Pasado el fin de
semana largo, es posible que el fútbol
argentino entre en una definición sobre su gobierno para los próximos años,
cuando la Inspección General de Justicia, seguramente, tome la decisión final
sobre si la pasada reelección de Claudio “Chiqui” Tapia, como presidente de la
AFA hasta 2025, es reglamentaria o no tras una impugnación hecha por
representantes de Nueva Chicago y San Martín de Tucumán a la Asamblea que tomó
la decisión por zoom.
Esta asamblea
virtual se llevó a cabo, con cierta sorpresa, el 19 de mayo pasado, cuando
Tapia recién cumplía los cuatro años de su mandato recién el 29 de marzo
pasado, por lo que diez meses antes de su finalización –nunca se justificó
semejante apuro- fue votado por “aclamación” para un nuevo período de cuatro
años (2021-2025).
Eran otros
tiempos: la cuarentena recién comenzaba en la Argentina –de hecho, habían
transcurrido apenas nueve días desde su inicio oficial- y el fútbol local
recién se estaba suspendiendo al cancelarse de manera muy irregular, y al
estilo que caracterizó hasta ahora el gobierno de Tapia, es decir, jugada una
sola fecha de la Copa de la Superliga, que ya no volvería a desarrollarse, y en
la que, por ejemplo, River Plate decidió no abrir sus puertas para enfrentar a
Atlético Tucumán “por una cuestión de protección”, pero nunca recibió ninguna
sanción por ello.
En ese contexto,
Tapia estaba en su salsa. Por un lado, parecía leer bien el cambio de época: ya
no se podía aislar del poder político. Muerto Julio Grondona, a quien parece
pretender emular (aunque sin sus recursos), se acabaron aquellos tiempos en los
que se elevó un muro ante la política general del país porque la
institucionalidad del Sillón de Viamonte se debilitó desde julio de 2014, y
entonces, al suspender los torneos, se acoplaba al nuevo gobierno nacional de
Alberto Fernández, que era de la misma idea.
Esta columna
destacó en su momento por qué Tapia fue votado a mano alzada y sin mucho
problema: Casi todos los clubes grandes entraban en la Copa Libertadores 2021 y
los que no, estaban en una lista de espera que les daba una segunda chance (que
finalmente se concretó), y al abrirse más cupos, hasta el que quedaba rezagado
consiguió su lugarcito en la Copa Sudamericana, mientras que al suspenderse los
descensos, se beneficiaban a su vez todos los que peleaban por quedarse en
Primera. Si sumamos que la mayoría de los clubes del Nacional B ya casi
eliminados tuvieron una oportunidad más para ascender, ante la aberrante
decisión de seguir jugando lo que en Primera A no ocurrió, todo el pescado
parecía vendido.
Pero quedaba
algo más: el apoyo de las Ligas Federales de la mano de uno de sus principales
aliados y quien es el poder en las sombras en el gobierno de Tapia, Pablo
Toviggino, secretario ejecutivo de la AFA y tesorero, quien consiguió los votos
provinciales como Hombre Fuerte del Consejo Federal (223 ligas, 3500 clubes),
aunque éste tenga poca voz y voto en una estructura ultra unitaria como es la
del máximo organismo del fútbol nacional.
Toviggino, el
único dirigente no borrado por la conducción de Tapia que formó parte de la
intervención anterior a 2017 por parte de FIFA y Conmebol y que presidió Armando
Pérez, representa a la Liga Santiagueña de fútbol a partir de haber sido
vicepresidente del modesto Comercio Central Unidos de esa provincia y de allí
saltó al poder, del que no parece querer irse.
Caro que muchas
cosas pasaron desde entonces porque el poder del fútbol es muy dinámico. Por un
lado, Toviggino olfateó el creciente descontento hacia Tapia, no sólo de San
Martín de Tucumán, uno de los dos grandes perjudicados al no suspenderse en
forma definitiva el Nacional B para favorecer a los amigos del Poder Político
como Tigre (cercano al presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa) o
Defensores de Belgrano (que mantiene una vicepresidencia de la AFA desde el
puntero K de Buenos Aires Marcelo Achille) –el otro es Atlanta, que poco y nada
hizo porque uno de sus dirigentes fue cooptado como veedor de la Conmebol para
partidos de torneos internacionales cobrando suculentos viáticos en moneda
extranjera-.
