En la mañana del
24 de abril de 1986, mientras los jugadores del FC Stroitel Pripyat se
entrenaban para jugar la semifinal de la Copa local ante el FC Borodyaka, de
repente se encontraron con la sorpresa de que a metros de ellos, en la misma
cancha que iba a estrenarse una semana después, aterrizó un helicóptero que los
interrumpió.
Los jugadores y
el director técnico, absortos, veían bajar gente con protectores y detectores
de radiación que al escuchar un “clic” avisaron al plantel que el partido no se
jugaría porque había ocurrido un accidente en la plante nuclear “Lenin” de
Chernobyl, una ciudad ubicada a 16 kilómetros, moderna y progresista casi en el
límite con Bielorrusia, en tiempos de la Unión Soviética.
Como otras
ciudades de los alrededores de Chernobyl, Pripyat, fundada en 1970, se construyó con una
idea moderna para que fuera habitada por trabajadores y científicos con sus
respectivas familias aunque por la fertilidad de las tierras, gracias al río,
también vivían muchos granjeros.
La planta
comenzó a estar activa en 1977 y Prypiat fue creciendo con hospitales, escuelas
y centros deportivos. Tenía un cine, una piscina, parque de atracciones y
varias torres para viviendas y ya para 1986 vivían allí 40 mil personas y no es
de extrañar entonces que en un país con una gran tradición de fútbol como la
URSS, en 1975 se fundara el FC Stroitel Pripyat (“FC Constructores Pripyat”), con el
propósito de conformar un equipo exclusivo de trabajadores de la zona.
Se trataba de un
equipo amateur, para distraerse de tanto trabajo, que era alentado por sus
familiares y la población de la ciudad, y jugaba en la Segunda División amateur regional de la URSS –una especie de Quinta categoría amateur nacional-
enfrentando a los equipos del Oblast de Kiev y hasta consiguió el apoyo del
director del Departamento de Construcciones, Vasily Kizima, que primero decía
que tenía los cuatro turnos de trabajo ocupados como para que jugaran al fútbol
pero luego cambió de opinión ante tanta insistencia (“Dejalos tomar cerveza y
descansar y distraerse jugando un rato al fútbol”, le decían, según contó años
después en una entrevista con la revista inglesa “Four Fout Two”).
Al poco tiempo,
en el FC Stroitel Pripyat se dieron cuenta de que por los resultados y el
crecimiento de la actividad en la ciudad, podían encarar una etapa de
crecimiento y comenzaron a traer jugadores experimentados, a los que sí les
pagaban. Se los hacía pasar como empleados de la planta nuclear pero eran
profesionales solapados. Ya en 1981, llegaron a contratar como entrenador a
Anatoly Shepel, ex campeón de Liga y Copa con el Dínamo de Kiev, y no sólo para
dirigir al equipo sino para coordinar las academia de formación de juveniles.
Todo iba viento en popa.
Crecieron tanto
que en 1986 se encaminaban a llegar a la Tercera Nacional (ya profesional) y
accedieron a la semifinal de Copa local y
al punto de que el 1 de mayo, en ocasión del Día del Trabajador, ya estaba previsto inaugurar el nuevo estadio
“Avangard” con capacidad para 11 mil espectadores en una tribuna cubierta, una
cabaña como vestuario y con pista de atletismo, ubicada en el barrio
residencial. “El estadio era tan importante para la ciudad como el reactor”,
acaso exageraba Kizima.
El defensor del
equipo, Alexander Vishnevsky recordó que casi siempre jugaban ante unas dos mil
personas que se acercaban a ver los partidos pero que “todo el pueblo amaba el
fútbol”. Jugaban con camiseta blanca y pantalón azul y ganaron la competencia
regional en 1981, 1982 y 1983 pero tuvieron problemas burocráticos con la liga
y quedaron estancados en la Quinta Amateur.
Sin embargo,
todo se frustró y ni siquiera el estadio Avangard pudo estrenarse porque cinco
días antes, y cuando ya se hablaba de la construcción de un quinto reactor, el
26 de abril explotó el número cuatro de la planta nuclear en una prueba de seguridad
con 31 muertos (5 de ellos, jugadores del FC Stroitel), y todos tuvieron que
evacuar la ciudad a la que nunca regresaron.
El equipo de FC Stroitel se mudó a otra ciudad,
Slavutych, a 45 kilómetros, construida especialmente después del accidente para
alojar a los evacuados y a los nuevos trabajadores de mantenimiento, vigilancia
e investigación y tomó el nombre de la nueva ciudad pero ya sin el mismo ánimo
ni proyecto ni presupuesto, desapareció en 1988.
Valentin Litvin
fue el jugador más joven del equipo, al punto de que recién iba a la escuela
cuando todo comenzó. Tenía seis hermanos, todos jugadores y provenían de la
aldea de Chistogalovka. “Estando en noveno grado, debía participar en un
partido pero estaba en el examen de álgebra. Nuestro maestro miró por la ventana
y vio un micro lleno de adultos sentados y la puerta abierta y preguntó “¿A
quién están esperando? Y resulta que era a mí”, contó con humor.
