba
produciéndose.
El caso de Iniesta es diferente. Los cracks como él
jamás se olvidan de jugar, pero es evidente que el desgaste de tantos años y el
paso del tiempo comienzan a pasarle factura y el mayor inconveniente al que se
enfrenta es el físico y su escasa aparición en demasiados momentos de los
partidos y el Barcelona lo necesita demasiado en la elaboración de juego.
Si sumamos que con la salida de Neymar, su
reemplazante hasta el momento fue Gerard Deulofeu y que éste no ha sido capaz,
hasta ahora, de acercarse mínimamente al nivel del brasileño, las carencias del
principal equipo del Barcelona van en aumento.
Pero eso no es todo: la irregularidad en la
participación en Iniesta y la salida de Neymar, también llevaron a la necesidad
de que el principal jugador del equipo, que indudablemente es Lionel Messi,
tuviera que bajar varios metros para hacerse del balón o para ayudar en la
gestación de la jugada, lo que a su vez está obligando a dejar en punta
solamente al uruguayo Luis Suárez, demasiado poco para lo que era el Tridente
hasta la pasada temporada.
Si esto ocurre entre los titulares, ¿qué decir de
quienes integran el banquillo? El
Barcelona aparece como una plantilla muy descompensada, con enormes diferencias
entre los titulares y los que esperan su momento para ingresar al campo.
La sensación es que salvo un puñado de casos, como
Cillessen, Mascherano, Sergi Roberto (que además puede ocupar varias
posiciones) y Arda Turán (todo indica que de todos modos, acabará marchándose y
casi no cuenta para Valverde), el resto no está en condiciones de revertir un
partido o de ser protagonistas fundamentales en este equipo.
El Barcelona ha invertido muy mal en fichajes en los
últimos tiempos salvo escasísimas excepciones y ahora comienza a notarse.
Por eso, es fundamental para su dirigencia decidir
esta vez con un porcentaje altísimo de acierto en el momento de los fichajes,
cuando ya quedan menos de tres semanas para el cierre del mercado de verano.
El Barcelona cuenta con 222 millones de euros que
ingresaron por Neymar, pero como “nuevo rico” los clubes vendedores conocen
esta información y cotizan al alza a sus cracks.
Seguramente Philippe Coutinho comience a ser parte
de la solución para el equipo titular, supliendo a su compatriota Neymar pero
con características diferentes, pero es probable que el problema continúe
durante toda la temporada si la dirección deportiva del club no entiende que la
solución pasa por lo estructural y no por suplir solamente a Neymar.
Nos preguntamos si no sería más productivo, por
ejemplo, para el Barcelona, peinar el mercado sudamericano con tantos cracks
emergentes y con pases cuyos valores son en muchos casos de un quince a un
veinte por ciento del valor de las estrellas del fútbol europeo.
Muchas veces la “ceguera” por los resultados
urgentes no permiten ver el panorama general y la llegada de uno o dos cracks
en los próximos días no parce que puedan cambiar un problema de plantilla, más
que del equipo.
El cambio del Barcelona, entonces, es fundamental y
pronto, si quiere retomar la senda no sólo del éxito sino de aquellos partidos
de esplendor de un tiempo no tan lejano.
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