También Boca y
River se fueron apartando de Tapia especialmente desde que al presidente de la
AFA se le ocurrió –luego tuvo que recular- no renovar el contrato televisivo
con el emporio Disney con la excusa de que no avisaron a la AFA de la fusión
entre ESPN y Fox Sports (a nombre de la primera) cuando en verdad, todavía no
fue aprobada por la entidad estatal de comunicaciones que, a su vez, cajonea la
causa para poder utilizarla políticamente y ya consiguió televisar un par de
partidos por fin de semana desde el Canal Público.
No está de más
recordar que Tapia llegó al poder en 2017 en otro contexto: sumó a Toviggino
por las ligas provinciales (que es más voz que voto), y en aquel tiempo fue
fundamental su aliado Daniel Ferreiro (Nueva Chicago) para los sufragios de lo
que se dio en llamar “Ascenso Unido”, y se agregaba la pata de su ex suegro, el
poderoso dirigente sindical y presidente de Independiente, Hugo Moyano, y al
final le llegó la bendición del gobierno de Mauricio Macri desde su delegado en
el fútbol, el presidente de Boca, Daniel Angelici.
Como se
describió, Boca cambió de manos en diciembre de 2019 y su nuevo presidente,
Jorge Amor Ameal, cambió de idea, San Martín de Tucumán llevó su caso de
pérdida del ascenso directo a la Primera A, al máximo tribunal deportivo en
Suiza, el TAS (que falló a favor de la AFA) y lo que es peor, Ferreiro se alejó
del gobierno de Viamonte por claras diferencias políticas.
Por si faltaba
poco, tampoco el gobierno nacional de Alberto Fernández comenzó a ver con
buenos ojos a la gestión de Tapia, al punto de que el primer mandatario
argentino evitó por todos los modos posibles su foto con el ocupante
provisional del Sillón de Viamonte en el estreno del insólito estadio de
Santiago del Estero (¿casualidad que se haya construido en una provincia con
tan alto índice de pobreza y cuyo palco de autoridades parece el de un jeque
árabe?), sede (postergada por la pandemia) del partido entre las selecciones de
Argentina y Uruguay por la clasificación al Mundial de Qatar 2022 y hasta de
otros por la Copa América de junio próximo.
Fernández pudo
haber sido influido por el entrenador de River, Marcelo Gallardo, a quien citó
para consultarle cuando llegó la cuarentena, también por su amigo Luis Segura,
ex dirigente de Argentinos Juniors (el club de sus amores) y protagonista de
aquel lamentable 38-38 de 2015, y hasta por su actual ministro de Deportes y
Turismo, y ex presidente de San Lorenzo, Matías Lammens, pero es claro que no
quiere a Tapia.
Y todos estos
puntos convergieron en que Nueva Chicago y San Martín de Tucumán objetaran
aquella Asamblea que votó la continuidad de Tapia en el poder por otros cuatro
años, ante la IGJ, en o que no parece casualidad por ningún lado y más bien
parece contar con la anuencia del Gobierno.
La IGJ, como se
esperaba, le acaba de dar vista a la AFA para que haga su descargo en unos
pocos días hábiles (se aduce que no se especificó en la convocatoria a la
Asamblea la forma de comunicación de los dirigentes de los clubes, que los
delegados no dejaron constancia de haber recibido la convocatoria, tal como lo
exige la resolución de la entidad estatal para el caso de reuniones en
pandemia, y que en el acta de la asamblea no se detallan los miembros ausentes,
requisito del artículo 42 del Reglamento General de la AFA, y tampoco hay
ninguna mención al cumplimiento del Código Electoral de la AFA, como lo indica
el artículo 28 del Estatuto).
Una vez que la
AFA haga su descargo (debería ser en esta semana) llegará el momento de la
verdad, cuando la IGJ tenga que decidir entre aceptar el argumento, o anular
esas elecciones y llamar inmediatamente a otras, porque el período de cuatro
años de Tapía ya terminó el 29 de marzo y entonces, en ese caso, estaría
ocupando un sillón que no le correspondería.
En este último
caso, habrá que ver qué ocurre hasta el llamado a elecciones, si la AFA será
intervenida brevemente, si habrá un gobierno de transición, y quiénes serán los
nuevos candidatos (¿se animará Tapia a un nuevo intento?, ¿Insistirá Marcelo
Tinelli, ahora cercano a Alberto Fernández? ¿Achille, cercano a las estructuras
del poder nacional?).
La pelota ya
está en movimiento y todos los actores están atentos. En los próximos días, el
fútbol argentino se juega parte de su destino próximo.
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