Lionel Messi tiene un gran desafío para 2010. Tratar de realizar un gran papel con la selección argentina en el Mundial de Sudáfrica porque será lo único que le reste por terminar de reinar en el planeta futbolístico: ser aceptado definitivamente por los seguidores argentinos, los únicos que osan discutirlo cuando en 2009 ha ganado los mayores premios a los que puede acceder un futbolista.
El FIFA World Player, premio que oficializa al mejor jugador del mundo de cada temporada, obtenido por Messi en los últimos días, arrasando en la votación al portugués Cristiano Ronaldo, del Real Madrid, no deja margen de dudas sobre la categoría del argentino, ganador también, y por una distancia récord, del tradicional Balón de Oro que otorga la revista France Football al mejor jugador europeo.
En el primer caso, el premio consiste en los votos de los entrenadores y capitanes de cada una de las más de doscientos selecciones afiliadas a la FIFA, y en el segundo, se trata de los sufragios de los periodistas especializados, por lo que la coincidencia sobre los valores de Messi es total y absoluta en el mundo del fútbol.
Sin embargo y aunque parezca extraño, el joven jugador del Barcelona, a su vez mejor equipo del mundo al ganar la máxima competencia de clubes recientemente en Abu Dhabi, Emiratos Arabes Unidos, no las tiene todas consigo. Buena parte de sus compatriotas lo discuten y polemizan sobre su actitud cuando viste la camiseta argentina, al creerlo no muy comprometido con el equipo de Diego Maradona.
Según muchos argentinos fanáticos de fútbol, Messi siente mucho más la camiseta del Barcelona que la del seleccionado argentino, y pocos se detienen a pensar que tal vez los sistemas tácticos y las características técnicas de los compañeros que lo rodean varían demasiado como para que los resultados sean los mismos en uno y otro equipo, aunque se trate del mismo jugador.
Messi no se siente cómodo en la selección argentina, aunque tenga muy buena relación, fuera del campo, con jugadores como Juan Sebastián Verón, Javier Mascherano o Sergio Agüero. El hecho de que el sistema utilizado por Maradona sea de 4-4-2, con los cuatro volantes muy alejados de los dos delanteros, hace que Messi se establezca muy adelante apenas acompañado por el otro atacante, ya sea Carlos Tévez, Agüero o Gonzalo Higuaín, pero no encuentra con quiénes descargar el juego y termina bajando a la mitad de la cancha para recuperar balones, recogerlos allí, y entrar entonces a eludir un enjambre de rivales hasta que, en el caso de pasar a todos, poder encontrarse con el arco. Todo esto hace que sea prácticamente imposible concretar el juego del Barcelona, donde tiene dos delanteros en los que descargar, y la pelota le llega servida desde los volantes como Xavi e Iniesta, y hasta del lateral derecho Daniel Alves.
¿Puede ser que Messi sea tan bueno en el Barcelona, pero cambie tanto al cruzar el Océano Atlántico para jugar por Argentina? No parece lógico pero lo que es indudable es que el seleccionado albiceleste sigue sin encontrar la fórmula para utilizar a su favor el tener en sus filas al mejor jugador del mundo y le costó inclusive llegar al Mundial luego de una muy difícil fase clasificatoria.
Si a esto se le suma que en el pasado Mundial de Clubes, Messi definió el torneo con un gol en tiempo extra ante sus compatriotas de Estudiantes, y festejó la conquista (como sería lógico de esperar dada la importancia que tenía este partido), su relación con más hinchas argentinos empeoró en los últimos días.
Desde los medios de comunicación locales (que tampoco manifiestan gran simpatía por su figura) se intentó minimizar que haya habido pintadas con insultos a Messi en las paredes de la ciudad de La Plata, de donde es Estudiantes, en lo que parecía una expresión de unos pocos, nada representativos de la sociedad, pero escasos días después, se entregó en la Argentina el tradicional premio Olimpia de Oro al mejor deportista nacional del año, recayendo en el tenista Juan Martín Del Potro, que si bien tuvo un excelente año, la repercusión de sus acciones es apenas mínima en comparación con el futbolista, que además, fue designado por los especialistas como el mejor en su actividad, algo que no ocurrió con su compatriota del tenis.
¿Por qué entonces la prensa especializada en deportes de la Argentina no le concedió el premio como el mejor deportista argentino de 2009 a Messi, siendo elegido el mejor del mundo del fútbol y a su vez consagrándose campeón de Europa y mundial con el Barcelona? Es una pregunta que parece muy difícil de responder desde lo técnico y que a todas luces obedece más a los sentimientos y a las simpatías o antipatías que se generan en el imaginario popular.
Y así como Del Potro está señalado como el adalid del deportista esforzado que despliega todo su talento y que “siente los colores” (cada vez que termina un gran torneo de tenis regresa a la Argentina y visita la Bombonera de Boca Juniors, su equipo), Messi es visto como un talento lejano, que emigró de adolescente a Barcelona, y que hoy parece distante de lo que ocurre en la Argentina, donde no tiene un club al que se sienta incondicional, aunque haya comenzado en Newell’s Old Boys de Rosario.
No importa que la periodista Cristina Cubero, del diario “Mundo Deportivo” de Barcelona, sostenga en forma permanente que de todos los jugadores argentinos que pasaron por Cataluña, entre el Barcelona y el Espanyol, “Messi es por lejos el más argentino de todos, el que más sigue las costumbres de su país, el que más identificado está con su origen”.
De nada le vale esto a Messi. Se tendrá que jugar todo en el Mundial, si quiere dejar de ser discutido en su país, en el que la cadena televisiva que tiene los derechos de transmisión de la Champions League, opta por emitir el partido del Inter antes que el del Barcelona, jugándose los dos a la misma hora.
Messi debe luchar contra todos esos prejuicios.
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