El impacto del 6-1 ante Bolivia, en La Paz, una estrepitosa derrota sólo comparable en la historia con aquel 6-1 ante Checoslovaquia en el Mundial de 1958 o el 0-5 ante Colombia en 1993 por otras eliminatorias para el Mundial, no nos cambian demasiado los conceptos que desde hace ya mucho tiempo venimos esgrimiendo en este blog.
Desde hace muchos días que vemimos insistiendo en la falta de un proyecto concreto desde la AFA, demasiado volcada a los negocios particulares y a los propios intereses como pensar en mejorar al fútbol argentino. Y sólo por eso, por los negocios y por llevar a un coto cerrado lo que debería ser una entidad que representa verdaderamente al fútbol argentino, hoy no está sentado en el banco de suplentes de la selección quien era el candidato de una amplia mayoría, por experiencia, conocimientos, honestidad y éxitos, Carlos Bianchi. Pero no. No sólo no está Bianchi, sino que en una medida intempestiva, basada en los negocios y en el capricho de una familia que cree que la AFA es suya, se apuntó al mejor futbolista de la historia, Diego Maradona, cuando ser un eximio futbolista no significa, de ninguna manera, ser un buen entrenador. No hay, de momento, una correlación entre una cosa y la otra.
Pero en el caso concreto de Maradona, como lo venimos diciendo hasta el cansancio, se suman otros elementos conocidos por la mayoría, desde las primeras dudas en su estabilidad emocional, su inexperiencia como entrenador, sin haber dado los pasos necesarios para llegar a un cargo de esta magnitud, sin la chance de contar con el plantel salvo escasos dos a tres días previos de cada partido importante y sin un plan concreto para llevar a cabo, sumando caprichos y nepotismo.
Pero hay más elementos de fondo. El más importante, en el que hacemos mayor hincapié, es en la pérdida de identidad. El fútbol argentino fue dejando de producir, resignadamente, jugadores en posiciones claves, que eran símbolos del reconocimiento a su rico estilo en todo el mundo. Ya no fabricó más wines ni marcadores de punta, para adaptarse a la locura del discurso funcionalista europeo de los "laterales-volantes". La falta de wines hizo que también se comenzara a copiar el esquema de dos delanteros de punta, y eso hizo perder lentamente los nueve de área. El marcar con tres defensores quitó riqueza y panorama a los dos marcadores centrales de antes, y como si esto fuera poco, lo que antes podía un "centrojás" grandote y pesado, dueño del mediocampo, ahora necesita de dobles cincos que se superponen en la tarea, mientras que si antes todos se peleaban por ponersed la camiseta diez, ahora a algún trasnochado se le ocurre retirarla para luego también quitar el puesto para pasar al insoportable 4-4-2. Todo vale con tal de "modernizarse" y así estamos.
La altura, entonces, es lo de menos. Son apenas tres puntos a lo largo de una extensa eliminatoria, que desde hace ya cuatro que se juegan con el sistema de todos contra todos sólo para favorecer a los seleccionados fuertes como Argentina, Brasil o Uruguay. En otro tiempo, se podía ganar, empatar o perder en la altura de La Paz, porque al menos, ante las dificultades físicas que indudablemente se presentan allí, había contra eso una idea, un plan, un estilo, una tradición. Cuando todo eso desaparece, y tampoco hay un manejo de grupo, un proyecto colectivo, se improvisa y se juega con el apellido ilustre, los resultados suelen acercarse a las catástrofes como ésta del 6-1.
Mientras no haya una autocrítica de cada uno de estos conceptos, ni se empiece a trabajar seriamente en revertirlo con profesionales capaces desde afuera, estos resultados serán posibles, y no sólo estos: aún con los mejores futbolistas del mundo, las chances de no ir al próximo Mundial aparecen como un pesado lastre en las seis fechas que quedan, y no hay que dejarse llevar por vanas euforias como un 4-0 de local ante Venezuela. Esa nunca fue medida. Tanto, que en 1975, con la selección de Santa Fe, se le ganaba a los vinotinto por 11-0. Los tecnicistas dirán que el fútbol se emparejó (será por eso que Polonia le acaba de meter un 10-0 a San Marino, o que casi siempre seclasifican los mismos a los mundiales), pero aún así, sería interesante averiguar qué hizo Argentina mientras los demás crecían. Si tantos argentinos que disfrutaron con el fútbol de otro tiempo supieran que para definir la formación del equipo contra venezuela en Buenos Aires, el técnico esperó a saber lo que haría el rival primero, se revolcarían en sus tumbas o dirían, probablemente, que se trata de una broma de mal gusto.
No valen las excusas. El fútbol argentino no está bien porque el cientificismo y el negocio vencieron al juego. Y cuando no se está a la altura, pasan cosas como las de La Paz. Y no precisamente por falta de oxígeno.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario