Un gran alivio ronda a la selección española. Luego
del pasado Mundial de Brasil, en el que no sólo no pudo pasar la primera fase
sino que mostró signos de fin de ciclo, lo que se refrendó en la pasada
Eurocopa de Francia en 2016, un cono de sombra se había proyectado sobre el
futuro.
De hecho, la sensación que aparecía era la de un
desinfle como es lógico cuando una generación brillante de jugadores comienza a
decaer y da paso a otra distinta, que trae el acertijo de la novedad.
Y no sólo lo que era buena parte de la base de aquel
Barcelona brillante que lo ganó todo comenzaba a dejar su lugar, sino que
también dejó el cargo de entrenador, al finalizar el pasado Mundial, Vicente
Del Bosque, el gran continuador de la línea de juego que impuso –para fortuna
de los aficionados de La Roja- el fallecido Luis Aragonés especialmente desde
que finalizó el Mundial de Alemania 2006.
Pero allí apareció la muy buena elección de la
Federación Española, involucrada hoy en serios problemas institucionales por la
destitución de su presidente Angel María Villar, quien ocupaba ese cargo desde
1988, por hechos ligados a la corrupción.
Es cierto que por el consejo del propio Del Bosque,
que pesó porque su sucesor ya dirigía a los juveniles y con bastante suceso,
pero la designación de Julen Lopetegui como continuador de la línea de sus dos
antecesores, terminó siendo un gran acierto, no sólo por los resultados sino
porque la selección española mantuvo su línea de posesión de balón, sino porque
encontró muy buenos ejecutantes entre los jóvenes que se fueron sumando a la
generación intermedia.
Un hecho muy importante que marca el cambio es que
esta selección española, que vapuleó sin atenuantes a la italiana (que tampoco
jugó mal, sólo que se vio ampliamente superada en el Santiago Bernabeu) más
allá del elocuente 3-0 final, no sólo ya tiene más de medio pasaje al Mundial
de Rusia sino que convenció completamente en su juego y está compuesta ahora
por la misma cantidad de jugadores del Barcelona que del Real Madrid, acaso
como símbolo de los nuevos tiempos que llegaron.
Esta selección, puede decirse, ya no tiene una base
fija en un equipo, como sí tuvo la de Aragonés-Del Bosque, porque el Barcelona
marcó una etapa muy clara y hoy, todo es mucho más parejo como lo indican las
últimas performances y que si bien el Real Madrid dominó en las dos últimas
temporadas, el Barcelona puede volver a hacerlo por la enorme distancia entre
sus dos plantillas y el resto de los equipos de la Liga.
Una tercera parte pasa por algunos pocos jugadores
del Atlético Madrid (Diego Costa podría sumarse a los rojiblancos en enero) y
otra pata importante de esta selección, lo que ya no constituye una novedad
pero sí es un hecho extraño respecto de la historia del fútbol español es la
cantidad de jugadores pertenecientes a ligas extranjeras, en especial la
Premier League.
Nada menos que cinco jugadores de la Premier, uno de
la Major League Soccer de los Estados Unidos, otro de la Serie A italiana y otro
de la Bundesliga, totalizan ocho convocados que no participan en la Liga
Española, lo cual también da a entender cómo es, hoy, el reparto económico del
fútbol español.
En cuanto a lo futbolístico, esta selección española
ha recuperado la frescura y la creatividad del medio hacia adelante, perdida en
los tres años anteriores.
El equipo español seguía siendo protagonista de los
partidos, pero carecía de la definición requerida como para establecer en la
red la enorme diferencia de posesión de balón que establecía con el rival a
partir de la muy buena administración desde la salida desde el fondo (la base
se mantiene).
Ahora, David De Gea transmite la misma sensación de
absoluta seguridad que antes Iker Casillas, cuyo momento parece haber pasado
para ceder la posta al portero del Manchester United, mientras que Daniel
Carvajal le agregó, desde la banda derecha, no sólo una gran salida sino una
potente llegada al fondo, tal como lo hace en el Real Madrid.
Si en el medio nunca hubo demasiada dificultad con
Sergio Busquets para la marca y la distribución, ahora Koke y un ya veterano
Andrés Iniesta pueden descargar en la magia del gran momento por el que
atraviesa Isco Alarcón, y para completar la zona aparece David Silva para un
claro 4-1-4-1 con otro proyecto de crack en el ataque, Marco Asensio, si bien
este es un lugar de mucha disputa cuando regrese Diego Costa (quien desde enero
estará mucho más activo) o con la competencia de otro goleador de gran
presente, Alvaro Morata.
Con esta perspectiva, y el recambio que generan
Thiago Alcántara, Saúl o Pedro, y con la seguridad que transmiten los que
cumplen funciones defensivas, la selección española ha encontrado nuevamente un
camino para ser considerada otra vez candidata, tal vez junto con Alemania y
Brasil, para volver a ganar un Mundial en Rusia 2018, aunque ya con varios
jugadores distintos, con un necesario recambio, pero sin renunciar a la idea de
jugar con una cierta estética y con un gran respeto por el balón.
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