La situación de la selección argentina, en varias
cuestiones, nos hace recordar lo ocurrido hace doce años, cuando Marcelo Bielsa
era el director técnico y la clasificación para el Mundial de Japón-Corea del
Sur de 2002 había sido un paseo, demasiado fácil, incluso con Brasil en el
grupo (ahora no, porque al ser local, ya está clasificado para 2014).
El gran problema de los mundiales pasa por la
injusticia de medir todo con la vara de un mes cada cuatro años, que rinde
demasiados frutos. Llegar justo al Mundial es no tener percances de lesiones, o
de problemas personales, o de regularidad física y futbolística en los
jugadores claves, o en la mayoría de los componentes de un plantel. Y hay mucho
de azar en todo eso.
Para el Mundial de Italia 1990, Diego Maradona
llegaba de la mejor forma, con 29 años, y en un entrenamiento se lesionó en un
pie, y ya condicionó todo el torneo, más allá de que había muchas cosas en
aquel equipo que no funcionaron nunca.
Volviendo a la actualidad, es difícil encontrar hoy,
en setiembre de 2013, una selección en el mundo que supere a la argentina. Y
aún así, hay demasiado por corregir. Para analizar lo ocurrido el martes por la
noche en Asunción, especialmente en la parte defensiva, hay que tener en cuenta
la falta de los dos zagueros centrales titulares (Federico Fernández y Ezequiel
Garay) y la discontinuidad del lateral izquierdo Marcos Rojo, sumado a la
suspensión de Javier Mascherano. No es poco.
De cualquier forma, hay una tendencia ya crónica en
esta selección de Alejandro Sabella, de parecer dos equipos en uno. Arriba, un
ataque demoledor, potente, imparable, y que resuelve con demasiada sencillez.
En este caso, la ausencia de Gonzalo Higuaín abrió la puerta a la participación
de Rodrigo Palacio, un delantero inteligente aunque con mucho menos gol, pero
que ya parece tener, también, un lugar en la Copa del Mundo.
El problema pasa por la defensa, arquero Sergio
Romero incluido, que no parece firme y que sigue teniendo graves problemas
tanto para marcar como para salir jugando, y si no mejora, puede correr riesgos
ante potencias que no perdonen como los sudamericanos.
Y el otro gran inconveniente, con el que venimos
insistiendo, pasa por no haber experimentado demasiados partidos ante equipos
con mucha posesión de pelota, que no dejen manejarla a los volantes argentinos,
y sin recuperación, no hay gol posible arriba.
En otras palabras, la potencia de un gran ataque,
como el argentino, necesita abastecimiento desde algún sector del campo, y si
no se tiene demasiado la pelota, del error del rival. ¿Qué sucedería si el
rival se equivoca poco, o tiene jugadores de mucha técnica, que controlan mucho
el balón y no lo cede?
Esta pregunta va enfocada a equipos como España,
Holanda, Alemania y hasta Colombia, y en menor medida, aunque con menos talento
pero buenos jugadores en todas las líneas, como Brasil.
Por suerte, hay tiempo para resolverlo, y un
director técnico muy analítico como Sabella, que con la tranquilidad de la
clasificación mundialista en la mano, podrá dedicarse a resolver estos
detalles.
El otro es el del arquero Romero. No sólo por cierta
inseguridad recurrente, sino por otras reacciones como demasiado puñetazo a la
pelota en vez de atajarla. Hay muy buenos arqueros (Saja, Orión, Barovero),
pero no parece que Sabella quiera experimentar a esta altura.
Tampoco hay demasiados huecos para sorpresas en su
lista de 23 jugadores mundialistas. Todo muy parecido a 2001. En aquel tiempo,
el Mundial quedó demasiado lejos. Esta vez, habrá que aprender de aquella
experiencia y administrar mejor esta etapa previa y rezar para que nada extraño
ocurra hasta junio de 2014.
No hay comentarios:
Publicar un comentario