jueves, 24 de diciembre de 2009

Messi debe luchar contra la decadencia (Jornada)


No debe ser fácil de comprender, para un muchacho de veintidós años, tan joven, que siendo alabado por todo el planeta, se lo discuta tanto en su propio país, continuando con la tradicional frase, bastante discutible, acerca de que “nadie es profeta en su tierra”.
Resulta que Lionel Messi, consagrado en la FIFA esta semana como mejor jugador del mundo gracias a los votos de los entrenadores y los capitanes de las selecciones nacionales afiliadas (con excepción de los siempre simpáticos competidores brasileños), y por la revista France Football como el mejor jugador de Europa, recibe pintadas en las paredes de la ciudad de La Plata, en su contra, por haber osado marcarle el gol decisivo del Mundial de Clubes a Estudiantes con la camiseta del Barcelona. Tamaño desatino, es decir, gritar un gol que vale un Mundial de clubes, o marcárselo a sus compatriotas (en otras palabras, hacerles sufrir una derrota deportiva) aumenta la antipatía popular. Podría argumentarse que aquellas pintadas con insultos obedece a un sector minoritario que no responde a la generalidad de la sociedad y podría llegar a ser, incluso, atendible. Pero resulta que la cadena internacional de TV que tiene los derechos de la Champions League, opta por emitir al divertido Inter de José Mourinho antes que al Barcelona campeón europeo y mundial (que vapuleó en esta temporada a ese tan interesante equipo italiano), y el martes, el Círculo de Periodistas deportivos entrega su tradicional premio Olimpia de Oro al mejor deportista argentino del año al muy buen tenista Juan Martín Del Potro, que sin dudas ha tenido un muy buen año. Es cierto que el tenis no es comparable al fútbol porque se trata de un deporte individual contra otro colectivo y eso suele complicar los parámetros para juzgar a dos deportistas tan disímiles, pero si tuviéramos que señalar cuál es el deportista que más trasciende hoy en el mundo, de nacionalidad argentina, no caben dudas de que Messi supera ampliamente a todos y en todos los órdenes, además de ser oficialmente galardonado como el mejor del mundo en su actividad. ¿Y entonces? ¿Cuál fue el criterio establecido para colocar a Del Potro por encima de Messi? ¿Será que el Círculo tuvo temor de caerle antipático a la sociedad, que, sabe, no quiere demasiado al jugador del Barcelona y lo considera más catalán que argentino? ¿Será que sus componentes votaron todos con absoluta convicción? Vaya uno a saber, pero suena un poco raro que en el mismo día, la agencia de noticias Prensa Latina colocara a Messi en el tercer lugar en la votación para elegir al mejor deportista latinoamericano de 2009, sólo superado por el jamaiquino Usain Bolt, y la cubana Yargelis Savigne. Es decir que en el criterio de la prensa no argentina, Messi es el mejor deportista de su país entre todas las disciplinas, algo que parece lógico aplicando el sentido común.¿Qué le ocurre entonces a la sociedad argentina con Messi? Las hipótesis son muchas pero la suma de frustraciones y la escasa posibilidad de vincular al pasado de Messi con algún equipo nacional, al haber emigrado cuando era adolescente, alejan al jugador del sentimiento del hincha, sumado a que por el momento no ha tenido suerte en la selección de Diego Maradona, cuando de él se espera que concrete lo mismo (o más) que en el Barcelona. La pregunta que debemos hacernos es si es posible que Messi, en ese esquema y con esos compañeros, pueda concretar eso que se espera de él, y al mismo tiempo, si siendo el fútbol un deporte colectivo, es posible que Lionel sea un “messías” que salve a todos, como se le pide a los presidentes de gobierno o a los directores técnicos. ¿Por qué el periodismo catalán debe defender a un argentino como Messi de los propios argentinos y sus críticas desmesuradas? Porque el nivel de simplismo de una sociedad mediocrizada que sigue a pie juntillas al periodismo del discurso único dominante que se basa en los resultados, no puede detenerse a analizar mínimamente las características del juego de Messi, basado en que dos cerebros como Xavi e Iniesta lo asistan, en un contexto de un equipo como el Barcelona que tiene como filosofía divertirse y jugar, y que del medio para adelante, utiliza una táctica de 1-2-3, con triángulo cuyo vértice es el volante central y su base, los tres atacantes. A esa concepción de fútbol, Messi la aprendió en la cantera del Barcelona, en La Masía, la misma que, instalada como sucursal en los alrededores de Buenos Aires, hizo traer a su propia gente de Cataluña para formar a los chicos argentinos seleccionados para su campus por no creer en el concepto ético de la formación de jóvenes desde los equipos argentinos. Cada vez que Messi debe cruzar el océano Atlántico, se da de bruces con la exigencia de los mismos resultados del Barcelona, pero en un equipo en el que los cuatro volantes corren pero no juegan, y en el que sólo lo acompaña otro delantero, tan desesperado de soledad como él. Luego, no rinde como en el Barcelona, y el periodismo dominante y resultadista que prefiere al Inter, nos confirma que este Messi no es el de allí. Y claro que no lo es. Pero bueno sería poder analizar sus causas. Nos preguntamos, entonces, cuánto de preparada está esta sociedad argentina para profundizar y para entender que así como antes César Milstein, Ernesto Guevara o Astor Piazzolla, para poner tres ejemplos, no son antiargentinos por haber descollado fuera de su país, sino que han tenido que vivir distintas circunstancias que los llevaron a eso. Pero no son el enemigo ni la antipatria y es más, hicieron que la Argentina se conozca en el mundo. ¿Se podrá entender esto algún día?.

No hay comentarios: