jueves, 2 de abril de 2009

Más demócrata que estadista

Para analizar lo que deja con su muerte el ex presidente Raúl Alfonsín, hay que desligarse primero de la necrofilia que nos suele invadir a los argentinos. En estos días, se suceden loas que convierten sus virtudes en una bola de nieve peligrosa, porque disimulan muchos de sus defectos. Seguramente el paso de los años y los historiadores aún vivos de las próximas décadas, podrán extraer mejores conclusiones mejores, pero esperamos que para eso no necesiten leer los diarios de estos últimos días, escuchar las radios de finales de marzo de 2009, ver los archivos de esta misma época. Lo ideal sería, si pudiéramos recomendarlo, ir a los archivos de 1983 en adelante. Entender, sí, lo difícil de gobernar una incipiente democracia con todas sus debilidades, el tener que construir las instituciones desvastadas por la más tremenda dictadura de la historia, el comprender el momento histórico que se estaba viviendo.
Si ponderamos una virtud, entonces, en Alfonsín, ésta tiene que ver con su eterna actitud democrática. Con sus formas, con la posibilidad de disentir en el respeto, con su honestidad, con su gran formación intelectual, con el intento por mejorar una sociedad (y un mundo, acaso) que arrastraba (y lo sigue haciendo hoy, profundizando su gravedad y en buena parte por una responsabilidad compartida de Alfonsín con toda la clase política) problemas muy serios.
Pero la muerte de un gran político como Alfonsín, quien acuñó lindas frases como que con la democracia "se come, se cura y se educa", no limita nuestras críticas que hoy la prensa y los analistas necrofílicos parecen olvidar sorpresivamente. Alfonsín forma parte de un partido, como la Unión Cívica Radival, hoy intentando reunificarse luego de estallar en pedazos al no poder conseguir satisfacer las demandas de gran parte de la sociedad en varios gobiernos, que no escapó, igual que el Partido Justicialista, en las componendas que generaron un país clientelista, unitario, con una enorme deuda interna y externa, y cuya política mayoritaria es para favorecer a las clases dominantes y a intereses foráneos.
La mayor frustración que nos deparó la llegada al poder de Alfonsín, a quien respetamos intelectualmente y como demócrata, aunque jamás hemos votado por no coincidir nunca con él, pasa por todo lo que insinuó en su campaña electoral, en su plataforma de gobierno en 1983, por todo lo que se jugaba la sociedad que volvía a abrazar la democracia, con muchísima más fuerza que antes del último golpe de Estado en 1976. Después de 33 años, hoy todos aquellos sueños de cambio real se encuentran depositados en algún cofre, a la espera de que por fin, alguna generación futura se digne a abrirlo y a cambiar esta realidad en serio. Los docentes siguen reclamando un salario digno (como en 1983), las instituciones no funcionan ni se las respeta (como cuando Alfonsín asumió), la deuda externa se multiplicó, y con ello la dependencia y la lejanía de las grandes decisiones, los políticos siguen a espaldas de la gente, y ningún problema de los realmente importantes, ha encontrado una solución acorde.
Y Alfonsín no sólo no pudo comenzar a solucionar nada en algo menos de seis años de gobierno, sino que terminó yéndose antes, pidiendo por favor a Carlos Menem que asumiera su presidencia por anticipado, dejó una hiperinflación, jamás recibió a las Madres de Plaza de Mayo, el mayor ejemplo ético de los argentinos en cuanto a una consecuente lucha por los derechos Humanos sin intereses partidarios, creó el CONADEP para investigar los crímenes de lesa humanidad cuando bastaba con una comisión bicameral en el Congreso, ni siquiera recibió al escritor Julio Cortázar cuando visitó Buenos Aires pir última vez en su vida, y hasta dejó que los militares genocidas se autojuzgaran, creando, a lo sumo, el recurso del "Per Saltum" por si en una determinada fecha no tomaban una resolución para que pasara a la Justicia civil y aún así, no permitió observar por TV el Juicio a las Juntas militares, tras ceder a la presión para imponer los decretos de Obediencia Debida y Punto Final, claudicación ética de la democracia que derivó en el nefasto Indulto de Menem años después, pero que requirió de estos necesarios eslabones previos.
Sociedad infantil de "buenos y malos", los argentinos colocan entre los primeros a Alfonsín y entre los malos a Menem, cuando fueron dos caras del mismo engranaje. Uno, con vocación democrática en las formas y con un discurso centroizquierdista, y el otro, sin el mismo bagaje cultural y con formas más autoritarias, pero ambos se han necesitado siempre. Menem necesitó de Alfonsín para reformar la Constitución y ser reelecto en el famoso y nunca bien ponderado Pacto de Olivos, y luego volvió a necesitarlo como interlocutor como jefe de la oposición. Luego lo necesitó la Alianza, para finalmente componer lo que quedaba del sistema con Eduardo Duhalde.
La cantidad de argentinos, radicales y no-radicales que acompañaron sus restos durante sus exequias rinden culto, en buena manera, a valores como honestidad y democracia, porque no son tantos los que los han conseguido y no es poco, pero entristece pensar en la oportunidad perdida, en todo lo que Alfonsín encarnó en nuestra generación joven y soñadora, la que pensó que desde el disenso y el debate, se podían cambiar las cosas. Hoy, peinando canas, sólo nos quedan las formas como rescate y la nostalgia de lo que pudo ser y no fue. Y con la idea de que siempre hay que comenzar de nuevo, cuando ya peinamos canas y mucho tiempo pasó y se perdió.

1 comentario:

Anónimo dijo...

La cantidad de argentinos, radicales y no-radicales que acompañaron sus restos durante sus exequias rinden culto, en buena manera, a valores como honestidad y democracia, porque no son tantos los que los han conseguido y no es poco, pero entristece pensar en la oportunidad perdida, en todo lo que Alfonsín encarnó en nuestra generación joven y soñadora, la que pensó que desde el disenso y el debate, se podían cambiar las cosas. Hoy, peinando canas, sólo nos quedan las formas como rescate y la nostalgia de lo que pudo ser y no fue. Y con la idea de que siempre hay que comenzar de nuevo, cuando ya peinamos canas y mucho tiempo pasó y se perdió.
ESTE CIERRE SERGIO ME PARECIO GENIAL! SANDRA BOLATTI