Ya consumada la transferencia de Neymar al Paris
Saint Germain y también ya presentado ante una multitud que lo aclamó, coreó su
nombre y cantó con música brasileña de fondo, va quedando claro que no se trata
de un pase más en el fútbol mundial sino un hito como en otro sentido lo fue la
Ley Bosman a mediados de los años noventa.
No sólo por los 222 millones de euros que costó su
pase, ni tampoco por los cerca de 500 del total de la monstruosa operación,
tomando en cuenta el pago de la prima al propio jugador y los años de contrato
con el club parisino, sino por las consecuencias que esto traerá para el fútbol
mundial.
Desde el punto de vista económico, las cifras
astronómicas que se pagaron por Neymar, más del doble de lo que se había pagado
hasta el momento en la transferencia más cara de la historia, terminaron por
inflar los precios de los pases de la mayoría de las estrellas, lo que generará
una burbuja que puede acabar como aquella inmobiliaria de Madoff que terminó en
un desastre general para el sistema cuando explotó y bien lo saben
especialmente los habitantes de España y de los Estados Unidos.
Pensar que jugadores de muy buena calidad pero aún
con más futuro que presente como Philippe Coutinho, Paulo Dybala o Julian
Draxler puedan valer ya alrededor o más de cien millones de euros sólo forma
parte del aumento significativo que todos los clubes generaron a partir de
estas cifras disparatadas. Pero ya parece haberse disparado todo y no habrá
manera, por ahora, de que el mercado se calme.
El principal motivo de esta situación es que quienes
iniciaron esta situación no son clubes tradicionales, sino los nuevos dados en
llamarse “clubes-Estado”, esto significa que se trata de entidades privadas,
sociedades anónimas, que reciben fondos por fuera de lo que ellas mismas
generan a partir de ser sostenidas por países con intereses políticos
determinados y que están ligados con los accionistas de estas mismas
instituciones deportivas.
Dos casos concretos de lo que describimos son el PSG
con su titular, el qatarí Nasser Al Khelaifi, que acumula una fortuna personal
de 16.000 millones de euros, pero que mucho más allá de eso, tiene el respaldo
de su país y los petrodólares, para haber participado de la transferencia de
Neymar con gastos por fuera del club porque hay un interés particular y es que
el brasileño será la cara del Mundial 2022 que organizarán los asiáticos.
Además de que entonces el club se exime del pago
total que salga genuinamente de sus arcas, se logra entonces evadir lo que la
Unión Europea de Fútbol (UEFA) llamó el “Fair Play Financiero”, una serie de
condiciones por cumplir por parte de todos los clubes afiliados a las
federaciones nacionales miembros por el que hay un techo de gastos y un
equilibrio de sus finanzas.
De hecho, el dirigente a cargo de esta área de la
UEFA, el italiano Andrea Traverso, sostuvo ante un caso como el del PSG que
“nada se puede hacer si cuenta con el dinero para gastarlo”, con lo cual, cerró
la puerta a un control más estricto por parte de la entidad a los increíbles
gastos del club francés.
El otro caso de “clubes-Estado” proviene de los más
fuertes de la Superliga rusa. También Rusia tiene su Mundial, el año próximo, y
los clubes han recibido un enorme apoyo estatal en la temporada que al
finalizar dará lugar a la máxima cita futbolística del planeta cada cuatro
años, algo parecido a lo que ocurriera con la liga brasileña cuando se acercaba
el Mundial de 2014.
El nivel de gastos de los clubes rusos para esta
temporada ha sido altísimo y tan solo el Zenit de San Petersburgo contrató
cuatro jugadores argentinos de primer nivel como el defensor Emanuel Mammana al
Milan, los volantes Leandro Paredes (Roma) y Matías Kranevitter (Atlético
Madrid) y al delantero Sebastián Driussi (River Plate), uno de los dos máximos
goleadores de la liga de su país en la pasada temporada.
Un tercer caso es el de la Superliga china, alentada
por el gobierno de ese país, que con el tremendo crecimiento general necesita
ahora un más alto posicionamiento en una de las actividades con más visibilidad
en el planeta como es el fútbol y así es que el torneo local se potenció como
nunca, al punto de que ahora comenzó a aparecer cierta preocupación por los
excesivos gastos de las entidades participantes.
La otra fuerte consecuencia del pase de Neymar al
PSG es el del “efecto dominó” por el que una ficha va derribando a otra, que a
su vez derriba a otra que a su vez derriba a otra en un juego interminable y de
final impredecible, porque con el dinero que le ingresó al Barcelona, ahora el
club catalán, insuflado de euros, va en búsqueda de otras estrellas que suplan
al brasileño y esto generará que a su vez los clubes que reciban esos fondos
irán por otras estrellas a cambio de las que perdieron y la burbuja será
incontenible.
Si por ejemplo, el Barcelona fichara en más de 100
millones a Coutinho (necesitado como está el club azulgrana de tapar la
frustración por la salida de Neymar ante su propia afición y para demostrar
que su poderío institucional sigue intacto), el dinero que recibiría el
Liverpool haría que fueran ahora los “reds” de Anfield los que saldrían, con
tanto dinero en su cuenta, a buscar a otra estrella y alimentarían la caja de
otro club para tapar la salida de Coutinho y buscarle un reemplazo.
Cuando en 1981 Boca Juniors adquirió el pase de
Diego Maradona a Argentinos Juniors en 4 millones de dólares y la cesión de
algunos jugadores, el entonces entrenador José Pastoriza, ya fallecido,
calificó como “obscenas” las cifras pagadas y en 1994, “L’Osservatore Romano”,
la publicación ligada a El Vaticano, dijo lo mismo del pase de Gianluiggi
Lentini del Torino al Milan, que pagó 13 millones de dólares.
Hoy, esas cifras parecen una broma al lado de lo que
el fútbol acepta como pagos por una transferencia.
Por todo esto, hay un antes y un después del pase de
Neymar del Barcelona al PSG.
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