Ya está. El
fútbol, el gran fenómeno de masas del último siglo en todo el planeta, el que
lo paraliza cada cuatro años con sus mundiales, no volverá a ser lo que fue. El
deporte rey con las más bellas reglas y acciones en un campo de juego, que
permitía igualar al más pobre con el más rico aunque sea por noventa minutos,
el que permitió conquistas soñadas y posibilitó que se supiera de las hazañas
de los Leicester, los Defensa y Justicia, los Steaua Bucarest, las “Águilas
Verdes” nigerianas, los leones de Camerún, los Defensor Sporting, los Atalanta,
quedará definitivamente en manos de los ultra ricos, de los bancos y los mega
grupos televisivos, que decidieron terminar con una etapa que conservaba una
dosis de romanticismo o de ilusión de competencia con un tinte igualitario,
para bajar el telón con el impulso de la llamada Superliga Europea.
Esta nueva
competición, anunciada anoche por los doce clubes más poderosos de Inglaterra (el
llamado Top-6 integrado por Manchester United, Manchester City, Liverpool,
Tottenham, Chelsea y Arsenal), España (Real Madrid, Atlético Madrid y
Barcelona) e Italia (Juventus, Inter y Milán), y que espera a otros tres (creen
que el PSG francés y los alemanes Bayern Munich y Borussia Dortmund, pero ahora
parece complicado), termina con la vieja Champions League de la UEFA, de la que
no sólo se rebela para recibir mucho más dinero de un nuevo inversor, sino que
generó una repulsa generalizada de la dirigencia del fútbol europeo y mundial y
hasta de la Unión Europea y de los mandatarios Boris Johnson y Emmanuel Macron.
¿Por qué se
llegó a esto cuando la UEFA venía resistiendo la presión de los doce clubes
ahora nucleados en la nueva Superliga, especialmente representados por el
presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, y el mayor accionista de la
Juventus, Andrea Agnelli cuando ya les había ofrecido a cambio una nueva
Champions League desde 2024/25 con más partidos y mucho más dinero? Porque son
insaciables y porque siempre quieren ir a más y venían estudiando el
antecedente de la Euroliga de basquetbol, que hace años hizo algo muy parecido,
porque quieren todo el poder y no sólo una parte, y eso lo sabemos muy bien en
Sudamérica cuando hace escasas semanas quebraron el brazo de la FIFA desde la
Asociación de Clubes Europeos (ACE) y no permitieron que los jugadores de las
selecciones nacionales fueran cedidos para los partidos de clasificación
mundialista, que no se disputaron mientras en Europa se llevaron a cabo tres
fechas en dos semanas. ¿Mayor muestra de poder que eso?
Ahora fueron por
más, sin importarles absolutamente nada. Ni que, por ejemplo, para poder
acceder a un nuevo torneo, los clubes de la Premier League inglesa deben
consultar a la Federación (FA) para el visto bueno, por reglamento, ni que
hayan sido advertidos por la UEFA de que serán suspendidos “lo antes posible”
de sus competencias (y en ese caso, esta misma Champions podría dejar fuera de
las semifinales al Real Madrid, al Chelsea y el Manchester City, y la Europa
League al Arsenal y al Manchester United), ni que la FIFA haya amenazado con
que sus jugadores no podrán formar parte de ninguna competencia oficial con sus
selecciones nacionales (la argentina se vería afectada sin Lionel Messi,
Lautaro Martínez,. Paulo Dybala, Sergio Agüero, Ángel Correa, Eric Lamela y Giovani
Lo Celso).
Lo que sí
importa es que esta nueva estructura, que ya tiene sitio web propio y que
recurrió a la Justicia, según carta enviada a la agencia AP, en resguardo de
los movimientos que hagan la UEFA y la FIFA, recibirá 3500 millones de euros a
repartir (unos 300 millones para cada club ) sólo por participar, provenientes
de la banca JP Morgan y de la Key Capital, vinculada a Borja Prado, colaborador
de Florentino Pérez, contra los 3200 millones de euros que en total aportaba la
UEFA para la Champions, aunque repartidos entre muchos más equipos.
Si estos doce
clubes no recibieron el OK del París Saint Germain o continúa el silencio del
Bayern Munich, socio de ellos en la ECA y que participó en reuniones
anteriores, no se debe a ninguna idea romántica sino que los parisinos, a
través de su máximo accionista, Nasser Al Khelaifi, están ligados a Qatar en
toda regla, al punto de recibir de ese país fondos ilimitados al punto de ser
catalogado como un “Club-Estado” y no sólo eso, sino que el jeque dueño del
club es también el dueño de la empresa BeIn Sports (Al Jazeera), que tiene los derechos televisivos de la
Champions League. Los potentes alemanes, aún vigentes campeones de Europa, no
se pronuncian por tener los auspicios de Qatar Airways, aunque sus compatriotas
del Borussia Dortmund rechazaron entrar en esta nueva estructura y sostienen
(acaso para empujarlos) que los de Munich tampoco van a aceptar.
Lo cierto es que
el fútbol ya no será lo que fue. Algún lector podrá preguntarse cuánto cambia,
al final, que doce o quince clubes poderosos pasen de los 3200 millones para 32
a los 3500 millones para una docena o poco más. Lo que cambia no es el capital
sino la filosofía, porque en esta nueva Superliga ya se informa que apenas
cincos por fuera de ella podrán clasificarse para competir con los ricos, que
tendrán una base estable les vaya bien o les vaya mal. Es decir, al diablo con
los méritos, con las clasificaciones. Entre todo el resto de Europa, apenas
cinco equipos tendrán la fortuna de jugar esos partidos, vender sus derechos,
ilusionarse con ganar un título que tenga valor europeo real.
Pensemos en el
hincha del Ajax, del Benfica, del Sporting de Lisboa, del Sevilla, todos clubes
con varios títulos europeos. ¿Por qué
ellos no están en esa Superliga nueva, con más conquistas que el Arsenal,
Chelsea o Tottenham? ¿Qué es lo que determina que unos puedan formar parte del
lote de privilegiados y otros no? El dinero, solamente el dinero.
Lo que se
termina de generar, entonces, es el final de los tiempos de la meritocracia en
el fútbol europeo, lo que en cualquier momento arrastrará al resto del mundo.
Ahora se entiende más el apuro de la FIFA por un Mundial de Clubes de 24 equipos
en China, o aquella nueva Champíons de la UEFA para dentro de tres años. Era el
apuro por no perder a los que, de todos modos, se querían ir para tener aún más
poder del que tienen, la ambición cel capitalismo sin rostro humano que desde
hace rato se mostraba en el fútbol pero que ahora mostró la peor cara.
Hay que decir
también que esto no es nuevo y que es otra demostración de que el fútbol se lo
fue comiendo todo y avanzó hasta niveles insospechados. ¿Qué hizo la política,
qué hicieron los organismos internacionales cuando los clubes europeos
aprovecharon la sentencia Bosman de 1995 y sus equipos salieron a la cancha con
once jugadores extranjeros, como Inter o Arsenal? Apenas una comisaria europea, desde Bruselas,
se planteó una estructura supra deportiva para poner un límite porque el fútbol
se sabe tan fuerte que vive por fuera de él al punto de no aceptar la Justicia
civil y sanciona, de una forma u otra, al que sale de sus fronteras, y lo
máximo que acepta es el TAS. ¿Es esto viable? ¿Puede haber una Justicia general
y otra para el fútbol? Las consecuencias son éstas y en cierto modo, parece que
llegamos tarde o muy justos sobre la hora.
¿No es, acaso,
este Florentino Pérez –impulsor de esta Superliga- el mismo que echó de la
dirección técnica del Real Madrid a Vicente Del Bosque en 2003 pese a ganar la
Liga –y antes la Champions- porque era gordo y pelado, y a Claude Makelele
porque no vendía camisetas aunque luego necesitó una década para encontrar un
reemplazante en ese puesto?
El ejemplo lo
podemos ver de este lado del Océano Atlántico: las federaciones nacionales de
los diez países sudamericanos rogándole a Gianni Infantino, presidente de la
FIFA, que interceda ante los poderosos clubes europeos para poder jugar la
clasificatoria al Mundial, los calendarios de los torneos se ajustan a los
europeos aunque se descanse en invierno y se juegue a altas temperaturas en
verano, los seleccionados nacionales juegan con sistemas tácticos europeos
porque los mejores juegan allí y por si fuera poco, si se quiere en un término
más de cabotaje, hay Toque de de Queda en Buenos Aires desde las 19, pero las
copas continentales se juegan más tarde “por una excepción” del estado
nacional. Otra vez coronita para el fútbol sobre cualquier otra actividad
humana.
Por eso, aunque
el comisario de “Modo de Vida” de la Unión Europea, Margaritis Schinas,
sostenga que “no hay espacio para reservar el modelo de deportes a los pocos
clubes ricos que quieren cortar los vínculos con todo aquello que las
asociaciones defienden”, suena a lágrima de cocodrilo. Era lo mismo pero mucho
antes, era preocuparse por la salud del deporte más hermoso del mundo, que
concita pasiones, que genera pasiones únicas y con miles de millones de
seguidores.
Lo dijo bien
Gary Neville, ídolo del Manchester United, asqueado con su club y contra los otros cinco de su país que
forman parte de esta nueva Superliga: “Los dueños del United, City, Liverpool,
Chelsea no tienen nada que hacer con el fútbol de éste país. Son más de cien
años de historia de fans que han vivido y amado estos equipos y necesitan ser
protegidos. Ya saben cuál es la motivación, la avaricia. Esto es muy grave, es
un acto criminal contra los seguidores del fútbol. No se confundan. Este
deporte es el más grande del mundo”.
El fútbol de los
parques, de las plazas, de los larguísimos viajes para acompañar a los equipos,
de los cientos de miles que lo siguen en las canchas o en la TV o en las redes
sociales, que lloran y ríen por los éxitos o fracasos, no se merecen esto, Que
el fútbol los excluya por intereses puramente económicos al 0punto de ni
dejarlos participar.
Es como cuando
éramos chicos y en medio del fragor de un partido, llegaba el dueño de la
pelota, la agarraba y se la llevaba. Así nos están dejando. Y no hay derecho a
aceptarlo.
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