El seleccionado argentino continúa su derrotero en esta espinosa eliminatoria para el Mundial de Sudáfrica envuelta, inexplicablemente, en tironeos por el poder, y a esta altura, en busca de un proyecto que ponga fin a la virtual anarquía que lo rodea mientras desde algunos medios importantes comienza a pensarse que es factible que en la última fecha, en Montevideo y ante Uruguay, haya que jugarse todo, o, al menos, el tener que jugar o no el repechaje contra el cuarto equipo del grupo de Concacaf.
Suena increíble pero no lo es. Con un envidiable grupo de jugadores por convocar, el entrenador Diego Maradona parece haberse conformado con lo que tiene o tuvo hasta ahora y hasta ya ha dado indicios de que no generará grandes cambios, al citar en el último paquete de dos partidos que “la mayoría de los que están, irán al Mundial”.
Mientras tanto, y cuando el propio entrenador se queja de que “no tenemos un goleador de área” y apela a los “chiquitos”, muchos se preguntan qué pasará con Diego Milito, de gran presente en el Genoa italiano, con Darío Cvitanich, al que muchos canales reproducen con los continuos goles en el Ajax, o especialmente con Gonzalo Higuaín, que habiendo nacido en Francia, decidió renunciar al seleccionado galo, convocado por su técnico Raymond Doménech, por su ambición de vestir la casaca celeste y blanca.
Higuaín, gran figura de esta temporada en el Real Madrid, y con dos decenas de goles vestido de blanco, no tiene el mínimo lugar en el seleccionado nacional, siendo un jugador de gran porte. Se especula con algunos motivos, como su proscripción por parte de la AFA por haberse negado a jugar el Mundial sub-20 de Canadá en 2007, mientras otros creen que el problema es personal y con Sergio Agüero, el yerno de Maradona, pero todo queda en conjeturas porque la entidad madre del fútbol argentino, y el cuerpo técnico, no saben/no contestan.
Mientras tanto, el presidente de la AFA, Julio Grondona, trata de acercar posiciones que aún así, parecen irreconciliables. Maradona puede reunirse con el director de selecciones nacionales, Carlos Bilardo, pero no cree que éste tenga la injerencia que quisiera tener, en tanto que el primer vicepresidente de la FIFA intenta crear un hueco para su hijo, algo que sigue dando vueltas porque Maradona contrapone la contratación de Oscar Ruggeri como entrenador alterno, algo rotundamente rechazado por la dirigencia, que hasta exige (especialmente Bilardo) la salida de Alejandro Mancuso, que de representante del showbol pasó sin escalas al banco de suplentes. En cambio, nadie parece oponerse al otro ayudante, Miguel Lemme, quien trabajaba con Bilardo en el gobierno de Daniel Scioli en la provincia de Buenos Aires, y anteriormente había sido jugador del propio Bilardo. Así están las cosas, a falta de seis partidos para determinar si el seleccionado argentino va o no al Mundial.
Se habla, entre tantas cosas, de armar un equipo con futbolistas de la liga local, aparentemente, para generar una “selección fantasma”, como la de 1973 en Bolivia, para ir a jugar a la altura de Quito contra Ecuador, el segundo partido del próximo paquete de junio pero al menos nadie dice nada sobre la estrategia a adoptar dentro del campo de juego, cuando en La Paz, más allá de la altura, se le dejó la pelota a los locales. Juegue quien juegue, ¿a qué jugará, por fin, el seleccionado? Es más, en general, ¿a qué juega el seleccionado? ¿cuál es el verdadero seleccionado, el de Venezuela o el de Bolivia?
Los grandes medios no son tontos y comienzan a hacer cuentas y a vislumbrar que, jugando como se juega, y con los seis partidos que quedan, las chances de que en la última fecha en Montevideo y ante Uruguay haya que jugarse la última carta para no tener que ir a un lamentable repechaje (lamentable por la historia argentina, por los jugadores que tiene, y por todo lo que implica en sufrimiento y pérdida de prestigio) ante el cuarto de la Concacaf (que hoy mismo es México) van en aumento.
Y aquí entran dos posibilidades: que los vecinos orientales tengan chances matemáticas de pasar al equipo argentino en la tabla, ganando su partido, o, más aliviante, que ya no tengan chances o ya estén clasificados. Lo que sorprende, en este último caso, es que al menos uno de los diarios de mayor tirada del país ya haya lanzado la indirecta de pedidos de favores a los celestes, recordando anteriores (y lamentables) supuestas ayudas argentinas,
Esto nos lleva a otra pregunta, a riesgo de caer un tanto pesados, pero solemos ser mal pensados. ¿Los calendarios de eliminatorias se sortean? Y si no se sortean, ¿por qué siempre, siempre, Argentina y Uruguay se enfrentan en la última fecha? Van cuatro eliminatorias en las que esto sucede. Y es más lamentable aún, que deba recordarse a los amigos y vecinos, algo que parece que ocurrió, y peor aún, necesitar la recompensa, y que los medios necesiten solicitarlo.
Pero parece que no hay tiempo para estas reflexiones, en medio de tantos tironeos por el poder, y mientras el tiempo pasa, y los partidos siguientes se acercan.
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