viernes, 16 de abril de 2021

El Real Madrid contra los Clubes-Estado, en la Champions Por Sergio Levinsky (Dosis Futbolera)


 

Por fin, luego de varios años pugnando para ello, el fútbol europeo arrojó una semifinal de Champions League entre los clubes económicamente más poderosos, como consecuencia de carísimos fichajes y hasta desafíos al equilibrio no sólo del torneo sino del ecosistema, que fue generando aquella idea de la UEFA del Fair Play financiero que controlara los egresos y los ingresos de cada una de las entidades participantes.

Hasta ahora, venían llegando a las instancias finales algunos de los llamados “Clubes-Estado”, aquellos que reciben ilimitados fondos por debajo de la mesa y desde las finanzas de los Estados nacionales, con argucias como fundaciones ligadas a esos países, o directamente, mediante publicidad estatal en sus camisetas de partidos o entrenamientos, o en la estática de los estadios, o en otros, ya decididamente con el auspicio general a cualquier actividad. Otros han llamado “doping económico” a este sistema, por el que estos clubes (Manchester City, Chelsea o PSG) se dan el lujo de contratar a los mejores jugadores del mundo, sin generar genuinamente esos recursos, o generándolos años después de haberlos apuntalado con ingresos extras y no desde el fútbol o desde los recursos privados.

En cuanto al Manchester City, precisamente el mismo día que consiguió (no sin sufrir) su clasificación a la semifinal de la Champions League ante el Borussia Dortmund en Alemania, del otro lado del Océano Atlántico, otro equipo de su mismo grupo global (City Group), el Montevideo City Torque de Uruguay, conseguía por primera vez ingresar en la fase de grupos de la Copa Sudamericana, al vencer a su compatriota Fénix en los play off, es decir que también en el continente sudamericano se va imponiendo un proyecto que puede ser interesante, pero que marca la diferencia a partir del poderío económico.

Quien esto lee podrá preguntarse, con toda lógica, si el Real Madrid no es acaso otro club muy poderoso que ficha a grandes figuras y que dispone de una economía en condiciones de permitir el armado de un gran plantel para competir de igual a igual contra estos nuevos tres gigantes europeos como el Manchester City, el Chelsea o el PSG. Posiblemente sí, pero aquí el tema no es cuánto tiene cada uno sino cómo lo consigue, y las perspectivas que eso trae para las temporadas que vienen, cuál es la tendencia que se va marcando en el fútbol europeo y mundial, porque también luego se manifiesta en los Mundiales de Clubes.

El Real Madrid es un club poderoso, pero tradicional, es decir, un club en el que los socios tienen voz y voto, en el que reglamentariamente hay elecciones para decidir el presidente (aunque Florentino Pérez parece instalado desde hace tiempo y ya no tuvo siquiera contrincantes en esta reciente renovación de mandato), y que consigue los fondos por cuestiones ligadas genuinamente a las actividades de la entidad, o los vínculos de sus dirigentes, o hasta por prebendas estatales que en muchos casos aparecen con claridad y son pasibles de ser cuestionadas por la prensa o los aficionados rivales (y a veces hasta por los propios) o recurridas ante los órganos judiciales.

Por ejemplo, el Real Madrid ha conseguido la recalificación de sus terrenos de la Ciudad Deportiva anterior, que de esta manera sirvieron para edificar y vender, o su deuda más de una vez fue absorbida por el sistema bancario (que hizo lo mismo con el Valencia, el Barcelona y otros tantos clubes), o perdonada o reprogramada por distintas autoridades nacionales españolas y hasta se supo que grandes negocios se cerraron en los palcos del Santiago Bernabeu en pleno partido.

Aún así, con ese poderío, sumado a la tradición de trece Champions ganadas en la historia desde 1956, el Real Madrid comienza a ser poco y nada respecto a lo que pueden ocasionar sus tres adversarios que quedan para ir a buscar la decimocuarta Copa de Europa, al punto de que no sólo su presidente Pérez sino otros clubes como el Bayern Munich o el Barcelona o el Olympique de Lyon vienen reclamando una mayor atención de la UEFA al Fair Play Financiero al notar el peligro que los acecha desde estos monstruos que asoman llevándose todo por delante.

Ya lo vivió el Barcelona con Neymar. De nada valió colocar la cláusula de rescisión en 222 millones de euros. Vinieron los jeques cataríes del PSG y depositaron el dinero. Al Manchester City tampoco le importó reventar los mercados y gastar una fortuna cada vez que lo necesitó o su entrenador, Josep Guardiola, pidió el fichaje de algún jugador.

Por más poder que se tenga y por más que muchos jugadores sigan aspirando a vestirse de blanco por su historia y prestigio, en el Real Madrid (como en otros clubes importantes de Europa) saben, como buenos españoles, que como escribió Francisco de Quevedo (1580-1645), Poderoso Caballero es Don Dinero, y mañana, si todo esto sigue así, y hay rivales que pueden disponer de fondos sin límite desde un Estado, la competencia comenzará a tener menos valor y ya no sólo pocos con chances de ser campeón, sino apenas tres o cuatro.

El mismo Manchester City que ahora está en semifinales de la Champions estuvo a punto de ser suspendido por la UEFA para participar de este certamen pero apeló al TAS y consiguió la aceptación final, mientras que el Chelsea sigue en la mira de la entidad europea que ya en una oportunidad le impidió fichar jugadores en un mercado por llevarse jóvenes menores de 18 años no-europeos contra lo que indica el reglamento, mientras que en el caso del PSG, su presidente Nasser Al Khelaifi, de origen catarí, es el titular de la Federación de Tenis de su país, y de Bein Sports (Al Jazeera Sports) –ligado a los derechos de TV de la Champíons League- y hasta miembro del Comité Ejecutivo de la UEFA.

Si una de las semifinales, Real Madrid-Chelsea, enfrenta dos modelos diferentes, la otra, PSG-Manchester City, los equilibra en la misma idea aunque habrá que ver cómo manejan esta serie cuando justamente los dos Estados que los sostienen (Catar y Emiratos Árabes) mantienen pésimas relaciones, al punto que cuando la selección catarí ganó la Copa Asiática disputada en los Emiratos en la final ante Japón, los medios locales titularon con la derrota nipona para no referirse al éxito de sus adversarios.

¿Es lógico que hablemos de la rivalidad entre dos Estados como contexto de una semifinal europea entre un club parisino y otro de Manchester? Ya vemos que sí, que es pertinente, y ya eso nos indica un cambio de rumbo. ¿Hacia dónde nos seguirá conduciendo el fútbol con el afán de más dinero y negocios?


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