sábado, 17 de abril de 2021

La mano invisible de Koeman (Jornada)


 

Lo dijo Lionel Messi con sinceridad luego de haber recibido los dos trofeos en el estadio la Cartuja de Sevilla, el de la Copa del Rey, y el de mejor jugador de la final ante el Athletic de Bilbao, aunque creemos que quien debió serlo es Sergio Busquets, que dio cátedra de cómo debe jugar un volante central –y sólo, nada de aberrantes dobles o triples cincos-. Era para que el plantel del Fútbol Club Barcelona festejara con sus hinchas –ausentes a causa de la pandemia- después de una temporada muy difícil y que el crack rosarino definió muy bien como “de transición”.

El Barcelona acababa de golear por un 4-0 inapelable al Athletic, un rival que lo venía complicando y que le había arrebatado en esta misma temporada la Supercopa de España, y el resultado llegó en el segundo tiempo, cuando, una vez más, el neerlandés Ronald Koeman acomodó las piezas sin necesidad de grandes cambios, entendiendo que ante un equipo vasco tan cerrado, al que casi no le importó esta vez el contragolpe (dejando solo allá arriba al veloz Iñaki Williams), había que retrasar un poco a una de sus estrellas, su compatriota Frenkie de Jong cerca del joven Pedri,  delante de otra línea conformada con Busquets acompañado de los dos laterales-alas Sergiño Dest y Jordi Alba, para dejar arriba a Messi, acompañado del francés Antoine Griezmann en un 3-3-2-2.

Más allá de los números de los sistemas tácticos, lo que queda claro es que Koeman, que fue un crack como jugador y autor de aquel gol emblemático de tiro libre ante la Sampdoria en Wembley en 1992 que le dio al Barcelona la primera Copa de Campeones de Europa, supo capear el temporal de lo que aparentaba ser un año más que complicado, con cambio de comisión directiva, con la incertidumbre (que aún continua aunque ya hay algunos indicios de respuesta) sobre la continuidad o no de Messi, el mejor jugador de la historia del club, que queda libre el próximo 30 de junio, y el paso de una base de jugadores más veteranos a otra de jóvenes que van cargando experiencia en sus espaldas y que prometen un equipo más fuerte para los años que vienen.

Despacito, y sin alterar su paciencia, Koeman fue construyendo consenso en su plantel desde aquellos turbulentos primeros días en los que no le quedó otra que consentir la salida del goleador uruguayo Luis Suárez, a sabiendas de que eso le iba a traer consecuencias con Messi (el mejor amigo del oriental, que además sigue siendo fundamental en el Atlético Madrid que es el líder de la Liga Española), hasta ir encontrando, luego de mucho ensayo y error, el mejor esquema para los jugadores que tiene.

Entendió que a Messi había que rodearlo, que aunque sigue teniendo jugadas geniales, a los casi 34 años no puede ser el mismo que una década atrás, y que lo que necesitaba era juventud talentosa que hiciera el desgaste para él, que le alcanzara la pelota a los atacantes sin tener que realizar él ese sacrificio de bajar hasta la mitad de la cancha para buscarla para regresar a posiciones de ataque, y así apareció Pedri como enlace entre un Busquets que recuperó el nivel cuando a su vez el DT comprendió que el volante central tampoco puede ser el de los tiempos de Josep Guardiola y tomó la decisión de protegerlo con tres marcadores centrales y dos alas a sus costados, aunque para eso tuviera que echar mano a otros dos jóvenes como el uruguayo Ronald Araujo y el canterano Oscar Mingueza por las prolongadas ausencias de Gerad Piqué, a causa de lesiones.

Para Koeman no fue nada fácil. En el mercado anterior se le fue Suárez y no le trajeron sustituto, y tampoco en el invierno, cuando ya se hablaba de otro neerlandés, Menphis Depay, del Olympique de Lyon. Y se lesionaron Piqué, atrás, Philippe Coutinho en el medio,  y nada menos que Ansu Fati, adelante. Pero probó distintas variantes, y hasta descubrió que por momentos, en ciertos partidos, conviene colocar a de Jong como tercer central, como una especie de líbero “a la Beckenbauer”, para salir jugando con el primer pase y si se producen los espacios, seguir hasta generar superioridad numérica mucho más adelante.

Y por si fuera poco, los hechos externos comenzaron a ayudar. El Atlético Madrid comenzó a perder puntos y en la medida que el Barcelona se hizo un equipo más seguro, se fue encontrando con mayores chances de pelear la Liga, fue avanzando en la Copa del Rey, y en las elecciones presidenciales, se impuso un viejo conocido de los tiempos de festejos de títulos como Joan Laporta, que generó una cara cada vez más sonriente en Messi.

Y si no dio aún para la Champions, porque en el Barcelona son conscientes de eso, de que luego de una durísima derrota de 8-2 contra el Bayern Munich en 2020, era difícil poder avanzar demasiado en Europa en una temporada de transición, al menos en ésta ya hay un título en el bolsillo, ganado en una final con goleada que no deja dudas, y aún hay posibilidades de hacer Doblete y ganar la Liga, a sólo dos puntos del Atlético Madrid, al que debe enfrentar.

Claro que el Barcelona tiene algunos cracks en su plantel (obviamente Messi, Piqué y Busquets, pero también el arquero alemán Marc Ter Stegen o De Jong o Jordi Alba) y una nueva generación que espera seguir ganando espacio en las temporadas siguientes y seguramente habrá algunos cambios cuando llegue el verano y se reabra el mercado, pero en este momento es conveniente destacar la labor silenciosa, de muy bajo perfil, de Koeman, que se tragó muchos sapos y que ahora estaba allí, al borde de la línea de cal, en la Cartuja de Sevilla, sonriendo y abrazando a los suyos, sabiendo en su intimidad que podía empezar a dormir tranquilo. Su trabajo empieza a dar frutos y ya no parece que se cuestione su continuidad en el banco de los suplentes.


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