“Habría venido también por un centavo”, dijo,
aparentemente emocionado y rodeado de su familia, el extremo galés Gareth Bale,
fichado por el Real Madrid al Tottenham inglés por 91 millones de euros o por
101, de acuerdo con cuál de los clubes de a conocer la versión, en una
presentación en el estadio Santiago Bernabeu con toda la pompa y seguida por
veinte mil aficionados aunque ya todos han comenzado a volver a los trabajos y
los niños y jóvenes a los colegios.
Se acabaron las vacaciones de verano y el Real
Madrid otorgaba la última ilusión a sus aficionados justo el día del cierre del
libro de pases en Europa, con el presidente Florentino Pérez haciendo callar a
los que desde las tribunas reclamaban por la salida del alemán Mezut Özil,
finalmente transferido al Arsenal en 47 millones de euros, dando por terminado
el culebrón del verano.
Muchos creen que se trató de un enfrentamiento de
egos, el del empresario que dirige el Real Madrid, Pérez, y su colega inglés
David Levy, que nunca quiso dar el brazo a torcer en el verano y que consiguió
que Bale no llegara a debutar en el equipo blanco hasta que no pase el parón
liguero por la fecha FIFA de selecciones del fin de semana que viene.
Lo concreto es que el Real Madrid dice que el
traspaso se produjo por 91 millones de euros y no por 101 para que este fichaje
no supere al de Cristiano Ronaldo hace cuatro años y de esta manera, no seguir
encrespando a la gran estrella del equipo, el delantero portugués autor de 202
goles en igual cantidad de partidos en el club.
El aviso de Pérez es claro: Bale es un jugadorazo,
que va a aportar velocidad y precisión, es también un extremo, pero para el
Real Madrid el jugador más importante sigue siendo Cristiano Ronaldo, a quien
se le prepara una pomposa renovación de contrato, aunque sin cederle el total
de los derechos de imagen que pretende, y a quien ahora sí se protegió de su
inaceptable ausencia en la ceremonia de elección de mejor jugador de la UEFA de
la temporada pasada, que recayó en el francés Franck Ribéry.
Pueden irse entonces Özil al Arsenal, Kaká, casi
regalado siete años después de ser Balón de Oro de la FIFA para volver al
Milan, pero si Bale viene, no lo hace como el mejor, sino como refuerzo del
ataque, que conduce CR7.
Casualidad o no, el fichaje del brasileño Neymar,
por parte del Barcelona, no fue muy distinto al de Bale. Con sus
características, el crack que fue considerado mejor jugador da la Copa
Confederaciones en su país, llegó a Cataluña luego de una dura puja con el Real
Madrid, pero terminaron pesando Pelé (directivo de su club original, el
Santos), su amigo Daniel Alves, y su idolatría por el argentino Lionel Messi,
con quien ya comienza a entenderse.
Neymar costó, depende también de quién lo diga, si
el Santos o el Barcelona, alrededor de 57 millones de euros, y aún así, tampoco
llega como la gran estrella sino como acompañante del ataque, acaso heredero,
de Messi, de quien siempre tuvo palabras halagüeñas, hasta en duras derrotas
como en la final del Mundial de Clubes de Japón (4-0) en 2011.
Neymar siempre se subordinó literalmente al genio de
Messi. Se mostró como su aprendiz, se postula como su sucesor, pero jamás compite con él, y menos desde que
el genio argentino levantó el pulgar para su llegada.
Ha sido un extraño libro de pases. Dos cracks, dos
fichajes carísimos, dos jugadores muy apetecidos en todo el mundo, dos
jugadores por los que sus nuevos clubes han pugnado duramente, pero ambos
llegan como acompañantes del rey, del supercrack, del idolatrado.
Pocas veces como ahora, en la Liga Española, dos
jugadores del nivel de Bale y de Neymar llegan sin ser la gran estrella, pese a
su enorme costo.
1 comentario:
Messi es jugadores famosos en el mundo;
A mucha gente le gusta venir a Barcelona, a causa de su presencia;
Messi también es mi ídolo!
jajaja~~~~
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