viernes, 1 de septiembre de 2017

Uruguay-Argentina, y un horrible empate que los favorece (Jornada)



                                                       DESDE MONTEVIDEO


La selección argentina rescató un insípido empate a cero ante Uruguay en el estadio Centenario, más positivo desde lo matemático que desde lo futbolístico porque en esta materia, el equipo que ahora dirige Jorge Sampaoli, no mostró nada nuevo que interese y en cambio, dejó muchas dudas, especialmente en la elaboración y en la coordinación defensiva.

Tal como con Gerardo Martino y con Edgardo Bauza, los dos entrenadores anteriores, aunque con cambio de sistema, pretendiendo ser más ofensivo, el equipo argentino dependió exclusivamente del talento de Lionel Messi, quien se prodigó yendo a buscar la pelota hasta la mitad de la cancha para arrastrar rivales, meter pases precisos y hasta ejecutar tiros libres milimétricos, pero nunca encontró compañía, como en los ciclos anteriores y pese al recambio de jugadores.

Con poco, Uruguay controló sin problemas los escasos ataques del equipo nacional y, con muchísima limitación, buscó algún contragolpe con pelotazos a Luis Suárez y a Edinson Cavani, pero también sin mucho éxito.

El equipo argentino apareció sin un patrón de juego y ante la presión celeste, quedaron desconectados tanto Paulo Dybala como Angel Di María y Marcos Acuña, y mucho más lejos aún el centrodelantero Mauro Icardi, quien casi no participó del juego.

Si ninguno de los dos equipos pudo hacer nada en el primer tiempo, mucho menos en el segundo, enterados en el entretiempo de que Chile estaba perdiendo ante Paraguay y que Colombia no había podido con Venezuela, y ya en los cuarenta y cinco minutos finales casi no se agredieron, haciendo recordar otras ocasiones en partidos clasificatorios para mundiales, en las que ocurrió exactamente lo mismo.


Tuvo un buen comienzo la selección argentina en cuanto a la tenencia de la pelota, aunque muy sacrificado Lionel Messi por tener que ir a buscarla demasiado atrás  y luego tener que recorrer nuevamente varios metros hacia adelante por falta de un conductor.

Pasados los primeros diez minutos, Uruguay comenzó a darse cuenta de que con pelotazos en profundidad, de contragolpe y atacando por la punta derecha, había espacios como para buscar el gol, ante una defensa argentina que mostraba algunas falencias.

El equipo argentino fue perdiendo claridad con el correr de los minutos, porque su ataque fue completamente controlado y porque el mediocampo no pudo consolidarse a partir de la desconexión de Paulo Dybala y de Angel Di María, lo que obligó a Messi a llevar el absoluto peso del juego.

A los 32 minutos llegó la única ocasión para la selección argentina a través de un centro de Messi, rasante, de derecha a izquierda al estilo buscapié, pero no llegaron ni Icardi ni Otamendi para empujar la pelota a la red. De contragolpe, respondió Luis Suárez, que viendo adelantado a Sergio Romero, lanzó un remate de emboquillada desde la mitad de la cancha, que acabó con la pelota muy cerca del arco.

La mejor para Uruguay llegó a los 39 minutos cuando un remate de Cebolla Rodríguez que no parecía muy peligrosa, no pudo ser contenida por Romero, que al dar rebote, fue capitalizada por Cavani pero el arquero pudo tapar y luego Matías Vecino desvió su remate.

El equipo argentino nunca encontró tácticamente el partido –muy poco atractivo en cuanto a espectáculo y sobre el final del primer tiempo, una apilada de Messi terminó enfrentándolo con Fernando Muslera, que alcanzó a tapar, pero fue una clara muestra de cómo el genio del Barcelona tuvo que rebuscárselas solo, ante la falta absoluta de compañía.

En el segundo tiempo se acentuaron las tendencias del primero, con el equipo argentino volcado al ataque pero ciegamente, sin claridad y absolutamente dependiente de Messi y el uruguayo, jugado al contragolpe con la dupla Suárez-Cavani a la espera de una pelota precisa o un error adversario, como el que casi comete Romero, en una mala salida con suerte.

A los 13 minutos, Messi casi convierte con un tiro libre muy bien ejecutado pero que alcanzó a desviar Muslera contra el palo derecho.

Desde los inicios del segundo tiempo dio ya la sensación de que los dos equipos conocían los demás resultados del grupo clasificatorio, que los favorecía y fue quedando claro que el empate los conformaba plenamente, dejando el recuerdo de otras situaciones similares en el pasado, especialmente en este estadio.


Casi ni se molestaron, en un partido muy interrumpido por constantes lesiones y discusiones sin demasiado sentido hasta que llegó el pitazo final. Nada influyeron los cambios de Javier Pastore por Paulo Dybala, o el de Lautaro Acosta por Marcos Acuña ni mucho menos, en el final, el de Joaquín Correa por un desilusionante Di María.

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