Se graduó en
1978 y comenzó a trabajar como ingeniero en Chernobyl pero cobraba una pequeña
asignación por jugar al fútbol, unos 50 kopecs (unos 4 euros de hoy) para los
partidos locales y unos 5 rublos (7 euros) para los regionales. En cambio, a
los que venían contratados para jugar los llamaban “campanitas de invierno”
porque, como las flores, llegaban a finales de invierno para jugar. Con el tiempo
se convirtió en capitán.
Aquel 25 de
abril de 1986, Valentin había pasado la noche con su familia en Yampol, a
varios kilómetros de distancia. Su mujer estaba internada en el hospital de
Prypiat por complicaciones tras el nacimiento de su segundo hijo y ellos
estaban cuidando al bebé. Regresó para
entrenarse a las nueve de la mañana con miras al partido semifinal contra el FC
Borodyaka pero fue parado por la Policía a la entrada de la ciudad, aunque él
notaba que la vida seguía siendo la misma y mucha gente no estaba enterada del
accidente (muchos recién supieron hasta 36 horas después), e incluso había
salido sol. Al ir al estadio, le dijeron que los jugadores rivales habían sido
bloqueados en las afueras de Chernobyl así que decidió dirigirse a la sede del
equipo para averiguar si el partido estaba suspendido y un miembro del cuerpo
técnico le contó lo del helicóptero aterrizando en la cancha. Subió a la
terraza, y desde allí vio la planta de energía nuclear y el humo que salía del
reactor 4.
“Allí comenzó lo
más difícil –recordó-. Corrí al hospital a buscar a mi esposa, que me contó lo
sucedido en la noche mientras los médicos y el personal iban desesperados de un
lado al otro y llegaban más y más víctimas. Mi esposa no pudo ser dada de alta
así que organizamos una fuga y salimos por la ventana de la planta baja
mientras algunos pacientes trataban de ver lo que pasaba con el reactor parados
en una colina y cómo desde un helicóptero se arrojaban materiales al reactor
destruido. Salimos de Prypiat en una
moto y entre los buses vacíos que esperaban para ir evacuando gente, pero no
arrancaron hasta el mediodía del 27”.
A diferencia de
muchos de sus compañeros que se fueron al FC Stroitel Slavutych, él terminó
jugando para el FC Zarya Vladislavska en la ciudad de Obukhov. Pero con el
tiempo, tuvo que volver a Chernobyl como
liquidador para recuperación y limpieza. Le tocó ayudar a descontaminar los
sótanos de la planta de energía pero los niveles de radiación eran tan altos que
apenas soportaba unos pocos minutos de exposición, limitada con un dosímetro y
llevaba también mapas de radiación. Alrededor de 600 000 personas trabajaron
hasta en la limpieza que salvó tal vez a Europa de volverse inhabitable, aunque
el final del proceso recién está previsto para 2065, si bien los expertos creen
que la zona de exclusión estará contaminada por otros tres mil años-.
Uno de los más
reconocidos evacuados del fútbol de la zona de Chernobyl fue el goleador del
Milan y del Chelsea y actual entrenador de la selección ucraniana, Andriy
Sevchenko, que en aquel momento tenía nueve años y ya formaba parte de la
academia del Dínamo Kiev, la principal ciudad de la zona del Oblast. Junto con
otros tres chicos, fueron llevados a 400 kilómetros al sur hasta un campo de
entrenamiento en la costa del Mar Negro.
Menos de una
semana después del accidente, el 2 de mayo, el Dínamo Kiev debió enfrentar al
Atlético Madrid en la final de la Recopa europea en Lyon. El reconocido
entrenador de los entonces soviéticos, Valery Lobanovsky, afirmó más tarde que
si bien sus jugadores –entre los que se encontraban grandes cracks de la época
como Oleg Blokhin, Vasili Rats e Igor Belanov- sabían acerca del accidente de Chernobyl, no
quisieron molestarlos en esos entrenamientos previos. Terminaron ganando esa
final por 3 a 0.
Eduard Korotkov
fue uno de los encargados de viajar en helicóptero dos horas sobre el reactor
dañado durante todos los días de ese verano. Comenzaba la actividad tras ver
por la noche los partidos de futbol del Mundial de México, en el que la URSS
avanzó a los octavos de final pero fue eliminada por Bélgica 4-3 en un polémico
partido en León y pese a los tres goles de Belanov. Ese equipo contaba también
con Blokhin y Rats, y con Lobanovsky como entrenador, todos del Dínamo. “El futbol era el único consuelo para la
gente”, le dijo a “Soviet Sports”.
Hoy - cuenta
Valeriy Shkurdalov, quien dirige la pagina de facebook Discovery Chernobyl y
trabaja como guía turístico de la zona de Prypiat, a “Four Four Two”- el
estadio Avangard es una atracción turística, con focos oxidados y la cancha
está cubierta de árboles en una ciudad fantasma radiactiva, que está siendo
recuperada por la naturaleza.
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