martes, 1 de diciembre de 2009

Mejor jugador del mundo, pero discutido en su país

El periodismo especializado del fútbol europeo dio su veredicto: Lionel Messi, argentino, no sólo ganó el Balón de Oro de la prestigiosa revista "France Football", como mejor jugador de la temporada, sino que alcanza el récord de votos (473) y con una tremenda diferencia sobre su inmediato perserguidor, el portugués Cristiano Ronaldo (233). No admite ninguna duda sobre su enorme calidad, ni sobre su liderazgo mundial, que se plasma en el soberbio juego de su equipo, el Barcelona, actual campeón europeo, y español tanto de Liga como de la Copa del Rey y que va en busca del Mundial en unos días en Abu Dhabi, Emiratos Arabes Unidos.
Sin embargo, paradójicamente Messi, idolatrado en el mundo entero por su extraordinario juego, sigue generando dudas en su propio país, Argentina, acostumbrado a mirar solamente el resultado final, sin profundizar demasiado en los caminos para llegar.
Messi nació en un país sumido en una profunda crisis moral, a la que no ha llegado por casualidad, y que por esta misma razón pudo generar el hecho de que un político como Carlos Menem pudiera ganar tres veces una elección presidencial. En este caso, por razones que no dejan de tener un paralelo a las críticas que insólitamente ha tenido que recibir Messi cada vez que se ha puesto la camiseta argentina: el guiarse por el resultado y no por el trayecto. Si por ejemplo Menem privatizó (a precio vil) las principales empresas estatales, millones de argentinos sólo pueden recordar los primeros tiempos de bonanza a resulta del ingreso de dinero producto de estas ventas "casi regaladas", sin poder siquiera relacionar con que las crisis vividas posteriormente son también producto de haberse terminado aquella venta de "las joyas de la abuela". Con el juego de Messi sucede lo mismo. ¿Es acaso un hecho de brujería o divino, que el mismo jugador que brilla y luce tanto en el Barcelona, y se muestra tan feliz en este equipo, pueda repentinamente transformarse en un jugador insulso, de poca incidencia en un partido, a veces alejado por completo del balón, cuando se viste la camiseta argentina? todo indica que hay un proceso, una sucesión de hechos, para que ocurra semejante cambio. Lo hemos dicho infinidad de veces: en el Barcelona, Messi juega dentro de un determinado esquema, no sólo con dos asistentes de lujo como Xavi e Iniesta (por cierto, tercero y cuarto en la votación de la "France Football"), y un lateral como el brasileño Daniel Alves, que se abre por la punta derecha en cada ataque, sino que siempre tiene, como mínimo, tres opciones de pase cuando tiene posesión de la pelota: ya sea al propio Alves, a los dos volantes mencionados, que le llegan por atrás, y a sus dos compañeros de ataque, habitualmente el sueco Zlatan Ibrahimovic y el francés Thierry Henry pero pueden llegar a ser otros, ocasionalmente.
Esta valla de protección futbolística, por llamarlo de algún modo, hace que Messi, genio del movimiento con pelota, se siente mucho más dentro del mundo de la creación, cuando inconcientemente sabe que todo un equipo sintoniza la misma idea: jugar, divertirse, crear y marcar todo losgoles que sean posibles. En el Barcelona, Messi es el mejor entre grandes jugadores.
Por contrario, la selección argentina juega con complejos. Con un esquema con demasiados jugadores pensados para defender, para contener y muy pocos para atacar. Con dos líneas de cuatro, una defensiva y otra de volantes, de las que apenas si se desprenden jugadores hacia los dos atacantes por lo que tanto Messi, que juega engañosamente tan abierto por la derecha como en el Barcelona, como su habitual compañero (Higuaín, Agüero o Tévez, de acuerdo al caso), deben bajar muchísimos metros para tratar de hacerse con la pelota, y luego entrar a eludir adversarios en fila (sin equivocarse) para retomar la posición que ocupan naturalmente en sus equipos. Es lógico, por tanto, que no puedan jugar en la selección argentina como lo hacen en sus equipos.
Sin embargo, el impaciente público argentino, empujado por medios exitistas que anteriormente han vendido la idea resultadista de Carlos Bilardo (y otros que se han perdido en el tiempo), y guiado por la enorme publicidad que lógicamente rodea a un jugador fuera de clase como lo es Messi, no acepta explicaciones y exige lo que nadie puede generar por su cuenta: la misma magia que con la camiseta del Barcelona, olvidando que en vez de Xavi, Iniesta o Daniel Alves, se encuentran Maxi Rodríguez, el bueno de Jonás Gutiérrez y las inacabadas escapadas de Javier Zanetti para que sus centros terminen en la cabeza del defensor rival. Es decir que se exige que Messi sea el mismo que en el Barcelona, aunque sus compañeros sean otros. Que Messi tenga el don de permanecer exactamente igual que del otro lado del océano aunque todo su contexto (de compañeros, medios de comunicación y público) sea diferente. Menudo problema para el joven.
Messi representa la excepción para todo: no sólo porque se trata de un jugador que tuvo un ascenso vertiginoso a la fama, desde que debutara en primera división con apenas 17 años, sino que a su vez, se trata de un argentino sin hinchada propia, apenas levemente inclinado hacia Newells Old Boys, cuna de sus primeros movimientos futboleros. Un supercrack que puede llegar a integrar (si no integra ya) el club de los más grandes de la historia, con Alfredo Di Stéfano, Pelé, Beckenbauer, Johan Cruyff y Diego Maradona, pero que para algunos periodistas influyentes, no sería ilógico que fuera al banco de suplentes en el equipo nacional.
Si le ocurrió a Astor Piazzolla, o a Ernesto Guevara, o si José de San Martín o Jorge Luis Borges eligieron morir en el exilio, ¿por qué sería diferente con Messi? ¿Podrá algún día darle la selección argentina la misma posibilidad de brillar individualmente, que le brinda el Barcelona? Todo indica que demasiadas cuestiones culturales deberían cambiar para que eso ocurra. Mientras tanto, es visto en el mundo entero como el mejor futbolista, y en su país, se lo sigue discutiendo, en vez de elaborarse un proyecto en torno a su brillantez.

1 comentario:

Enrique dijo...

Sergio: Como siempre brillante en sus análisis, coincido totalmente con el tema Messi; a lo que habrìa que agregarle que el Barcelona es una selecciòn de los mejores futbolistas del mundo, y que siempren juegan juntos. La nuestra, se juntan de vez en cuando como para jugar un amistoso entre solteros y casados, despues de un asado, y el parrillero (DT) ...era bueno !!!, pero comiendo asados, no haciendolos, como dicen los chicos " Es lo que hay "

Bueno como siempre un gran saludo y felicitaciones por TODO.