martes, 22 de agosto de 2017

Superliga para mini fútbol




Mientras Instituto de Córdoba rebuscaba de donde no hay para ampliar su plantel de apenas doce jugadores para encarar una nueva temporada en el Nacional B, este River Plate contento porque la AFA amplió el cupo a cinco extranjeros no aceptó cambiar el partido del domingo pasado ante los cordobeses “porque los calendarios hay que cumplirlos” y porque aduce no tener otras fechas en adelante, por estar participando en la Copa Libertadores de América.

River no aceptó que Instituto quisiera posponer el partido, del que se enteró hace pocos días, tras eliminar de la Copa Argentina al campeón del Nacional B, Argentinos Juniors, aduciendo una seriedad extraña, porque el club de Buenos Aires no quiso jugar este mismo torneo en los primeros siete meses, sin una causa demasiado clara, pero no parecía muy interesado, dado que este campeonato de malentendido federalismo, clasifica para la Copa Libertadores cuando ese objetivo, para 2018, ya fue conseguido.

Esta enorme diferencia de peso entre los clubes grandes y especialmente los del interior (que ni aparecen mencionados en la fastuosa fiesta de Fox y Turner en la que se anunció la pomposa “Superliga”, que comienza el próximo viernes 25 de agosto) también pudo palparse en que Racing Club provocó dos veces la suspensión de su partido ante Mitre se Santiago del Estero, mientras que Independiente encontró eco en su rival, Atlético Tucumán, en este caso porque los norteños deben medirse con los rojos también  por la Copa Sudamericana y a doble partido, y el interés era mutuo.

Sin embargo, a Deportivo Morón le ocurrió lo mismo que a Instituto. Se enteró apenas días atrás que debía jugar con San Lorenzo de Almagro, que eliminó por penales a Atlético Cipoletti, el anterior fin de semana, y sin tiempo para terminar la pretemporada y para cerrar su plantel que regresará, luego de muchos años, al Nacional B luego de haber ganado el torneo de Primera B Metropolitana.

Lo cierto es que salvo el caso de Boca Juniors, que accedió a posponer el partido que tenía que jugar ante Brown de Puerto Madryn (y que la entidad patagónica resaltó como un gesto), el resto de los clubes grandes hicieron claros movimientos de poder en su favor, aunque lo de River es ya de una evidencia absoluta de tratar de aprovechar hasta el más mínimo resquicio sin importar las condiciones del rival.

Lo cierto es que el fútbol argentino es cada vez más centralista, más dominado por los clubes grandes, que tomaron el poder desde el mismísimo día siguiente a la muerte de Julio Grondona, quien congeló la lucha entre los poderosos y los chicos durante 35 años, pero que todo volvió a fojas cero en 2014.

A tal punto esto es así, que el continuador de Grondona, Luis Segura, tuvo que reunirse con los presidentes de los cinco poderosos para pedirles apoyo para continuar el mandato hasta su finalización.

En el medio, ya sabemos lo que pasó. Negación de los jugadores a la selección argentina, descuido de los juveniles, cambios permanentes de fechas y horas, partidos sin hinchas visitantes, decenas de muertos en luchas entre facciones de barras bravas y lo peor: endeudamientos crecientes debiendo fortunas a jugadores y adquiriendo los pases de otros nuevos, en un explícito Viva la Pepa.

¿Es en este contexto en el que se pretende que de buenas a primeras el fútbol argentino pueda organizar un torneo que pueda llevar como pretensión imitar a las ligas europeas de primer nivel?

Ya de por sí es sorprendente que se haya suministrado una grilla con horarios de las doce primeras fechas completas, con sus horarios, y el tiempo dirá si ese desafío se cumple, aunque la pugna por intereses de cada uno de los clubes no invita al optimismo, y tampoco el pasado de los clubes, que más bien los condena.

Que Newell’s Old Boys esté a punto de no comenzar el torneo por deudas cercanas a los 24 millones de pesos con su plantel, cuando ha fichado a ocho jugadores, aunque más no sea en condición de préstamo, ya nos indica que hay ruido en la línea, y no sólo porque su rival de turno no tiene por qué pagar estos desatinos de los rosarinos, sino que si se quiere llevar adelante un real “Fair Play Financiero”, los clubes no pueden deber a nadie, o debe haber un techo para esas deudas, y no por sector.

El postergar el partido “por esta vez” no es otra cosa que mirar para el costado en vez de tomar, por fin y para empezar alguna vez –si no es ahora, ¿cuándo?- el toro por las astas y como sostuvo el propio Sergio Marchi, el otrora cuestionado -¿en qué quedó lo de la Fundación El Futbolista y su relación con Grondona y el Fútbol Para Todos?- no es justo que por ejemplo Atlético Rafaela, sin deudas, deba jugar en el Nacional B y muchos, con enormes deudas, participan en la división superior.

Tampoco hay que dejar de lado, ni mucho menos, el asunto de las transmisiones televisivas. Una Superliga que parte con una empresa, Torneos, en la producción de partidos por parte de ambas cadenas poseedoras de los derechos, y que está tan ligada a la corrupción por el FIFA-Gate, tampoco implica un buen comienzo.

La AFA, y una estructura dirigencial seria como pretende ser la de la Superliga, no pueden aceptar desde una mínima condición ética, que una empresa ligada a la corrupción a tan alto nivel pueda formar parte desde el inicio de sus transmisiones televisivas, especialmente cuando ya fue probado el delito.

Sin embargo, todo sigue pasando…como si Grondona siguiera vivo, o comi si quienes lo sucedieran no pudieran conseguir, de fondo, una idea superadora que al menos de indicios de que de verdad, alguna vez algo cambiará en el fútbol argentino.

En la historia hubo decenas de nombres pomposos y de frases al estilo del “ahora sí”. Entonces, ¿qué es lo que hace que creamos que ahora las cosas van a cambiar?
¿Hay condiciones dadas para que vuelvan los hinchas visitantes, por ejemplo? ¿Interesa la gente cuando los socios de cada club se pierden de ver la mitad de los partidos en casa porque se juega sin revanchas y cuando tampoco pueden acceder de visitantes? ¿Se descuenta, acaso, a los abonados a palcos y plateas teniendo en cuenta de que se perderán tantos partidos por año? ¿Se acabará con las barras bravas y su impunidad? ¿Las canchas estarán en mejores condiciones para albergar público cuando en este momento no hay ninguna que esté habilitada oficialmente?

Las preguntas podrían aumentar en forma ilimitada, como para que tengamos en claro que todo sigue igual y que esta pomposa Superliga representa otro desafío para ganar algo de tanta credibilidad perdida.

Hace años que vienen matando a la gallina de los huevos de oro. Los dirigentes creen que esto es eterno, pero deben pensar que no lo es y que, por ejemplo, el pagar por el fútbol será complicado, por ejemplo, por el cambio cultural que implicó el Fútbol Para Todos y porque el torneo local, en determinados horarios, tendrá competencia del fútbol europeo, al que no hay que pagar extra para ver. ¿Alguien pensó en eso? ¿O tampoco interesa?

En fin, el tiempo dirá.


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