DESDE MONTEVIDEO
La selección argentina rescató un insípido empate a
cero ante Uruguay en el estadio Centenario, más positivo desde lo matemático
que desde lo futbolístico porque en esta materia, el equipo que ahora dirige
Jorge Sampaoli, no mostró nada nuevo que interese y en cambio, dejó muchas
dudas, especialmente en la elaboración y en la coordinación defensiva.
Tal como con Gerardo Martino y con Edgardo Bauza,
los dos entrenadores anteriores, aunque con cambio de sistema, pretendiendo ser
más ofensivo, el equipo argentino dependió exclusivamente del talento de Lionel
Messi, quien se prodigó yendo a buscar la pelota hasta la mitad de la cancha
para arrastrar rivales, meter pases precisos y hasta ejecutar tiros libres
milimétricos, pero nunca encontró compañía, como en los ciclos anteriores y
pese al recambio de jugadores.
Con poco, Uruguay controló sin problemas los escasos
ataques del equipo nacional y, con muchísima limitación, buscó algún
contragolpe con pelotazos a Luis Suárez y a Edinson Cavani, pero también sin
mucho éxito.
El equipo argentino apareció sin un patrón de juego
y ante la presión celeste, quedaron desconectados tanto Paulo Dybala como Angel
Di María y Marcos Acuña, y mucho más lejos aún el centrodelantero Mauro Icardi,
quien casi no participó del juego.
Si ninguno de los dos equipos pudo hacer nada en el
primer tiempo, mucho menos en el segundo, enterados en el entretiempo de que
Chile estaba perdiendo ante Paraguay y que Colombia no había podido con
Venezuela, y ya en los cuarenta y cinco minutos finales casi no se agredieron,
haciendo recordar otras ocasiones en partidos clasificatorios para mundiales,
en las que ocurrió exactamente lo mismo.
Tuvo un buen comienzo la selección argentina en
cuanto a la tenencia de la pelota, aunque muy sacrificado Lionel Messi por
tener que ir a buscarla demasiado atrás
y luego tener que recorrer nuevamente varios metros hacia adelante por
falta de un conductor.
Pasados los primeros diez minutos, Uruguay comenzó a
darse cuenta de que con pelotazos en profundidad, de contragolpe y atacando por
la punta derecha, había espacios como para buscar el gol, ante una defensa
argentina que mostraba algunas falencias.
El equipo argentino fue perdiendo claridad con el
correr de los minutos, porque su ataque fue completamente controlado y porque
el mediocampo no pudo consolidarse a partir de la desconexión de Paulo Dybala y
de Angel Di María, lo que obligó a Messi a llevar el absoluto peso del juego.
A los 32 minutos llegó la única ocasión para la
selección argentina a través de un centro de Messi, rasante, de derecha a
izquierda al estilo buscapié, pero no llegaron ni Icardi ni Otamendi para
empujar la pelota a la red. De contragolpe, respondió Luis Suárez, que viendo
adelantado a Sergio Romero, lanzó un remate de emboquillada desde la mitad de
la cancha, que acabó con la pelota muy cerca del arco.
La mejor para Uruguay llegó a los 39 minutos cuando
un remate de Cebolla Rodríguez que no parecía muy peligrosa, no pudo ser
contenida por Romero, que al dar rebote, fue capitalizada por Cavani pero el
arquero pudo tapar y luego Matías Vecino desvió su remate.
El equipo argentino nunca encontró tácticamente el
partido –muy poco atractivo en cuanto a espectáculo y sobre el final del primer
tiempo, una apilada de Messi terminó enfrentándolo con Fernando Muslera, que
alcanzó a tapar, pero fue una clara muestra de cómo el genio del Barcelona tuvo
que rebuscárselas solo, ante la falta absoluta de compañía.
En el segundo tiempo se acentuaron las tendencias
del primero, con el equipo argentino volcado al ataque pero ciegamente, sin
claridad y absolutamente dependiente de Messi y el uruguayo, jugado al
contragolpe con la dupla Suárez-Cavani a la espera de una pelota precisa o un
error adversario, como el que casi comete Romero, en una mala salida con
suerte.
A los 13 minutos, Messi casi convierte con un tiro
libre muy bien ejecutado pero que alcanzó a desviar Muslera contra el palo
derecho.
Desde los inicios del segundo tiempo dio ya la
sensación de que los dos equipos conocían los demás resultados del grupo
clasificatorio, que los favorecía y fue quedando claro que el empate los
conformaba plenamente, dejando el recuerdo de otras situaciones similares en el
pasado, especialmente en este estadio.
Casi ni se molestaron, en un partido muy
interrumpido por constantes lesiones y discusiones sin demasiado sentido hasta
que llegó el pitazo final. Nada influyeron los cambios de Javier Pastore por
Paulo Dybala, o el de Lautaro Acosta por Marcos Acuña ni mucho menos, en el
final, el de Joaquín Correa por un desilusionante Di María.
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